El presidente de China, Xi Jinping, tiene claro que el futuro pertenece a la inteligencia artificial. “Está cambiando el orden socioeconómico. Puede beneficiar al ser humano y convertirse en un nuevo motor económico”, dijo el pasado lunes a través de un comunicado que sirvió para inaugurar la primera Conferencia Mundial de Inteligencia Artificial, celebrada en Shanghái la semana pasada. El viceprimer ministro, Liu He, apuntaló esta idea. “Se abren nuevas oportunidades que no podemos perder”, afirmó.
Algunas de esas oportunidades se materializaron en algo concreto en los llamados pabellones de la experiencia, en los que el público se acerca boquiabierto a máquinas y aplicaciones que perfectamente podrían haber salido de películas de ciencia ficción: una diadema que permite controlar un brazo biónico con la mente, una cápsula que hace un diagnóstico integral de nuestra salud en cuestión de minutos, algoritmos que previenen el cáncer con un escáner, cámaras que reconocen rostros y vehículos entre miles de millones en cuestión de segundos, coches que determinan si el conductor no presta atención a la conducción y frigoríficos que saben lo que quieres comer antes de que tengas hambre.
“En el desarrollo de la inteligencia artificial va a haber dos etapas: en los próximos dos o tres años, nos permitirá hacer mejor lo que ya somos capaces de hacer. Por ejemplo, nos podremos comunicar con quienes no hablan nuestro idioma gracias a los traductores simultáneos -la conferencia, de hecho, se traduce en tiempo real utilizando un algoritmo que apenas comete errores-. Y, en cinco o diez años, nos permitirá hacer cosas que hasta ahora nos resultaban imposibles. Lo mismo que sucedió con los aviones y volar. Vamos a poder crear ángeles de la guarda personales que nos adviertan de los peligros a los que estamos a punto de enfrentarnos, por ejemplo, y prevenir sus consecuencias”, vaticina Raj Reddy, ganador del Premio Turing y miembro de la Academia China de Ingeniería.
Además, Reddy prevé que el aumento de la eficiencia y de la productividad en diferentes ámbitos propiciará que el PIB mundial alcance los 1.000 billones de dólares en 20 años. Trece veces la cifra actual. “La revolución va a ser global y se va a dar en todos los sectores: desde la agricultura hasta la medicina”, añade Pan Yunhe, director del Comité Consultivo Estratégico para la Nueva Generación de Inteligencia Artificial de China. “Antes la inteligencia artificial simulaba la inteligencia humana, pero ahora sabemos que eso es ilógico. De hecho, los robots más eficaces no son los que copian nuestra fisonomía, sino los que están diseñados para hacer una función concreta, como los que se utilizan en centros de logística”, explica.
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“Es evidente que las máquinas nos superarán en muchos aspectos. Incluso en los intelectuales, como ha demostrado Alpha Go. No tiene sentido competir con ellas. Pero la verdadera revolución llegará con la inteligencia artificial 2.0, que aunará la inteligencia de las máquinas y la humana”, añade Pan. “Eso nos permitirá alcanzar un nivel en el que podremos predecir el futuro y evitar el curso negativo de la historia”, apostilla.
Este discurso provoca un profundo silencio entre el público. Pero Jack Ma, fundador y presidente ejecutivo del gigante del comercio electrónico Alibaba, decide ahondar en estas ideas. “Estamos ante un nuevo modelo de vida en el que la inteligencia artificial y la computación de datos van a cambiar todo en menos de tres décadas. Las máquinas no operan como nuestro cerebro, de la misma forma que los coches no se mueven como los humanos, con piernas. Tenemos que aceptar que nunca correremos más que un coche, y que las máquinas terminarán siendo más inteligentes que nosotros. Pero no serán sabias, ni tendrán sueños o anhelos. Debemos concentrarnos en lo que nos hace humanos”, afirma.
Si bien Ma considera que la adopción de la inteligencia artificial no es opcional, “porque las empresas que no lo hagan morirán”, también lanza una advertencia seria al respecto: “La tecnología solo tiene sentido si crea un mundo mejor. Si sirve para proporcionar soluciones a problemas sociales y económicos existentes, evitando crear problemas nuevos”.
El fundador de Alibaba reconoce que se destruirán empleos, y admite también que no está claro si los que se vayan a crear serán suficientes o adecuados para quienes los pierdan. Por eso, Ma afirma que es necesaria una regulación gubernamental, e incluso estándares internacionales, destinados a evitar que la inteligencia artificial ensanche la brecha entre pobres y ricos. Pero también advierte contra el proteccionismo que exigen sectores como el del taxi, a cuya polémica con Uber y similares se refirió sin mencionarlos.
“El Gobierno no tiene que regular si las leyes del mercado deciden que deben ser sustituidos por vehículos autónomos oponiéndose así al progreso. El Gobierno tiene que cerciorarse de que las carreteras sean seguras y de que la gente tenga oportunidades, pero no decidir cuáles”, recalca. “En su día, pasamos de trabajar 16 horas diarias a 8. Ahora quizá tengamos que trabajar 4, o solo 2”, propone. “Tenemos que estar a la altura y dejar un mundo mejor del que encontramos y evitar que esta revolución tecnológica lleve a una guerra como ha sucedido anteriormente”.
Ma Huateng, consejero delegado de Tencent y otro peso pesado de la economía de internet china, coincide en las amenazas que llegan con el desarrollo de la inteligencia artificial: “No hay ordenadores buenos y malos. Pero sí seres humanos buenos y malos que pueden utilizar esta tecnología para extender virus informáticos, cometer fraudes e incluso para buscar la hegemonía mundial. Tenemos que asegurarnos de que las máquinas no nos sustituirán por completo, y de que habrá mecanismos para regular la inteligencia artificial”.
Curiosamente, China es un buen ejemplo de cómo esta tecnología puede fortalecer a un gobierno autoritario. No en vano, los sistemas de reconocimiento facial y de voz ya se utilizan por parte de sus fuerzas de seguridad para mantener el orden público en lo que algunas organizaciones pro derechos humanos consideran como el estado policial perfecto, en el que la población está totalmente desprotegida frente a un Gobierno dictatorial omnipotente. Y no faltan quienes señalan que esa es una de las razones por las que el Partido Comunista comunista pone tanto énfasis en su desarrollo.
Claro que los empresarios chinos prefieren no mencionar este hecho polémico. No obstante, Robin Li, cofundador y consejero delegado de Baidu -el Google chino-, sí que hace hincapié en la dimensión ética de esta tecnología. “La inteligencia artificial debe ser controlable y segura”, afirma. Pero arrima el ascua a su sardina y pone el vehículo autónomo -uno de los grandes proyectos de Baidu con la plataforma Apollo- como ejemplo: “Por un lado, la combinación de hardware, software, big data e inteligencia artificial nos permitirá movernos sin accidentes y con la mayor productividad posible, sin perder millones de horas al volante. Por otro lado, hará el urbanismo mucho más sostenible y eficiente. El coche será eléctrico y buscará aparcamiento por sí solo sin derrochar recursos”, avanza.
Además, Lei Jun, consejero delegado de Xiaomi, predice que nuestros electrodomésticos nos escucharán, comprenderán, y se adelantarán a nuestras necesidades. “Hace dos años, la inteligencia artificial nos preocupaba. Hasta que decidimos convertirla en una prioridad”, admite Lei, cuya empresa ha construido ya el mayor ecosistema inteligente preparado para adaptarse al internet de las cosas. “Ahora muchos se ríen de los asistentes inteligentes porque tienen pocas funciones, pero terminarán convirtiéndose en la llave de un nuevo mundo”, vaticina.
Tecnologías como las redes 5G serán las que permitan poner en marcha esta nueva era, en la que los datos lo determinarán todo. “Hasta ahora nos hemos enfrentado a dos problemas: los ciclos de computación y el ancho de banda. El 5G y la computación en la nube los resolverán”, señala Lu Hao, responsable de Innovación de Yitu. “El cambio que van a propiciar es tal que ahora mismo ni siquiera podemos imaginar cómo será el mundo en solo veinte años”, sentencia. No es la primera vez que sucede. Basta volver a ver Blade Runner para comprobar cómo el ser humano se imaginó coches voladores para principios del siglo XXI pero no supo prever la tecnología que más ha cambiado nuestras vidas desde que se inventó la electricidad: internet.
Fuente: El País