Google mostró ayer la primera herida de guerra de la batalla que mantiene con la Comisión Europea. La multa de 4.340 millones de euros que le impuso Bruselas la semana pasada, por considerar que el buscador utiliza prácticas ilegales con Android para expandir su dominio en búsquedas en internet, le ha hecho caer su beneficio hasta los 3.195 millones de dólares en el segundo trimestre del año. Sin contar con dicha carga extraordinaria, el resultado hubiera ascendido a 8.266 millones, un 60% más.

Pese a lo abultado de esta cifra, el gigante de internet mostró una salud financiera que muchos querrían para sí. Sus ingresos batieron las previsiones de los analistas y crecieron un 25,5%, hasta los 32.657 millones de dólares. La mayor parte de esa cifra (28.087 millones) correspondieron a ingresos por publicidad, y las búsquedas móviles tuvieron un papel importante. En el conjunto del primer semestre, los ingresos de la firma también ascendieron a 63.803 millones, un 25,7% más que en el mismo periodo de año anterior.

Las buenas cifras impulsaron las acciones de la compañía. Subieron un 5% en las negociaciones after hours, y hoy seguían creciendo en torno a un 4% a media sesión. Pero la sombra del castigo de Bruselas se hizo patente en la posterior conference call que mantuvo el consejero delegado de Google, Sundair Pichai, con los inversores. El directivo aseguró que era demasiado pronto para decir cómo los cambios exigidos por la Comisión Europea para cambiar su modelo de comercialización de Android podrían afectar a los negocios de su empresa en el largo plazo. Y admitió que “hay mucho trabajo por hacer”.

Es evidente por las palabras de Pichai que, pese a que a primera vista, la multa de la Comisión Europea no parece haber hecho mella realmente en Google, al menos no a los ojos de los inversores, el problema no ha desaparecido, sino que más bien empieza ahora.

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Bruselas le ha exigido cambios de calado en la forma de operar con su plataforma Android. Unos cambios que, si finalmente se ejecutan (la compañía ha anunciado que va a recurrirlo), podrían afectar a las enormes ganancias de Google provenientes de su negocio publicitario, ligado a las búsquedas. Y, en este contexto, no hay que olvidar que es precisamente este negocio el que hoy por hoy está tirando del gigante de internet y el que mantiene tan felices a los inversores, pese a la multa.

El imperio móvil de Google se enfrenta pues a un gran desafío. Pichai insinuó en una reciente publicación en su blog que la decisión de Bruselas podría obligarles a cambiar su modelo comercial de Android, lo que potencialmente podría llevarles a cobrar a los fabricantes de dispositivos una tarifa por usar su plataforma móvil. Pero también hay sospechas entre los analistas de que los socios de Google en Android (los fabricantes de terminales) podrían ganar fuerza para exigir pagos más altos a la compañía a cambio de utilizar sus aplicaciones, al menos en Europa. Un cambio de reglas de juego en mitad del partido.

Pichai no ha dejado claro en ningún momento si planea separar el navegador Chrome y su servicio de búsquedas Search de Android, pero sí ha advertido que la decisión de Bruselas puede hacer añicos el delicado equilibrio que permitió evitar que su compañía cobrara a los fabricantes por licenciar Android. Hasta ahora, Google ofrece Android de forma gratuita, y obtiene ingresos por la publicidad asociada al uso de sus aplicaciones sobre esta plataforma.

Este lunes, Pichai, que teme que se favorezca los sistemas propios como el iOS de Apple frente a las plataformas abiertas como Android, trató de mostrar cierta calma y aseguró que tiene “confianza en poder encontrar una forma de asegurarnos que Android esté disponible a escala para los usuarios de todo el mundo. Siempre adoptaremos un enfoque constructivo (…) y esperamos encontrar una solución que preserve los enormes beneficios de Android para los usuarios”.

Un deseo que resulta más vital que nunca, pues Alphabet, la matriz de Google, se enfrenta a un mercado cada vez más competitivo, a medida que otras compañías como Facebook y más recientemente Amazon, logran avanzar (esta última de forma peligrosa para ella) en este terreno.

El pasado marzo, la firma de investigación eMarketer estimó que Google capturaría este año en torno al 37% de las inversiones en publicidad digital en EE UU; dos puntos ya por debajo de 2017. No obstante, a pesar de la competencia, Alphabet, la matriz de Google, dijo que la presión de los costes de adquisición de tráfico, que refleja lo que paga la compañía a otras compañías por conducir a los usuarios a sus sitios, ha caído del 23% al 22%.

Con la competencia acechando en el negocio publicitario y con la sanción de Bruselas como una espada de damocles, Alphabet, con una capitalización que ronda los 855.000 millones de dólares, presumiblemente acelerará su diversificación de negocios. La compañía ya explota actividades como la computación en la nube, los contenidos con YouTube y el negocio de los automóviles sin conductor, con su firma Waymo. Aunque no revela datos precisos, sí explica que están creciendo. Su área de Otras Apuestas, donde está incluida la citada Waymo, reportó en el segundo trimestre una pérdida operativa de 732 millones de dólares, por encima de los 633 millones del año pasado.

A la espera de que Google dé detalle sobre cómo cambiará sus operaciones comerciales para adaptarse a las demandas de Bruselas, también convendría mirar los riesgos que se corren con estos cambios, algunos de los cuales podrían penalizar al consumidor con un mayor coste del hardware.

Fuente: Cinco Días