Si hay una industria que forma parte de lo cambiante por antonomasia es la movilidad, al fin y al cabo su capital y su tarea se centran en la transformación física del mundo: la reubicación de las personas y las cosas. Sin embargo, el modelo está sufriendo modificaciones evidentes, que se hacen a veces indigeribles.

¿Qué está cambiando en nuestro entorno y en la industria de la movilidad? Está cambiando nuestra visión de un planeta cada vez más accesible; asistimos a una transformación de los aspectos demográficos, (esperanza de vida, milleniales y movimientos migratorios); muda, al mismo tiempo, la posición del consumidor, debido al papel de las plataformas tecnológicas y su nuevo empoderamiento para configurar la oferta; están transformándose los vehículos y las energías, (vehículos autónomos, platooning, drones y robots, electrificación, energías alternativas, inteligencias artificiales a bordo, proyectos de vehículos cooperativos y conectados a las infraestructuras y a redes de apoyo; está variando el desarrollo de la cadena de suministros (flujo de información, seguimiento y trazabilidad, el internet de las cosas (IoT), la inteligencia artificial, la ciberseguridad, el blockchain o el big data); está modificándose el contenido de las profesiones, su competencia y sus roles, a la vez que se perciben movimientos de intrusión de los no profesionales (a través de aplicaciones, tipo Uber-Pop o Amazon Flex). Por último, ha cambiado, y variará aún más, el concepto de autoría de algo: cada vez menos actividades bajo el paraguas de una misma empresa, cada vez más coordinación, cooperación y colaboración para lograr la intermodalidad.

Ese proceso afecta no sólo al mundo de la empresa sino también a la esfera pública y además está provocando que los perfiles de lo que llamamos público y privado, se comienzan a desdibujar de manera clara, ¿dónde empieza lo público y termina lo privado? Hablamos de empresa pública, que cada vez se parece más a una empresa privada en su organización, a la vez que se externalizan más tareas, contemplamos el transporte público frente a transporte privado, ¿tendrá mucho sentido seguir hablando de estas categorías jurídico-administrativas con los próximos cambios?; vemos el servicio público, normalmente sinónimo de servicio regular, y sin embargo se puede acabar pareciendo más a su antitético, lo ocasional, gracias a los programas y aplicaciones digitales; oímos hablar de políticas públicas en las que las asociaciones privadas tienen una capacidad de influencia y de definición; y hablamos de regulación pública, pero también asistimos al éxito de las autorregulaciones de sectores y empresas.

Esta redefinición de lo público y lo privado nos conduce a varias cuestiones.

¿Están preparadas nuestras estructuras políticas y administrativas para afrontar una regulación de la movilidad acorde con la aceleración de los tiempos? ¿Qué transformaciones deben abordarse? La respuesta es rápida, no lo están, y para afrontar los retos tienen que acometerse cambios de estructuras y organización y cambios de enfoque y política. La identificación tradicional del órgano regulador con sus competencias es demasiado rígida y deja espacios vacíos de la realidad que con el tiempo casi ningún organismo ocupa; se echa en falta una reflexión continua de la mejor organización para abordar los retos de cada momento.

¿Cuáles podrían ser las características de una política de movilidad del futuro? Varias son las líneas a destacar: un enfoque holístico, lejos de la ocurrencia coyuntural; liderazgo compartido público-privado junto con políticas de concertación; separación de los espacios técnico-administrativos y los políticos; consenso político de asuntos esenciales; necesidad de un departamento de movilidad de forma completa, incluyendo en ellas la política de tráfico y seguridad vial.

¿Nos dirigimos al compás de esta revolución digital, hacia un nuevo modelo de regulación? La regulación es el ámbito donde se desenvuelven las actuaciones privadas y particulares, y no puede ser ni simple ni sencilla porque no es solo una acción normativa sino de innumerables herramientas, no es obra de un solo organismo, y requiere una visión global de los retos.

¿Sobre qué, por quién y cómo debe abordarse la actividad reguladora del transporte y la movilidad? Los retos actuales de la regulación pasan por una serie de puntos básicos.

1.- El qué de la regulación, los aspectos críticos que son horizontales tienen que incorporarse a la política de movilidad: las actuaciones sobre el medio ambiente; la garantía de los derechos de los trabajadores y de los consumidores y usuarios; mecanismos de defensa ante abusos y malas prácticas; la seguridad, en un sentido global (security/safety/legal certainty); la transparencia de las transacciones; el funcionamiento del mercado desde la óptica de la libre competencia.

2.- El quién de la regulación. Los modelos organizativos requerirán una mayor integración, vía organizativa, o bien mediante herramientas de coordinación, cooperación, consorcio o colaboración, desde las entidades locales a las subestatales, estatales y supraestatales

3.- El cómo de la regulación. Se requiere la provisión de marcos regulatorios estables, previsibles y eficientes, combinar el corto con el largo plazo, lo urgente con lo importante, por lo tanto disponer de una reflexión estratégica viva en todo momento.

En definitiva, a los grandes cambios que la evolución tecnológica está introduciendo en la industria de la movilidad, le acompaña una crisis de conceptos como lo público y lo privado. Y es que la tecnología acelera el proceso de cambio, todo parece quedar en entredicho y todo se redefine, pero no nos olvidemos de las personas, sometidas a un mundo en transformación, y que requerimos de una atención especial que como ciudadanos, trabajadores, empresarios o consumidores nos hace falta para que el empoderamiento tecnológico sea real y no un factor de debilidad y abuso. Las personas somos el centro de esta actividad económica y social, y la llegada de la tecnología disruptiva nos obliga a estar atentos y observantes, desde lo local y desde lo global, a esos procesos sutiles que van modificando el escenario de la movilidad.

Josep María Fortuny/ Juan Miguel Sánchez son miembros del Think Tank Movilidad de la Fundación Corell

Fuente: Cinco Días