Hace seis años en lo peor de la Gran Recesión, cuando España se lamía las heridas tras ser rescatada por Bruselas, un exministro popular explicaba que la economía española era un cuatrimotor que volaba impulsado por un único propulsor: el sector exterior. El despegue de las exportaciones alivió la amargura de la crisis. Meses más tarde ese avión que en el imaginario de aquel ministro era la economía española, tomaba altitud impulsado por los vientos de cola. El petróleo barato, los reducidos tipos de interés propiciados por el BCE y la buena marcha de la economía mundial, con EE UU tirando del carro, contribuyeron a la rápida recuperación de la actividad en España.
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El país encadenó tres años creciendo por encima del 3%. Un ritmo mucho mayor que los socios comunitarios. Este dinamismo permitió a mediados del año pasado recuperar el terreno perdido durante la crisis.
Tras unos años iniciales en los que todos los indicadores económicos (PIB, mercado laboral, comercio…) se mostraban efervescentes, este verano han comenzado a aparecer datos menos brillantes. Las cifras de empleo de agosto fueron peor de lo esperado, las exportaciones pierden fuelle y el consumo se debilita.
«Sin alarmas»
Desde la oposición han aprovechado esta coyuntura para culpar al nuevo Gobierno socialista de perjudicar la actividad. En las últimas semanas la ministra de Economía, Nadia Calviño, se ha lanzado a defender la buena salud de la economía española. La semana pasada aseguró en el Senado que está «tan preocupada» por la situación como lo estaba el PP hace tres meses cuando consideraba que la situación en España «era magnífica». Durante su intervención reconoció que la economía vive «una tendencia de desaceleración» en los últimos trimestres. De hecho, el anterior Ejecutivo del PP también pronosticaba una ligera suavización de la actividad a final de año. La ministra avisó a los pesimistas: «No tenemos que hacer sonar las alarmas ante unos datos aislados, sino tomar medidas adecuadas para que nuestro crecimiento sea robusto».
Los expertos no ven riesgos en esta ralentización, que, por otra parte, ya esperaban. Achacan la situación a tres factores: el fin de los vientos de cola, la estabilización de la actividad tras el rebote inicial de la recuperación tras la crisis y la inestabilidad internacional. Reconocen que aunque la economía pierde algo de velocidad sigue progresando a un ritmo sostenido. De hecho, mantiene el diferencial de crecimiento con los socios comunitarios.
Fin del efecto rebote
«Es cierto que se ha iniciado una desaceleración. España venía de un crecimiento muy fuerte por el efecto rebote tras la crisis y ahora se encamina a una fase más madura», explica Ignacio de la Torre, economista jefe de la firma de asesoramiento financiero Arcano.
Además, tras la pérdida de velocidad subyacen factores externos. Funcas, el think tank de las antiguas cajas de ahorro, ha rebajado esta semana su previsión de crecimiento para este año, hasta el 2,6%, una décima menos que la proyección oficial del Gobierno, que sitúa el avance del PIB en el 2,7% este año. «La actualización se debe a un entorno externo menos favorable», sostiene. La Autoridad Fiscal (Airef) proyecta un crecimiento similar y estima una evolución del PIB del 0,6% en los dos próximos trimestres.
María Jesús Fernández, analista de Funcas, enumera esos riesgos globales: «las turbulencias en los mercados emergentes, las tensiones proteccionistas, el auge del populismo en países europeos, el Brexit o burbujas en algunos mercados financieros». Fernández sostiene que «mantener ritmos de crecimiento por encima del 3% durante mucho tiempo en España es muy complicado». Y subraya: «Que crezcamos menos no significa que vayamos a un parón».
El BCE también ha corregido a la baja sus previsiones para la zona euro. Avisa de que las tensiones por la guerra comercial desatada por EE UU son el mayor riesgo para la economía global. Pero resta importancia a la crisis por la que atraviesan algunas economías emergentes, como Turquía o Argentina. A pesar de la leve corrección, Mario Draghi, presidente del BCE, se mostró optimista sobre la economía europea.
El consumo se modera
«Me parece un poco exagerado esta alarma sobre la ralentización. Las economías aceleran y desaceleran sin necesidad de que caigan en una crisis», explica Juan Ignacio Crespo, analista financiero. «Lo único que podría inquietarnos es lo que está ocurriendo en los mercados emergentes y la desaceleración del comercio mundial». Crespo admite que los últimos datos coyunturales «son algo menos buenos de lo que eran hasta ahora, pero», insiste, «no tendrían que preocupar si no fuera por los elementos externos».
La recuperación de los destinos turísticos tradicionales como Egipto o Túnez está afectando al sector en España, que llevaba años encadenando récords. Aunque la industria turística española sigue viviendo una época dorada, cada vez le cuesta más mantener el vigor, describe Gonzalo García, analista de mercados de AFI.
Este experto también señala que las exportaciones están lastradas por las consecuencias negativas del Brexit en el comercio con el Reino Unido o los malos datos económicos de Francia. «Son nuestros principales mercados exportadores», recuerda. En el extremo opuesto destaca la recuperación del sector inmobiliario. La compraventa de casas se extiende con fuerza a toda España y añade energía a la actividad económica.
Ignacio de la Torre admite que los motores sobre los que se asienta la economía española (las exportaciones de bienes y servicios y el consumo) se han debilitado. «El consumo, el principal componente del PIB, está algo peor debido a la subida del precio del petróleo, algo a lo que somos muy sensibles». Explica que «esto encarece muchos productos y conlleva una caída de la renta disponible de los hogares». Pero, advierte, que es una cuestión coyuntural. Y pronostica que «el consumo se recuperará» porque, dice, «los salarios son aún muy bajos. Se espera que comiencen a subir conforme se reduzca el paro». Además, España seguirá creando empleo, aunque a un ritmo más lento. «Todo esto contribuirá a mantener el consumo», dice. Y el avión al que se refería metafóricamente el exministro podrá mantener el vuelo alto.
Fuente: El País