Nada indica que se vaya a dejar de hablar de subidas de la luz, de monopolios y nuevas regulaciones, pero de un año a esta parte, España ha dibujado un panorama eléctrico que está más cerca del consumidor que nunca. Las nuevas reglamentaciones alrededor del autoconsumo y a favor de las energías renovables le dan un papel que nunca tuvo: puede generar su propia energía y volcarla de nuevo a la red si le sobra. Este escenario abre la caja de la creatividad y llama a ingenieros, emprendedores y gestores municipales a repensar las poblaciones y convertirlas en un corazón energético que cree soluciones para construir una ciudad más saludable y conectada alrededor de la energía.

«Los nuevos usos en las ciudades, desde la movilidad compartida al autoconsumo energético y el abaratamiento de los costes de la fotovoltaica, permiten a los ciudadanos recolectar energía, y que ésta se pueda generar en la ciudad y sus entornos. De momento España ha hecho poco porque el autoconsumo era complicado, pero a corto plazo veremos cambiar completamente el panorama, habrá más iniciativas y proyectos alrededor de él», explica Joan Groizard, director del área de renovables del Instituto para la Diversificación y el Ahorro Energético (Idae). Para Groizard, «la ciudad está pasando a ser un actor» en el mundo energético y los gobiernos locales deberían empezar a planificar cómo va a serlo. «Tenemos una oficina de asistencia a los Ayuntamientos que, hasta hace nada, definían estrategias sin marco legal o con cortapisas. Desde el cambio de normativa cada vez nos llegan más proyectos. Desde pueblos con autoconsumo compartido con biomasa a instalaciones fotovoltaicas a las afueras de una localidad. Todas las poblaciones, sin importar su tamaño, estarán en esto».

El País Vasco siempre ha liderado la revolución en materia de innovación, especialmente en lo que atañe al medio ambiente. Con una economía basada en la industria, se vio obligada hace tiempo a hacer cambios que sintonizan con una cultura del respeto de la naturaleza más notoria que en el resto del país. Adoptaron cambios en movilidad y urbanismo antes que otras ciudades (Vitoria fue Capital Verde Europea 2012) y también destacan por la gestión de los datos que genera la ciudad. San Sebastián presume de tener una de las primeras calles inteligentes, la smart kalea (calle, en euskera), premiada en 2017 por el Congreso Nacional de Innovación y Servicios Públicos (CNIS) como el mejor proyecto de colaboración público-privada y el Premio Smart Cities de la Fundación Socinfo. Lo que nació como un piloto en una de las calles del casco viejo de la ciudad como un experimento por la eficiencia energética, sostenibilidad ambiental, participación ciudadana y transparencia a través de la tecnología y los datos, se está replicando en otras calles de la ciudad y un barrio entero e inspira a otras urbes.

«El alumbrado de la calle Mayor es eficiente, se enciende en la medida en que la gente pasa por ahí; detecta dónde vas pisando. Da más seguridad a las mujeres, ahorra luz… Además, existe un contador para los comercios que les dicen cuándo hay más tránsito de clientes y a qué hora sería más efectivo que abrieran sus comercios y si les es rentable abrir ese día o no. Está habiendo ahorros en la factura de la luz pero también de agua. Una peluquería de esta zona ha ahorrado el 50% de su factura», explica Ernesto Gasco, teniente de alcalde del Ayuntamiento de San Sebastián (PSE-EE). La calle se está copiando a otras aledañas, al barrio de Amara, en la calle de Sancho el Sabio y en Altza. Todos los datos que se generan, ya sea de la energía eléctrica, el agua, el conteo de personas, la movilidad y otros datos medioambientales, se ponen a disposición de los ciudadanos en un portal web que transmite los datos semana a semana, y éstos se pueden analizar.

Un paso adelante

Los expertos coinciden en que la primera oportunidad para sacar partido a la energía y cuidar el medio ambiente está en la movilidad. Pero todavía falta resolver la incógnita de las baterías y la instalación de electrolineras para la recarga de vehículos. Ya se está viendo en muchas ciudades que están apostando por compartir vehículos eléctricos; desde bicicletas y coches a furgonetas de reparto y motocicletas, y los pliegos municipales incluyen partidas para flotas de autobuses eléctricos. «Todas las urbes contemplan autobuses urbanos ecoeficientes. En Zaragoza, en 2023, tendremos toda la flota migrada en todos los contratos. El cuello de botella es la falta de redes de carga y puntos eléctricos, pero se está yendo por el buen camino; las empresas automovilísticas están ampliando sus proyectos de I+D e integrándose en grupos de trabajo con empresas privadas y públicas», cuenta Daniel Sarasa, planificador urbano y responsable del programa smart city del Ayuntamiento de Zaragoza, que también señala a Málaga como otra de las ciudades donde mejor ha funcionado este tipo de equipos de trabajo, en referencia al proyecto Living Lab de Smartcity Málaga con Endesa.

Desde Idae, Groizard subraya la necesidad de «pasar de la cultura de la propiedad a la del servicio» y recuerda que «la movilidad eléctrica ayuda a descontaminar y también obliga y enseña a las ciudades a gestionar su modelo eléctrico», que pasa por la agregación de energía y la inversión en la red de baja tensión, de cercanía. «Muchos vehículos eléctricos agregados permiten que la batería se cargue. Y en la ausencia de generación de renovables en una casa, la batería de un coche podría volcar a la red el excedente. Es el elemento más novedoso y esto nos dibuja un escenario donde la ciudad pasa a ser actor y conectar el urbanismo y la energía». En este sentido, ya existen proyectos que contemplan la utilización de tejados y garajes para sacar partido a la eficiencia energética. «El desafío que viene es el de la edificación, no ha eclosionado todavía porque la legislación no lo permitía hasta hace cinco minutos, pero se va a permitir compartir tejados y las ciudades tienen muchos útiles. Por ejemplo, los colegios, que permanecen cerrados los fines de semana, las vacaciones; o los polideportivos. Debido al calentamiento global ya hay alumnos yendo a la escuela con temperaturas de verano en estas fechas; y todos tienen calefacción, pero casi ninguno aire frío», explica Sarasa.

Apuesta por los aparcamientos

Energy Flow Concept es una consultora que nació al calor de Mares de Energía, un proyecto del Ayuntamiento de Madrid que recoge otras iniciativas alrededor de las energías renovables y la construcción eficiente. Están trabajando fórmulas para transformar la ciudad y las viviendas en favor del medio ambiente y siempre en el ámbito de la energía. Y han empezado por las reformas eficientes en las casas y los aparcamientos inteligentes. «Apostamos por la visión del proyecto Parksmart porque creemos que el estacionamiento en general es un elemento clave en la transición a modelos más responsables», explica Fernando González, fundador del proyecto. «Se trata de una infraestructura intermodal, ubicada cerca de estaciones centrales de transporte, que dará plazas preferentes a los vehículos de bajas emisiones; habrá puntos de recarga del vehículo eléctrico con un servicio de personal del aparcamiento que mueva los coches ya cargados; también un aparcamiento de bicicletas con instalaciones auxiliares y podrán tener su espacio allí las centrales de carsharing«, cuenta.

Estos aparcamientos, que apuestan por la eficiencia energética, cuentan con iluminación de muy baja potencia con sensores de presencia, ventilación natural o con variadores de frecuencia, que reducen su consumo respecto a las emisiones contaminantes, sistemas muy eficaces de climatización, monitorización de la energía, aparatos sanitarios con bajo consumo de agua, plantas y vegetación de interior… «Creemos que aporta además una visión de comunidad dentro del barrio, porque podrían encontrar espacios para el deporte dentro, jardines subterráneos, actividades educativas sobre cambio climático, educación vial, etcétera, así como eventos culturales o artísticos como galerías», explica González.

El tráfico en sí puede también ser un elemento de generación de energía limpia. En nuestras ciudades ahora mismo es habitual ver señalética alimentada con energía solar, pero hay mucho recorrido en el resto de fuentes naturales. El ingeniero y experto en ciudades inteligentes Fernando Tomás, de Idom, pone como ejemplo la tendencia energy harvesting o microgeneración de energía, «la recolecta allá donde se genere de forma natural para darle otros usos. Existe un ejemplo de paradas de autobús llamadas storm stop [paradas tormenta] en Reikiavik que tienen en su tejadillo molinos de viento; también en Estambul existe algo parecido, pero en este caso las turbinas recuperan energía a partir del aire que levanta el tráfico».

Tomás también habla de «otra gran fuente de energía oculta en las ciudades que se puede utilizar: las tuberías de agua, ya sean de abastecimiento o de vertido». Y asegura que hay empresas investigando que puedas montar la generación de microhidráulica si dispones de una tubería con flujo de agua. «Todas estas fuentes de energía tienen la ventaja de que el punto de generación está cerca del de consumo. Esto implica que no hay costes de infraestructura ni pérdidas en el transporte de la energía», destaca el ingeniero.

Revolución en las fuentes

Uno de los grandes cambios que parece traer esta transición que acercará las fuentes de energía que antes estaban a varios kilómetros a los tejados de las viviendas o de edificios públicos a la vuelta de la esquina es el empoderamiento de las comunidades y barrios. Así lo cuenta Daniel Sarasa, que confía en que cada vez haya más empresas municipales de energía, como ocurre en Barcelona y Cádiz, por ejemplo. «Los Ayuntamientos tienen capacidad productora no solo en las cubiertas de edificios, sino a través de sus incineradoras». El directivo del Idae predice que, abierta la puerta al autoconsumo y asumiendo el papel de la ciudad como generadora de energía y la cercanía de las fuentes de energía, que abaratan el coste de la generación y reducen el del transporte, el paso natural es que las comunidades locales se hagan cargo de su energía. «No solo a través de sus paneles o toldos solares, sino a través de pequeñas comunidades donde el que genera lo vuelca a la red, en el ámbito del barrio», explica Groizard. «Y en este esquema la digitalización, el software y los datos desempeñan un papel clave», apunta. «El paso natural es que las compañías liberen los datos agregados que tienen sobre los usuarios y haya empresas que puedan trabajar con ellos y gestionarlos de forma inteligente».

Los expertos inciden en este punto de la liberalización de los datos para trazar patrones de comportamiento y mejorar la gestión, y ponen como ejemplo el ecosistema de aplicaciones y usos que ha inspirado la gestión de datos de tráfico. «Está habiendo mucho I+D en la gestión de rutas: cada kilómetro es menos tiempo, es ahorro de energía y emisiones. Aplicaciones como Waze, usado por Uber, o los sistemas de las empresas de paquetería o la recogida de residuos funcionan gestionando datos. Se trata de geolocalizar los vehículos, las cargas, y mediante algoritmos que tienen en cuenta el tráfico, el combustible que le queda al vehículo, las prioridades… Y generan la ruta óptima», explica Tomás. «En campaña no se está hablando de nada de esto y es tremendamente relevante el acceso al dato. Tiene valor porque introduce competencia, porque, con los datos agregados y confidenciales, la Administración puede detectar ineficiencias y construir un modelo centralizado de electricidad que llegue a las casas, pero que sus fuentes estén en muchos sitios», explica el portavoz del Idae.

Fuente: El País