Desde que en 2003 se dio a conocer por primera vez el Ranking Académico de las Universidades del Mundo (ARWU, por sus siglas en inglés), de la Universidad Jiao Tong de Shanghái, se ha producido una eclosión de rankings universitarios internacionales de muy diversa naturaleza. Y, precisamente el de Shanghái es el que ha alcanzado mayor notoriedad en los últimos años como referente para valorar la calidad de las mejores universidades de todo el mundo. El ARWU estudia más de mil instituciones, utilizando básicamente indicadores de investigación, y publica las 500 más destacadas. “Mide producción y productividad científica, en volumen y en impacto, aunque también tiene aproximaciones a los reconocimientos internacionales de los académicos que han formado o forman parte de la universidad y a los de los alumnos que en ella se han formado. Adicionalmente, tiene un indicador que intenta compensar las diferencias de tamaño de las instituciones”, apunta Joan Elias, rector de la Universidad de Barcelona, institución que destaca en la primera posición entre las universidades españolas que figuran en el ARWU, y ocupa el puesto 166 en el QS World University Ranking de este año.

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Además, el ranking de Shanghái elabora listados específicos y más selectivos de las 200 mejores universidades en distintos ámbitos científicos (ciencias experimentales, ingenierías, ciencias de la vida y de la salud…) y en disciplinas concretas (matemáticas, física, química, informática y economía).

Premios Nobel

Por el tipo de indicadores que emplea, el ARWU tiende a favorecer las universidades de gran tamaño y/o amplio recorrido histórico, según la Universidad Pompeu Fabra (UPF). Por ejemplo, no evalúa la productividad científica de una institución, que surgiría poniendo en relación la producción total y el profesorado que la realiza y que permite normalizar los resultados de acuerdo con el tamaño; en cambio, contabiliza el alumnado con premios Nobel o medallas Fields acumulados en el tiempo, por lo que los centros con mayor recorrido salen favorecidos.

En el mundo hay más de 17.000 universidades, por lo que situarse entre las 500 primeras en un ámbito determinado supone estar entre las que destacan. Y, últimamente, varias instituciones españolas han conseguido importantes progresos en estas listas internacionales. En 2017, España, con 50 universidades públicas y 33 privadas, tenía 15 instituciones de enseñanza superior en el rango 501-800 del ranking de Shanghái, 11 dentro del Top 500, siete en el Top 400, y tres en el Top 300. Por tanto, una de cada ocho universidades españolas figura en el Top 500, es decir, entre el 3% de las mejores. La situación mejora cuando se dirige el foco de la evaluación al detalle por áreas de conocimiento, o por estudios, donde algunas de nuestras universidades se posicionan entre las más sobresalientes del mundo.

Los más prestigiosos

Los rankings que disfrutan de mayor reputación actualmente en el mundo son, además del de Shanghái, el Times Higher Education (THE) y el Quacquarelli Symonds (QS).

Pero ¿qué miden para elaborar la lista de las mejores? Al contrario que el de Shanghái, que no incluye opiniones y analiza sobre todo indicadores de investigación, el QS da un 40% de la puntuación total a una encuesta de opinión realizada a 15.000 personas; otro 10% corresponde a 5.000 encuestas a directivos y encargados de recursos humanos de distintas empresas; un 20% procede de los sondeos de satisfacción entre estudiantes; otro 20% de los datos, de ­publicaciones científicas del índice SciVerse Scopus, y el 10% restante, del número de profesores y estudiantes extranjeros.

Por su parte, el Times ­Higher Education combina encuestas con datos estadísticos. Las primeras suponen el 60% de la puntuación, un 30% proviene de las citas de las investigaciones y el 10% se divide entre el número de estudiantes y profesores extranjeros y los fondos que reciben las investigaciones.

Pero, ¿para qué sirven estas clasificaciones? En opinión de Jesús Rodríguez Pomeda, vicerrector de Estrategia y Planificación de la Universidad Autónoma de Madrid, que en la edición de este año del QS World University Ranking ha escalado 28 posiciones y se ha situado en el puesto 159 mundial, proporcionan una información útil sobre la calidad de las actividades universitarias y ofrecen una señal clara del desem­peño que tienen las universidades. No obstante, hay que indicar que, incluso los más destacados, pueden presentar aspectos mejorables.

Joan Elias explica que la demanda social de parámetros que permitan evaluar y clasificar la eficiencia de organismos e instituciones es generalizada en todos los ámbitos. En el caso de las universidades han proliferado, debido a la internacionalización de sus servicios, funciones y efectos sociales (docencia, investigación, transferencia e innovación) y a la valoración político-económica de la inversión pública realizada.

Lógica de competitividad

Estas clasificaciones hacen que las universidades se orienten a la mejora y a la excelencia, ya que todas quieren salir bien posicionadas, puntualizan fuentes de la Universidad Pompeu Fabra: “Se introduce en el sistema una lógica de competitividad que es sana, en el sentido de que se intentan hacer mejor las cosas. Ahora bien, no se puede hacer política de universidad solo para salir bien en los rankings, para mejorar en algunos de los aspectos ponderados, y dejar de lado otros elementos que son muy relevantes para la comunidad universitaria y la sociedad”.

Conrado Briceño, presidente de la Universidad Europea, cree que una función clave es la de herramienta de mejora continua para las instituciones de educación superior. “Deben servir como guía de autoanálisis para detectar fortalezas, pero también áreas de mejora que redunden en la experiencia de aprendizaje que reciben sus estudiantes”, indica.

Begoña Blasco, vicerrectora de Enseñanzas de la Universidad CEU San Pablo, considera conveniente estar presente en los rankings: “El sistema educativo universitario está inmerso en un entorno global, hablar a escala nacional o regional va perdiendo sentido. Por otro lado, es bueno saber si, pese a que estás mejorando en algo y lo sabes, el resto ha realizado un mayor nivel de progreso, por ejemplo. Eso solo lo puedes conocer a ciencia cierta por estas vías”.

¿Refleja la posición en estas clasificaciones la realidad de nuestras universidades? “El sistema universitario español tiene una elevada calidad, como prueba el hecho de que un buen número de universidades españolas aparecen en el Top 500 del mundo”, subraya Jesús Rodríguez Pomeda.

“Los rankings internacionales más influyentes incluyen a buena parte de las universidades españolas o, como mínimo, a las más destacadas bajo los diferentes prismas que el conocimiento actual permite”, concluye Elias.

Fuente: El País