Han pasado 10 años exactos, y empiezan a perfilarse consensos sobre qué ocurrió, por qué y quiénes fueron los culpables. La quiebra en Estados Unidos del banco Lehman Brothers, el 15 de septiembre de 2008, desencadenó una crisis primero financiera, después económica y finalmente política que cambió el mundo, y que aún no ha terminado. La incógnita ahora es dónde, por qué, y por culpa de quién ocurrirá el próximo estallido que puede sacudir el mundo. Y cuándo.

Todos estos interrogantes se plantearon el jueves y el viernes en una conferencia organizada por la Organización para la cooperación y el desarrollo económicos (OCDE). Participaron desde protagonistas en algún momento en los centros de decisión, como el exministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis, a economistas experimentados como Robert Skidelsky, y veteranos de los bancos de inversión que precipitaron la crisis en Wall Street. Había algo de terapia colectiva en la sede en París de la OCDE, organización creada tras la Segunda Guerra Mundial para gestionar las ayudas estadounidenses del Plan Marshall a la Europa en ruinas, un emblema del orden liberal de la posguerra hoy cada día más cuestionado.

Una de las figuras centrales en este periodo, y el orador principal de la segunda jornada de las conferencias, abierta al público, es Jean-Claude Trichet. Trichet (Lyon, 1942) fue presidente del Banco Central Europeo (BCE) entre 2003 y 2011. En esta posición comandó la política monetaria de los países del euro, antes y después de la caída de Lehman Brothers, y es uno de los responsables, si no el máximo responsable, de la respuesta a una situación novedosa para la moneda única, un experimento histórico que no había sufrido un golpe semejante. También es una figura controvertida.

“Trichet debería estar retirado”, dijo en una pausa uno de los ponentes en el foro de la OCDE, que pidió el anonimato tras el comentario. A Trichet se le reprocha la lentitud en reaccionar en comparación con su homólogo estadounidense, Ben Bernanke; o que subiese los tipos de interés en julio de 2008, justo dos meses del derrumbe en Wall Street; o que no usase antes los instrumentos monetarios que usó su sucesor, Mario Draghi. En una conversación mantenida ayer con EL PAÍS, se defiende de las acusaciones, reivindica su legado y lanza una alerta sobre el futuro.

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Pregunta. ¿Fue demasiado lento el Banco Central Europeo en su respuesta a la crisis en comparación con la Reserva Federal de Estados Unidos?

Respuesta. ¡No! El BCE fue el primer banco central que dio 95.000 millones de euros de liquidez a todos los bancos, el 9 de agosto de 2007. Fue el primer banco central, y somos el único, en generalizar la plena inyección de capital a tipo fijo con [LA CAÍDA DE] Lehman Brothers. Y fuimos el único banco central, en aquel momento, en comprar algunos bonos de Tesoro en el mercado secundario, en mayo de 2010, a Grecia, Irlanda y Portugal, para evitar la crisis, y tomamos la decisión en un fin de semana. Esta decisión, que era insólita, fue criticada por quienes creían que éramos demasiado atrevidos, demasiado acomodaticios. Quizá no fuese así con la opinión pública en España, pero sí en Alemania, en Holanda, en Austria, en Finlandia, etcétera. E intervenimos masivamente para ayudar tanto a España como a Italia en agosto de 2011. El Banco Central Europeo fue extraordinariamente rápido y atrevido a la hora de recurrir a medidas no convencionales, también en ayuda de España.

P. ¿Cree que debería haber dicho usted cuando era el responsable del Banco Central Europeo, como dijo más tarde su sucesor, Mario Draghi, aquella frase de “haré todo lo que sea necesario para preservar el euro”?

R. Depende de las circunstancias. He dicho públicamente que yo habría tomado las mismas decisiones que mi sucesor. En mi tiempo, las decisiones tuvieron que adoptarse inmediatamente en unas pocas horas, como en 2007 [los inicios de la crisis hipotecaria en Estados Unidos], o en un fin de semana, como en 2010 y en 2011, porque estábamos al inicio de esta crisis dramática y teníamos que detener la especulación salvaje, lo que logramos. Los gobiernos habían prometido actuar en julio y agosto de 2011, pero no lo hicieron. El motivo por el que la situación se deterioró tanto, de nuevo, en 2012, fue en gran parte porque los gobiernos no respetaron sus compromisos.

P. ¿Lamenta algo en la manera como gestionó la crisis?

R. Siempre se podrá decir que estaba claro que una parte de la zona euro, un tercio de los países miembros, iba en la dirección equivocada, debido a la acumulación de déficits de cuenta corriente y de déficits presupuestarios. Siempre se podrá decir que, quizá, podríamos haber sido más contundentes en nuestras recomendaciones. Defendí, en cada reunión del Eurogrupo [los ministros de Economía de la zona euro], cada mes, que las divergencias prolongadas eran una receta para crear grandes dificultades, pero los gobiernos no lo tuvieron en cuenta. Podría haber sido más insistente. Pero no podía ocupar el lugar de los gobiernos nacionales, del Eurogrupo o de la Comisión Europea. No acuso a nadie. Digo que todos deberíamos haber sido más activos. Hoy lo que algunos estamos diciendo es que estamos allanando el camino para la próxima crisis, debido a la acumulación de deudas. ¿Me reprocharía usted hoy que no sea lo suficientemente convincente para convencer a la comunidad nacional de que debe volver a un comportamiento más normal?

P. ¿Podría repetirse la crisis de Lehman Brothers?

R. No estoy dando a entender que pudiese ser exactamente igual. Claramente la situación ha evolucionado. Mi razonamiento es el siguiente: si existe algo que pueda llamarse una economía global —y considero que hay una entidad pertinente que es la economía global integrada—, y si uno de los buenos indicadores de vulnerabilidad es el endeudamiento global, público y privado, como porcentaje del PIB global, entonces estamos en una situación que es tan grave hoy como lo era en el momento de la crisis, porque este indicador exhibe un nivel más alto de endeudamiento global relación con el porcentaje del PIB global.

P. ¿Cómo cree que será la próxima crisis?

R. Solo digo que estamos en una situación vulnerable y que es esencial la vigilancia y hacer las correcciones adecuadas.

P. ¿En Europa no se vieron venir los efectos que la crisis de Lehman Brothers en 2008 tendría en la economía?

R. No diría eso. Los europeos evitamos un nuevo Lehman Brothers, y fue extraordinariamente difícil, porque tenemos 15 países en Europa y no uno como Estados Unidos. Ahora bien, desafortunadamente la crisis del riesgo soberano ya acechaba desde antes de Lehman Brothers: este fue mi mensaje al Eurogrupo desde 2005.

P. ¿Cuándo entendió usted que el 15 de septiembre de 2008 tendría las consecuencias que tuvo para todos?

R. El 14 de septiembre de 2008, cuando la bancarrota [de Lehman Brothers] era segura, la gravedad de la situación global era obvia. La pérdida dramática de confianza era una certeza. Y, además, lo que descubrí inmediatamente después del derrumbe de Lehman Brothers fue la rapidez increíble del contagio, que exigió una respuesta inmediata de los bancos centrales.

Fuente: El País