Cuando hablamos de blockchain ante una audiencia no experta, suelen darse dos escenarios muy habituales. Un primero en el que el interlocutor desconoce por completo de qué le estamos hablando; y un segundo donde mencionar la palabra lleva directamente a un concepto también un tanto novedoso: el bitcoin o las criptomonedas. Para lograr una comprensión real del término y del impacto social de esta tecnología, podemos resumirla, desde un punto de vista técnico, del siguiente modo: se trata bases de datos, no de ficheros sino de transacciones, cuya veracidad e inmutabilidad se garantizan de una forma descentralizada gracias a las matemáticas, la criptografía y el poder de la comunidad.

El blockchain supone el paso definitivo de las bases de datos relacionales a las bases de datos distribuidas que, explicadas con un símil cotidiano son una suma casi perfecta del mecanismo de validación de los billetes de avión y el de los billetes de metro. En el caso de los billetes de avión, el propio ticket es el dato pero no tiene validez en sí mismo, sino que necesitamos que el personal de tierra de la puerta de embarque lo verifique. Si el código único de nuestro billete coincide con el de los sistemas centrales de la compañía, podemos montar en el avión, pero si los sistemas se caen, no hay manera real de asegurar la validez de nuestro ticket. En el caso del billete de metro, sí tiene validez en sí mismo: el tormo de acceso comprueba que cumple con el formato y hace una marca el propio billete sobre los viajes restantes. En el caso del blockchain, la información queda grabada en el billete y también en el nodo (que sería el torno), de tal modo que la inviolabilidad del dato está prácticamente garantizada porque sería necesaria una modificación simultánea del billete y de todos los tornos por los que ha pasado para que pudiera llevarse a cabo una lectura completa.

Una vez explicada la esencia misma de la tecnología, resulta evidente que sus aplicaciones son infinitas y van mucho más allá de las manidas criptomonedas, me gustaría poner el acento sobre las opciones que el blockchain ofrece al mayor gestor de datos de un país: la Administración Pública. Gracias a las cadenas de bloques se puede conseguir un gran impacto por ejemplo en la Hacienda Pública, ayudando a prevenir el fraude y el blanqueo de capitales. Asimimo, en aspectos de seguridad, los DNIs deberían evolucionar hacia una tecnología blockchain que garantice los derechos fundamentales de los individuos, por ejemplo en procesos electorales. Por no hablar de la Sanidad, donde se mejorarían sustancialmente las listas de espera y los procesos de admisión.

Desde luego, nunca fue tan fácil encontrarse ante tantas evidencias de por dónde va a ir el futuro, así que es el momento de que la Administración de un paso adelante, deje de ir al rebufo de la empresa privada y apueste e invierta para no perder su papel dominante en la gestión de información. No hacerlo seria un riesgo para todos. La incorporación de organismos públicos a iniciativas como el Consorcio Alastria, son una buena noticia. Sigamos por ese camino, y exijamos una gestión de los datos más eficiente, más segura y más social.

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Antonio Romero de la Llana es CEO de DataCentric.

Fuente: El País