Haz memoria. Retrocede hasta el momento en el que pensabas que el siglo XXI tendría una pátina plateada y nuestro atuendo se asemejaría más al de un astronauta que al de un civil con ropa normal y corriente. Para Carlo Ratti (Turín, 1971), el sentido común y el trabajo, en lugar de las fantasías, son lo que debe dominar el porvenir de los ciudadanos y el desarrollo de las ciudades. El arquitecto e ingeniero charla con EL PAÍS RETINA sobre la tecnología y la vida minutos antes de participar en el debate sobre movilidad urbana organizado por la Fundación Norman Foster en la madrileña Fundación Giner de los Ríos.

Este encuentro, en el que también participaron el arquitecto venezolano Alfredo Brillembourg y Tilly Chang, directora de transportes del condado de San Francisco, trató de abordar cómo la tecnología puede proporcionar un nuevo rango de oportunidades en las que se fusionen la infraestructura del movimiento y la arquitectura de los edificios.

Las ciudades son las personas que viven en ellas

La charla con Ratti comienza con una cita de su anfitrión que dice “el futuro es ahora”. Pero, ¿cómo se puede cuantificar y clasificar lo que sucede hoy y parece proceder del mañana? “Estoy absolutamente de acuerdo con Norman. Diría que sí, que el futuro es ahora, pero la distribución de él no es la misma en todos los lugares. Lo positivo es que la innovación sí que está teniendo lugar alrededor de todo el mundo. Hace unas décadas esto solo sucedía en Silicon Valley pero, por suerte, ya no es así. El futuro está teniendo lugar en ciudades como Madrid, Berlín, Londres, París, Milán… Lo bueno es que el ecosistema de innovación se ha expandido a través de todo el mundo y esto se debe a que todo se mueve mucho más rápido, el capital se mueve más rápido. Esto es lo que hace que el futuro se desarrolle. El futuro no es algo que predecir, sino algo que construir día a día”.

  • Por amor a una ciudad mejor

El arquitecto, director del laboratorio Senseable City del Instituto Tecnológico de Massachusets (MIT), considera que la innovación debe estar ligada a la voluntad de servicio público. Algo que, a pesar de tener todo el sentido del mundo, en muchos casos no se ajusta a la realidad: “El sistema de innovación no siempre tiene que estar ligado al propósito de conseguir beneficios monetarios. Mira, yo tengo amigos que esto no lo hacen por dinero sino por la voluntad de hacer que las ciudades mejoren”.

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En su conferencia, Ratti transmitió los resultados de un experimento que realizó en Nueva York en el que siguió el tránsito urbano de 3.000 objetos tirados a la basura y recordó algo fundamental: “Antes de conectar con otros, debemos de conectar con nosotros mismos”. Una frase que bien podría convertirse en un mantra y que conecta con una idea que explicó antes de su intervención: “Creo que la clave [de la movilidad] es mejorar el compromiso y la relación con los ciudadanos. Parafraseando a Shakespeare diré eso de ‘qué es la ciudad sino sus ciudadanos’. Creo que las ciudades son las personas que viven en ellas. Se trata de ayudar a que las buenas ideas salgan a flote y se mejore la vida de las personas”.

Para este arquitecto amante de las bicicletas, que actualmente tiene en marcha proyectos como la reconversión en hub del palacio de exposiciones de Milán o la nueva universidad de la ciudad, así como la nueva sede de Google en Toronto, su definición de ciudad inteligente está clara: “Para mí sería algo así como todas las tecnologías que cambian, o han cambiado nuestra vida, en los últimos 20 años. Se trata de identificar qué cosas han pasado a ocupar un lugar físico en nuestra vida. Internet y el internet de las cosas, por ejemplo, han impactado en aspectos como la movilidad, la energía, la arquitectura o a los ciudadanos”.

Propiciar la evolución de las ciudades utilizando herramientas como la tecnología y las nuevas formas de aplicarla es fundamental. La manera en la que se debe conocer lo que le falta o le sobra a una urbe es zambullirse en ella y comprobar de primera mano sus amenazas, oportunidades, debilidades y fortalezas. Convertirse en peatón y practicar la movilidad consciente es lo que hará identificar las necesidades a nivel individual y plural. Ratti lo cuenta: “Me gusta hacer experimentos sobre mí mismo. Paso mi tiempo entre Estados Unidos, Turín y Singapur. Hace tres años, en Estados Unidos, decidí vivir sin coche. Solo utilizaba la bici, Uber, Lyft, transporte público… Honestamente, me sentía más libre porque no tenía que pensar en parkings, por ejemplo. Creo que la libertad de movimientos bajo demanda no solo es eficiente sino que a veces mejora nuestra calidad de vida”.

Fuente: El País