La fuerte rivalidad desarrollada en los últimos años entre los operadores de telecos en España ha convertido el sector en uno de los más competitivos de nuestra economía, aunque también ha reducido su rentabilidad y ha determinado la diversificación de su modelo de negocio. Los continuos récords de portabilidad – en telefonía móvil se ha llegado a 700.000 cambios de operador en un mes– son la mejor muestra de la contundencia con que las compañías se disputan un pastel que ha crecido a un ritmo exponencial. Las cifras revelan que en España ya hay más lineas móviles de telefonía que ciudadanos, mientras el tráfico de redes, tanto en llamadas como en datos, sigue creciendo trimestre tras trimestre: solo en los primeros nueve meses del año pasado aumentó un 46% respecto al mismo período de 2017. En esta vertiginosa revolución de las telecomunicaciones destaca el potente esfuerzo realizado en el despliegue de fibra óptica hasta el hogar, que se espera completar en tres o cuatro años y que colocará a España a la cabeza de la UE.

La constante guerra de tarifas que las operadoras han desarrollado en los últimos años ha sido un elemento clave en este desarrollo, como también la diversificación de un modelo de negocio que se ha extendido a los contenidos audiovisuales de televisión de pago y a un amplio catálogo de servicios tecnológicos, y que tiene en el 5G su próximo horizonte. La competencia ha tenido su lógico reflejo en las tarifas, que han experimentado una rebaja sustancial, lo que ha estrechado considerablemente los márgenes del negocio. También la mejora de los servicios ofertados y las grandes inversiones que las operadoras han acometido para el desarrollo de las redes se han hecho sentir en términos de rentabilidad. Su mala evolución en Bolsa en los dos últimos años, no solo en lo que atañe a los valores españoles, sino también a los europeos, es un reflejo de todo ese esfuerzo.

Pese a ello, existen pocos sectores con un futuro más sólido que el de las telecomunicaciones, especialmente en un mundo cada vez más globalizado y en el que la conectividad ha modificado no solo el estilo de vida de los ciudadanos, sino también el comercio y las empresas. La plena digitalización de las economías constituye un desafío inmenso en el que la competencia está llamada a ser cada vez más feroz y donde ciudadanos y empresas tendrán cada vez más opciones para elegir. Ello supone una conquista indudable para el cliente, pero también dificulta considerablemente el gesto de comparar y elegir, y coloca, una vez más, la simplicidad y la transparencia como una asignatura pendiente del sector.

Fuente: Cinco Días