Al igual que no tardaremos en acostumbrarnos a que los insectos formen parte de nuestra dieta, como ha ocurrido con las algas, las microalgas también se están instalando poco a poco en nuestras mesas y en nuestras vidas.

Cultivar microalgas, o sea, “el plancton de toda la vida”, es la actividad principal de Neoalgae, una empresa asturiana que se atrevió a entrar en este aún inexplorado negocio hace ya seis años. Desconocido para nosotros, porque ya los aztecas y algunos países africanos las consumían antaño para la alimentarse por su alto valor proteico.

Cosméticos, suplementos alimenticios, biofertilizantes, comida para caballos e incluso purés para bebés son solo algunas de las aplicaciones de estos diminutos microorganismos unicelulares marinos.

Aseguran que no existe mayor acicate para emprender que el desempleo, y, si no, que se lo digan a Ignacio Albert, un biólogo que en 2012, tras quedarse en el paro, entró de lleno en este negocio de la mano de su socio Fidel Delgado, cruzando desde el mundo de la consultoría ambiental para obra civil, de capa caída en aquellos años. Tuvieron que hacer de la adversidad virtud para formarse en este universo marino y poseer buen ojo clínico, porque las microalgas han tenido buen encaje en esa nueva tendencia por todo lo vegetariano, lo naturista y el deporte que domina la sociedad actual. De hecho, de entre todos sus productos, los suplementos alimenticios para vegetarianos y deportistas a base de espirulina y chlorella son lo que más venden junto a los cosméticos ecológicos.

La compañía, en cifras

Instalaciones. Neoalgae cuenta con una planta industrial de producción de cultivo de microalgas de 1.400 metros cuadrados, con invernadero, laboratorio biotecnológico y de extracción y purificación, laboratorio cosmético, área de envasado y cepario, en Gijón (Asturias), su sede social. También tiene una fábrica de alimentación en la población de Luanco.

Líneas de negocio. La consultoría es uno de sus ejes de negocio, que se encarga del asesoramiento técnico del cultivo de microalgas, la puesta en marcha de fotobiorreactores, de nuevas plantas llave en mano y estudios de la huella de carbono para otras empresas.

Cosméticos. Sérum para la piel, gel de baño y gel para tatuajes, entre otros productos, son las dianas de los aceites que extrae de estos pequeños microorganismos, cuyos precios oscilan entre los 9 y los 35 euros. Dispone de una marca de cosméticos asequible, Dersia, y desarrolla productos cosméticos a demanda de otras empresas con sello ecológico a base de microalgas y marcas blancas.

Plantilla. Actualmente, la plantilla de esta empresa biotecnológica está integrada por 18 empleados con alta cualificación, en su mayoría procedentes de la rama de ciencias de la salud y tecnológicas, que viajan por todo el territorio nacional por su labor de consultoría.

Ventas online. En 2015 empezó a vender a través de la red y ahora más del 30% de sus productos se distribuye por este canal. Después de los suplementos alimenticios, los suplementos y aditivos para piensos de los equinos representan el 25% de sus facturación total, seguidos de los productos cosméticos. Pero también venden ternera ecológica, purés para bebés, extractos oleosos y biomasa de microalgas para acuicultura.

No obstante, la verdadera génesis de esta nueva línea de investigación y del negocio de las microalgas vino de la mano de los biocombustibles. Hasta 2012, la mayoría de los proyectos estaban vinculados al ámbito universitario, recuerda Albert, “pero Rodríguez Zapatero liberó gran cantidad de dinero para las grandes empresas energéticas (Repsol y Endesa, entre ellas), destinado a desarrollar plantas de cultivos de microalgas con el objetivo de hacer biocombustible”.

“Muchos de los proyectos se abandonaron por el camino por la baja rentabilidad”, pero Endesa siguió adelante con uno ubicado en Carboneras (Almería) convirtiéndose en el mayor cliente de Neoalgae, que se encarga de la gestión biológica de esta planta de cultivos dentro del agua y otras muchas, hoy uno de sus principales ejes de negocio: la consultoría.

«La UE quiere, como nosotros, que la investigación salga del laboratorio y llegue al mercado»

En esta planta de Almería, la entidad tiene destinados a cuatro empleados, que se encargan del control biológico y de proveerlos de nutrientes como el fosfatos, entre otros.

De prototipo a tienda

Sin embargo, “eliminar el salto que actualmente hay entre los desarrollos tecnológicos en categoría de pilotos y la aplicación comercial siempre fue uno de los principales objetivos”, señalan en la empresa. Y de ahí su dinámica actividad de I+D+i. Prueba de ello es que actualmente participa en ocho proyectos de investigación, cuatro de ellos europeos y dos con ayuda financiera del CDTI (Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial).

Desde su nacimiento, Neoalgae ha desarrollado un total de 16 programas y 3 patentes. Precisamente, uno de sus principales saltos vino de la mano de un proyecto de investigación de ámbito europeo, Vopsa, cuyos recursos (un millón de euros de subvención) le permitieron desarrollar la planta que actualmente tiene en Gijón (Asturias) para el cultivo.

El objetivo de este programa era producir aceite de omega 3 y astaxantina para productos nutracéuticos, cosméticos y farmacéuticos. Albert afirma que “lo que quiere la Unión Europea es que la investigación salga del laboratorio y llegue al mercado”. Un afán que comparte con la UE, y es esa meta de llegar a la cesta de la compra lo que le ha impulsado a desarrollar desde su creación nuevos productos y marcas propias. Productos alimenticios (bajo la marca Vesana Superfood), cosméticos con sello ecológico y vegano (Alskin), biomasa de microalgas (Neoalgae) para acuicultura, complementos nutricionales para caballos (Equialgae), biofertilizantes y aceites para cosméticos y alimentación son algunos de sus desarrollos.

Los principales puntos de distribución de sus productos, además de su web Supersaludables.com, son Amazon, Alibaba y otras plataformas europeas, herbolarios, tiendas gourmet y parafarmacias. Pero su reto a corto plazo es también entrar en los supermercados ecológicos, en las grandes superficies, en el difícil mundo farmacéutico y llegar a otros mercados internacionales.

De hecho, está desarrollando una línea de cosméticos más baratos (Dersia), también con sello ecológico, para conquistar a las grandes superficies, y ha certificado algunos de sus suplementos alimenticios y cosméticos con el sello halal para llegar a los países musulmanes.

Con el fin de ampliar su distribución, la compañía busca en estos momentos apoyo empresarial que le proporcione la red comercial necesaria para expandirse.

La espirulina o la chlorella, con alto valor proteico; la astaxantina, un gran antioxidante; el omega 6 y el omega 3, extraídos de las microalgas (libres de los metales pesados), y aceites son la extraña materia prima de esta empresa.

AlgaChef, un dispositivo para restaurantes

No todos los jóvenes quieren ser funcionarios en España y no todos se conforman con el sota, caballo y rey cuando inician un proyecto empresarial. De hecho, Neoalgae no tuvo más remedio que ponerse las pilas antes de nacer.

“Recibimos una llamada de una empresa asturiana pidiendo asesoramiento en un cultivo de microalgas y no nos quedó más remedio que formarnos e innovar”, comenta Ignacio Albert. A partir de ahí fue de corrido involucrándose en múltiples proyectos de investigación regionales, nacionales e internacionales, todos con el afán de llegar a los consumidores.

Uno de los de los más destacados y financiado por el CDTI (Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial) consistía en mejorar el cultivo de unas microalgas con un altísimo nivel antioxidante y de vitamina E dentro de un fotobiorreactor, un sistema totalmente cerrado. Pero también ha investigado las propiedades antioxidantes de la microalga (astaxantina) para frenar la degeneración macular y ha desarrollado un asequible fotobiorreactor, llamado AlgaChef, para cultivar espirulina en las cocinas profesionales de restaurantes. El objetivo es obtener una pasta fresca para elaborar platos y bebidas saludables.

Fuente: Cinco Días