En un mundo cada vez más globalizado e interconectado, con un constante flujo de profesores de un país a otro, muy pocos extranjeros quieren trabajar en España. En 2017, según datos de la agencia gubernamental de evaluación, ANECA, solo 20 docentes de universidades de la Unión Europea se certificaron para ejercer en este país por la vía específica prevista para ello. Apenas el 2,2% de los docentes de la pública eran foráneos el pasado curso (2.291) frente al 5,5% de la privada (1.041). La Red Europea de Información sobre Educación Eurydice señala que en 2013 —últimos datos disponibles— en Alemania el 10,5% de los profesores eran extranjeros, un 13,5% en Suecia, un 27,3% en Reino Unido o un 43% en Suiza. Este porcentaje previsiblemente habrá aumentado en plena internacionalización de la educación superior.

“Las universidades necesitan gente que tenga otras experiencias, pero no tienen que ser obligatoriamente extranjeros”, aclara Josep Pallarès, director general de Planificación en el Ámbito de Universidades de Cataluña. “Que el profesor tenga cultura del intercambio, que sea más permeable a absorber nuevos conocimientos”.

En los últimos, años lejos de importar, España ha exportado talento académico y la burocracia es la primera razón. ¿Por qué no vienen de fuera? La conferencia de rectores CRUE argumenta en su anuario de 2018 que los científicos de primer nivel extranjeros son vetados para puestos de alta cualificación si no acumulan méritos que formalmente se puedan acreditar ante la agencia de evaluación estatal ANECA.

En segundo lugar, están los salarios. Un profesor a tiempo completo, titular o catedrático, en Suiza cobra de 180.000 a 240.000 euros anuales; en Reino Unido, de 90.000 a 94.000 euros. En cambio, en España los sueldos no pasan de 70.000 euros.

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Y, por último, el texto de los rectores termina reconociendo la polémica endogamia, contratar a los que crecen en la propia universidad: “Hay una cultura de captación de las universidades desde su interior, con acceso de sus mejores estudiantes a categorías iniciales de profesorado de escaso coste y cuya progresión se confía al cumplimiento de requisitos formales…”. El 73% de los docentes se han doctorado donde imparten clase.

“Lo importante no son los programas de atracción de talento en sí, sino cuán atractivo es el sistema. Muchos investigadores queremos trabajar en otros países porque hay garantías de financiación, apoyo estructural a los jóvenes que lideran sus grupos de investigación y la posibilidad real de una carrera que avanza de acuerdo con los méritos”, cuenta Javier Escudero presidente de Raicex, una red de asociaciones que aúna a 3.500 científicos españoles en el extranjero. “Y todo eso falta en España. Cuando en este país el sistema ofrezca garantías de futuro que permitan iniciar o trasladar líneas de investigación, será atractivo y tanto los españoles que están fuera como los extranjeros querrán instalarse allí”, prosigue. Escudero cree que el salario en sí no es tan determinante, pero echa en falta una mayor flexibilidad de la Administración para contratar.

Tribunales externos

Raicex celebra los programas de captación de talento, pero les genera algunas dudas. Escudero, profesor de la Universidad de Edimburgo, sugiere: “Tiene que haber una concurrencia competitiva de méritos, publicitados en inglés en webs internacionales, y con tribunales de evaluación externos dentro de un proceso transparente”, algo muy lejos de lo que ocurren en la universidad española actual. La disciplina de Humanidades dobla el promedio de extranjeros (4,2%), mientras que en la rama sanitaria representan un 0,5%. También se dan diferencias entre regiones. El 40% de los extranjeros se concentran en Cataluña —la Pompeu Fabra tiene un 15,3% de docentes foráneos—, donde se sitúan los campus que lideran las clasificaciones. “Lo importante es que las universidades tengan como objetivo captar el mejor profesorado. No tiene por qué ser extranjero, pero si en el concurso no tienes ninguno algo está mal, algo pasa. Y para ello se necesitan unas herramientas”, razona el director general Pallarès.

La Generalitat tiene un exitoso programa de captación de talento en todo el mundo, el Serra Húnter. “No inventamos nada”, precisa Josep Pallarès. Hacen un llamamiento internacional para cubrir los puestos, el tribunal es de medio mundo y hay un compromiso de la universidad de no sacar la plaza antes de que todos los interesados hayan podido optar a acreditarse.

Carlos Andradas, rector de la Complutense, se desespera: “Se nos critica la endogamia, pero si yo quiero hacer una campaña para traer profesores de otras universidades ¿qué les ofrezco?”. Y añade: “¿Tiene sentido en un mundo en el que quieres competir internacionalmente que haya unos sueldos tasados exactamente igual a nivel de todo el Estado? Se necesitan incentivos económicos para traerse a alguien, controlados por ejemplo por los consejos sociales para que no haya abusos”, dice Andradas, presidente de Asuntos Académicos de la CRUE.

El sindicato mayoritario en enseñanza, CC OO, no se opone a la internacionalización, pero considera que la prioridad es terminar con la precariedad actual de cientos de investigadores. “España ya ha demostrado que es competitiva en producción científica [el décimo país del mundo]. Que haya más extranjeros no garantiza que nos vaya mejor”, recuerda Encina González, secretaria de Universidad e Investigación.

El ministerio planea una nueva figura

José Manuel Pingarrón, secretario general de Universidades, reconoce que el sistema actual no es “suficientemente atractivo” para los docentes extranjeros porque, “además de la burocracia, está la limitación de los salarios”. Ante este escenario, el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades de Pedro Duque pretende contratar a jóvenes de campus extranjeros con cierta trayectoria mediante una nueva figura de profesor visitante. “Se les asegura un contrato estable de cuatro años y se les permite luego ser contratados o fijos si en ese tiempo se acreditan”, explica. “Y si viene alguien muy importante hay, además, una vía para que se le exima de la acreditación”, prosigue.
“Cada universidad, en base a su presupuesto, pagará lo que estime”, señala Pingarrón, aunque es consciente de que este no puede ser muy alto y luego bajar al convertirse en funcionario. Pero, en realidad, las comunidades pueden poner límites a los salarios. “Lo ideal sería que esta figura, si es para atraer talento, tuviese unos márgenes de libertad grandes”, reclama el rector de la Complutense, Carlos Andradas. “En nuestras convocatorias de cajales y De la cierva [programas de contratación] ya compiten extranjeros, el profesor visitante no es la única manera de que vengan”, recuerda Encina González, secretaria de Universidad e Investigación de Comisiones Obreras.

Fuente: El País