La evolución bursátil, sobre todo tras las subidas del pasado viernes, se presta al análisis facilón, reflejado en distintos medios: “Las Bolsas van al alza tras el adelanto electoral”. En realidad, la subida del Ibex 35 se debió a la expectativa de que China y Estados Unidos limen asperezas comerciales. La realidad hasta el momento es que, como ha recordado la economista jefa del FMI Gita Gopinath, el ciclo ha cambiado más rápido de lo esperado. Esto influye hondamente en España. De nada sirve atribuir demasiados cambios en la economía a los escasos nueve meses que este Gobierno ha estado al mando con las limitaciones que le ha impuesto su representación parlamentaria.

La economía española ha seguido creciendo desde 2015 casi ajena a los distintos avatares electorales. Y ha habido unos cuantos. Los impulsos para el crecimiento han venido de tres fuentes. Una casi agotada y dos en pleno declive. Las reformas estructurales que la economía española acometió en 2012 y 2013 fueron impulsadas por la UE como exigencia por la ayuda financiera. Sin ser perfectas, permitieron acelerar los ritmos de creación de empleo y, sobre todo, recuperar buena parte de la credibilidad fiscal. Tras esos impulsos, las reformas se han ido difuminando. Una vez más no las hacemos creciendo, que es cuando verdaderamente tocan. Los otros dos factores —que ahora están en cuestión— son la coyuntura favorable de la economía mundial y los vientos de cola (petróleo barato y liquidez a chorro del BCE con tipos de interés por los suelos).

Lo que ahora se afronta es una desaceleración porque los motores externos parecen perder fuerza. Es lo que realmente pesa. Eso sí, la coyuntura hoy es distinta a la de 2015 y 2016. No es lo mismo que un país afronte elecciones sin Presupuestos que con ellos. O con desequilibrios presupuestarios sin resolver que encauzados. Aun así, en estos meses hasta la formación de gobiernos a diferentes escalas territoriales, pesarán mucho más factores como el verdadero impulso de economías como la alemana (ahora en cuestión), la capacidad de resolución de un Brexit que huele a larga prórroga (o a caos) o, por último, a la posibilidad de que se resuelvan las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos. España tiene una cuota importante de afectación en algunas de estas materias. Es uno de los países con mayor conexión comercial, turística y financiera con Reino Unido. También es uno de los que mantiene más la atención en los problemas de varios emergentes, en particular (a diferentes niveles) de Venezuela, Argentina y Brasil.

Lo que ocurra en el mundo importa mucho pero hace tiempo que parece que no fuera así. Internacionalmente, 2019 parece un partido con dos tiempos. El de la primera parte del año parece una prórroga de ganancias empresariales en Estados Unidos y de cierto impulso bursátil, sobre todo si el proteccionismo se reduce. Pero los análisis apuntan a una segunda parte del año más sombría si no hay nuevos impulsos. Justo cuando, seguramente, España alumbre un nuevo Gobierno… que debe mirar al exterior.

Fuente: El País