La inteligencia artificial ya reescribió las reglas de la industria logística y financiera, con robots que se mueven a sus anchas por los almacenes y ordenadores que negocian millones de dólares sin supervisión. Ahora promete revolucionar el sector agrícola con tecnologías de reconocimiento que podrían reducir drásticamente el uso de herbicidas.

John Deere es uno de los primeros gigantes del sector en verlas venir. El fabricante de maquinaria agrícola invirtió en septiembre del pasado año 305 millones de dólares para quedarse con Blue River Technology, una startup de California que desarrolla máquinas capaces de identificar a las malas hierbas para fumigarlas una por una, evitando el despilfarro y aumentando la eficacia de los herbicidas. De acuerdo con sus estimaciones, la inteligencia artificial podría reducir hasta en un 90% el uso de pesticidas.

El software detrás de las máquinas de Blue River es similar al que da vida a los coches autónomos: una base de datos en continua expansión con cientos de miles de fotografías de cultivos y de malas hierbas. Las cámaras de la máquina, que funciona acoplada al tractor, sacan fotos de las plantas, un ordenador procesa las imágenes y los chorros fumigadores caen sólo donde es necesario.

El caso de Azucarera

Azucarera es una de las empresas agroalimentarias españolas con un proyecto de Big Data y aprendizaje automático (conocido en inglés como ‘machine learning’). Después de un siglo comprando remolacha española para hacer azúcar, tienen una cantidad de información abrumadora sobre los tratamientos que ha recibido cada parcela, variedades y fechas. Según Iván Martín, responsable agronómico de la empresa, “con esos datos estamos creando un modelo que permita al agricultor entender cómo afectan las distintas decisiones a su cultivo específico y cuáles son las mejores prácticas para él, de acuerdo con información que se va actualizando de forma que el sistema sigue aprendiendo constantemente”.

Aunque no es artificial, en España hay otro caso destacado de inteligencia aplicada a la producción agrícola y es el de Damià Bover. Este agricultor mallorquín ha desarrollado una máquina de labrar de bajísimo consumo, una característica que le permite funcionar con energía solar y, lo más importante, no compactar la tierra por el peso del motor de un tractor tradicional. Como dice la catedrática de la Escuela de Ingeniería Agronómica de la Universidad Politécnica de Madrid, Pilar Barreiro, “ha resuelto lo más difícil para suelos con humedad, que es la tracción. Metes un tractor de 50 caballos y se quedan atascados, pero él trabaja con sólo 0,5 kilovatios”.

El director de nuevas tecnologías de Blue River y hoy parte del grupo John Deere, Willy Pell, dice que trabajar bajo el paraguas de la conocida marca estadounidense ha multiplicado el impacto que podían tener con su producto, gracias a “la capacidad de Deere de crear miles de máquinas fiables y distribuirlas por todo el mundo”. La asociación con la industria de la maquinaria agrícola parece natural y beneficiosa para las dos partes, ¿pero qué va a ser de las agroquímicas de toda la vida si prosperan las soluciones de inteligencia artificial? El mercado mundial de herbicidas mueve hoy 27.000 millones de dólares, ¿se va a achicar en un 90%?

Para Pell, la inteligencia artificial no tiene por qué significar el fin de las agroquímicas, mientras sepan reaccionar “adoptando el nuevo enfoque”. “De hecho, nosotros trabajamos con [la multinacional agroquímica] Syngenta, que ha invertido en Blue River y sigue trabajando con nosotros porque lo ve como una oportunidad para desarrollar productos de otra manera”.

Renaud Deval, jefe en la unidad de control de malas hierbas de Syngenta, dice que la posible reducción en el volumen de químicos usados no es una mala noticia , debido, precisamente, a las nuevas oportunidades que se abren: “Las malas hierbas están haciéndose resistentes a los herbicidas de uso general, si estas nuevas tecnologías permiten aplicar herbicidas selectivos, podremos diseñar nuevas moléculas que hasta ahora no habían sido posibles debido al impacto sobre la salud humana que tienen los herbicidas de uso general”.

Otra de las grandes que no quiere quedarse atrás es la química de origen alemán BASF, que está ultimando la adquisición del negocio digital agrícola de Bayer. Para cerrar la compra (y posterior absorción) de Monsanto en 2018, Bayer se vio obligada por las autoridades europeas y estadounidenses de defensa de la competencia a vender a BASF varios de sus negocios agrícolas. Uno de ellos es el Smart Spray, un sistema de dosificación selectiva de químicos en el que Bosch desarrollará las máquinas y BASF se encargará de las fórmulas.

Además de Bosch, las otras dos empresas de origen europeo trabajando en máquinas inteligentes para uso agrícola son la suiza Ecorobotix y la danesa Agrointelli. La segunda ha desarrollado un programa que optimiza el itinerario de los tractores y un vehículo autónomo ligero llamado Robotti que aprende a medida que toma fotos. Según el director de Agrointelli, Ole Green, sus Robotti son capaces de fumigar selectivamente las malas hierbas y también revisar los cultivos para entender las necesidades de agua y nutrientes de cada planta.

Según él, ya están más que listos para manejarse solos pero la legislación europea impide por el momento que funcionen sin un operador cerca. Aunque Agrointelli ya los está vendiendo en Noruega, Holanda, Bélgica y Dinamarca (en España buscan distribuidor), Green dice que esa limitación regulatoria se ha convertido en el principal ‘pero’ cuando pronuncia su discurso de ventas. “Muchos agricultores me dicen que quieren uno pero que les permita quedarse en casa tomando café, y que mientras eso no se pueda, prefieren seguir con su tractor de siempre”.

Fuente: El País