«La expansión  puede haber alcanzado ya su punto máximo», avisa el informe. Es decir: que en 2018 todavía van bien las cosas, pero los riesgos están a la vuelta de la esquina. La revisión que hace la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en septiembre de sus perspectivas de mayo no es tan exhaustiva como el informe de hace cinco meses, ya que no desgrana país por país lo que puede estar por venir. Pero le bastan 13 páginas analizando la evolución de las economías de los miembros del G20 para hacer sonar la voz de alarma. Para empezar, baja —levemente, sí, pero las baja— las previsiones de crecimiento de este 2018, que ahora sitúa en 3,7%, frente al 3,8% de hace cinco meses. También en 2019 la economía crecerá previsiblemente 3,7%, 0,2 puntos porcentuales menos de lo vaticinado en mayo.

El crecimiento deja de ser además acompasado entre las grandes economías mundiales, aunque es especialmente en las emergentes donde se detectan las mayores diferencias. Así, mientras que para Estados Unidos y China (2,9 y 6,7% respectivamente) las previsiones de crecimiento se mantienen intactas, para la zona euro vuelven a bajar. La eurozona crecerá este 2018 solo 2% (y no 2,2% como pensaba en mayo la OCDE) y en 2019 un 1,9% (2,1% hace cinco meses).

Las revisiones a la baja más fuertes están no obstante fuera del club del euro. Las sufren Argentina, a la que la OCDE hace una fuerte caída de 3,9 puntos este año para situar su crecimiento en -1,9%, y Turquía, que crecerá solo 3,2% este año (1,9 puntos menos de lo previsto en mayo) y que, en 2019, seguirá cayendo hasta lograr solo el 0,5% de crecimiento, 4,5 puntos por debajo de lo previsto hace cinco meses. “Las medidas que se requieren para restaurar la estabilidad en Argentina y Turquía implicarán, probablemente, un significante y desafiante declive en la demanda doméstica”, advierte el organismo. Por el momento al menos, se ha evitado uno de los mayores males de la zona emergente, el riesgo de contagio que propagaron las crisis en los años 90 del pasado siglo. No obstante, “persisten riesgos de tensiones más profundas y un receso extendido en el espíritu inversor”.

Tensiones comerciales

La ralentización global se debe en buena parte a los “efectos adversos en la confianza y en los planes de inversión” que están provocando las tensiones comerciales, constata la OCDE, que ya advertía en mayo del peligro de una guerra comercial. “Restricciones comerciales adicionales dañarán los niveles de empleo y vida, especialmente para hogares de bajos ingresos, y afectará también a las inversiones globales”, escribe, blanco sobre negro, el organismo económico con sede en París otra vez.

No se trata solo de las represalias comerciales ya tomadas, sino de la “incertidumbre” que reina en este ámbito. Y las consecuencias las pagan todos, subraya la OCDE, que señala que en Estados Unidos, cuyo presidente, Donald Trump, se ha metido en una batalla comercial con la UE por una parte y con China por otra. Algo que están pagando los propios estadounidenses de a pie: los norteamericanos que se compraron en julio una lavadora pagaron un 20% más que los que lo hicieron en marzo. Los precios de productos derivados del acero aumentaron 18,6% hasta agosto.

Por ello, para la OCDE una de las mayores prioridades, o “necesidad inmediata”, como la llama, es “detener el deslizamiento hacia el proteccionismo y reforzar el sistema comercial internacional basado en reglas globales” mediante un “diálogo multilateral” que proporcione a las empresas la confianza suficiente para invertir.

Vulnerabilidades fiscales a una década de la gran crisis

Recién recordado el décimo aniversario de la caída del banco de inversiones estadounidense Lehman Brothers que precipitó la crisis global, la OCDE pide no bajar la guardia. Porque aunque las economías se han ido recuperando “aunque solo gracias a un grado excepcional de políticas de apoyo”, el nivel de vida de los ciudadanos “sigue sin alcanzar el que se habría esperado antes de la crisis si el crecimiento hubiera continuado al mismo nivel durante la pasada década”. Y porque “persisten las vulnerabilidades fiscales”. El organismo señala especialmente a Europa, donde hay inquietud tanto por el desenlace de las negociaciones del Brexit como por políticas adoptadas recientemente en países como Italia, donde la banca ha frenado la compra de bonos soberanos “proporciona una demostración del ritmo al que las vulnerabilidades continuadas en la zona euro pueden emerger de nuevo”. Por ello, insiste en la necesidad de seguir realizando reformas que “reduzcan el riesgo de contagio, aumenten la resistencia y refuercen el marco fiscal”.

Fuente: El País