No siempre fue libre la elección de pareja. Sobre todo para la mujer, tantas veces tratada como mercancía. En el siglo V antes de Cristo, el griego Heródoto —quizás el primer reportero— conoció en Babilonia una costumbre horrible a ojos de hoy que él aplaudía: las subastas de doncellas. Una vez al año, las mujeres casaderas se ofrecían en la plaza “no por esclavas, sino para que sean esposas de los compradores”. Primero iban las más atractivas, que se vendían caro; después, las menos agraciadas con su dote. La caja, digámoslo así, era solidaria. “Con eso las bellas dotaban a las feas y a las contrahechas”, celebraba el cronista, que creía esa ley “muy sabia” —en relación con otros usos de la época— y lamentaba su fin con la caída del imperio babilónico, escribió en el libro Clío.

Por desgracia, las bodas forzadas perviven en medio mundo, pero hemos ido a mejor. La ilustración impulsó la libertad individual, el romanticismo sublimó el amor, las revoluciones de los sesenta emanciparon a la juventud, la píldora dio un empujón… Y ahora ligamos en las apps: Tinder, Meetic, Happn, Grindr. Hasta hace poco elegíamos pareja sin coacción, pero casi siempre en un círculo limitado: colegas de estudios o laborales, amigos, amigos de amigos o, si acaso, concurrentes en bares y discotecas una noche loca. Un tercio de quienes se casan hoy en EE UU se conocieron online. Y hasta un 70% de las parejas homosexuales.

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El fenómeno ha sido portada en The Economist (con el título “Modern love”), visto como cambio social y como fabuloso negocio: 4.600 millones de dólares y subiendo. Las apps no solo ayudan a vencer la timidez: además demuestran más tino. Surgen parejas consistentes, con más afinidades, menos frágiles. Más felices, concluye el semanario. Claro que algunos tampoco lograrán compañía así. La app te ayuda con la primera cita, pero la seducción en vivo aún es cosa tuya.

¿Es una nueva revolución sexual? Que se lo digan a los chinos: la red Tantan ha disparado las relaciones informales en un país tan conservador que la mayoría de bodas aún las pactan las familias. En Indonesia, por contra, la red se utiliza para la poligamia.

Sabemos muy poco de las tripas de estos algoritmos, lo que permite temer la discriminación”

Vale, cabe el recelo. Sabemos muy poco de las tripas de estos algoritmos, lo que permite temer la discriminación. E inquieta la concentración de tanto dato no ya privado, sino íntimo. Tinder, Meetic y Match son de la misma compañía. Tantan fue comprada por su rival Momo. Facebook, con todo lo que sabe ya de nosotros, prepara su servicio Dating.

El pastel es jugoso: en 2017 casi se duplicó. Tinder solo está detrás de Netflix como app de más ingresos. Hay mucho dinero en juego en tus amoríos, estables o efímeros. Libres en todo caso. La mercancía no eres tú, ¿verdad que no?

Fuente: El País