Hay ciudadanos que dedican su tiempo libre a observar su entorno y recoger información. Miden los cambios en el tiempo atmosférico, el estado de los ríos que riegan sus campos o la calidad del aire de sus ciudades. Son personas de a pie con diferentes grados de formación que contribuyen a la investigación aportando datos tomados de primera mano. Estas personas están participando cada vez más en cuanto a revelaciones científicas se refiere y lo hacen desde sus propias casas. Se trata de una práctica tradicional que ahora se está viendo influida por la irrupción de la tecnología: la llegada del código abierto hace más fácil la colaboración entre distintos ciudadanos científicos para producir resultados sorprendentes.

Es el caso de un grupo de vecinos del barrio Sunset Park, en Brooklyn, Nueva York, que consiguió demostrar que las concentraciones de nanopartículas contaminantes en la autopista que pasa cerca de sus casas son, en promedio, cinco veces más altas de lo admisible. Consiguieron llegar a este descubrimiento utilizando el Airbeam, un dispositivo que mide la contaminación del aire. “El peligro que representan para la salud humana es que son tan pequeñas que atraviesan los pulmones y entran en nuestro torrente sanguíneo. Causan problemas a corto plazo como asma y bronquitis y problemas a largo plazo como cáncer y enfermedades cardíacas”, explica Michael Heimbinder, fundador de Habitatmap, la ONG que diseñó el aparato, en el documental La ciencia del descubrimiento colectivo, producido por Red Hat.

El dispositivo está diseñado siguiendo las directrices del código abierto, es decir, es modificable tanto a nivel de hardware como de software y sus datos, accesibles. Está conectado con una app que permite leer los resultados en un móvil y sirve para que los ciudadanos puedan medir exactamente la cantidad de contaminación que les está afectando y compartir los datos. Los vecinos utilizaron este aparato para registrar los cambios en la calidad del aire de su barrio, donde la tasa de asma y otras enfermedades de las vías respiratorias es más alta que en otras zonas de la ciudad. “Sabíamos que esto era así, pero no podíamos cuantificarlo”, explica Brian González, youth organizer de Uprose, una organización que agrupa a la comunidad latina de Sunset Park y que promueve la sostenibilidad del barrio. “Cuando salimos y tratamos de encontrar las respuestas por nosotros mismos es cuando realmente estamos aprendiendo. Ahí es cuando nos convertimos en científicos”.

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Este es un ejemplo de cómo los ciudadanos científicos que utilizan código abierto “pueden unirse en favor de una causa común y progresar de una manera más rápida”, explica Leigh Day, vicepresidente de marketing y comunicación en Red Hat. “Antes, estaban limitados por su difícil acceso a procesos científicos y materiales. A través del código abierto, pueden acceder y compartir datos y observaciones de investigación en bruto, trabajar juntos para observar patrones y, finalmente, verificar sus hallazgos de una manera más fácil”.

Los avances en tecnología como la nube, el big data y la inteligencia artificial también han hecho que los descubrimientos sean más accesibles, pero cada una de estas áreas también está siendo impulsada por el código abierto. “Así, las agendas científicas pueden ser establecidas por los ciudadanos, los datos pueden ser compartidos y el software y hardware de código abierto pueden usarse para ayudar en el proceso científico”, continúa Day, que asegura que “el acceso abierto y la colaboración están cambiando lo que significa ser un científico”.

  • También en España

La colaboración entre vecinos se traduce en información más rica para llegar a conclusiones más rigurosas y el código abierto lo hace más sencillo. Los primeros pasos que se han dado en España tienen esta idea de fondo. La Fundación Ibercivis desarrolla una web desde 2016 que agrupa y clasifica todos los proyectos de ciencia ciudadana que se están llevando a cabo. Este proyecto, cofinanciado por el Fundación Española Para la Ciencia y la Tecnología, permite que cualquier persona pueda ver rápidamente los casos y que pueda subir su propia experiencia geolocalizándola en el mapa. “El principal uso de este recurso es que cualquiera pueda ver quién hace qué en la ciencia ciudadana española. Se pretende aumentar la coordinación y la eficiencia de los esfuerzos”, se lee en el Informe Observatorio Ciencia Ciudadana de 2017. “Al dejar el formulario abierto a cualquiera se pretende que no solo aparezcan proyectos activos, sino que cualquier grupo de investigación usando datos ciudadanos, cualquier comunidad de afectados o cualquier desarrollador que comparte alguna herramienta pueda hacerlo libremente”.

Actualmente, España cuenta con 177 proyectos distribuidos por toda la geografía y que abarcan un amplio abanico de ramas de la ciencia. Este conjunto, a pesar de estar todavía incompleto, da una idea de la multitud de iniciativas que hay vigentes. España es el noveno país del mundo que más ciencia ciudadana produce y su impacto en las publicaciones sigue creciendo a nivel global con una evolución creciente y sostenida.

Fuente: El País