El almacenamiento es el Santo Grial de un nuevo mundo que quiere utilizar más energías limpias. La empresa HessTec (Hybrid Energy Storage Solutions), que acaba de quedar finalista en el Web Summit de Lisboa, la cumbre de innovación y tecnología más grande de Europa, se dedica precisamente a eso. En palabras de su consejero delegado, Eugenio Domínguez, quiere, combinando distintas tecnologías, reducir el coste del almacenamiento de la energía y a la vez hacerlo más flexible y fácil de gestionar en tiempo real. Formada por once ingenieros y un economista, la empresa facturó 450.000 euros el año pasado pero para 2020 va a saltar —calculan sus propietarios— hasta los seis millones de euros.

Como muchas soluciones innovadoras, la empresa buscó su hueco en el mercado tras detectar un problema. Porque el nuevo paradigma energético (la integración de fuentes limpias y renovables) trae obvias ventajas pero también algunas complicaciones. La energía solar o eólica no proporcionan un suministro continuo porque no hay sol y viento de manera sostenida, y eso es perjudicial para ese flujo de electrones que llamamos corriente eléctrica, que necesita una frecuencia y una tensión constante para un funcionamiento óptimo.

Para compatibilizar los ciclos diferentes de generación de electricidad y demanda de consumo las baterías son una solución, pero en el mercado se encuentran distintos tipos en función de la reacción química que utilicen. En HessTec exponen que algunas soluciones químicas de alta potencia, como los ultracondensadores, permiten almacenar y ceder energía de forma muy rápida, pero en poca cantidad; otras, como las variantes del litio (litio-ferrofosfato, polímeros, etcétera) toleran en algunos casos más capacidad de energía y en otros más potencia, pero el litio se recicla mal y por tanto encarece el proceso. Las baterías de plomo acido, en cambio, tienen un reciclado sencillo, pero contaminan más. En suma, cada una de estas soluciones tecnológicas ofrece ventajas e inconvenientes, que no aconsejan optar solo por una.

Lo que propone HessTec es utilizar una u otra según convenga y gestionarlas en tiempo real para optimizar su rendimiento, su coste, su rapidez a la hora de absorber o ceder energía y su rentabilidad, todo ello en función del momento de la demanda, de la generación, de la ubicación de la central y de la fuente de energía utilizada, entre otros parámetros. Este fue el razonamiento que alumbró el nacimiento de la empresa en 2007, que quebró producto de la crisis, pero que, gracias a nuevos inversores internacionales y un apoyo del CDTI del Ministerio de Ciencia e Innovación, resurgió de sus cenizas en 2018.

Según Rafael González, responsable de marketing de la compañía, sus desarrollos se traducen “en una menor inversión frente a sistemas tradicionales (entre un 15 y un 25%), menos gastos en operación y mantenimiento (entre un 25 y un 35%), lo que aumenta los beneficios gracias a la posibilidad de proporcionar diferentes servicios con una única solución”.

De Endesa al Ejército

HessTec ha trabajado en el proyecto Enel-Endesa en la isla canaria de La Graciosa, un plan para que el puñado de tierra cercana a Lanzarote en el que viven 600 personas sea completamente autosuficiente en energía. También ha estado involucrada en otros proyectos, algunos internacionales, como el que firmó para la norteamericana Duke Energy Rankin. Abengoa, el Grupo Cuerva o Dubai Electricity & Water Authority (DEWA), han sido sus clientes.

Otra aplicación de HessTec son las microredes, en las que generación, consumo y almacenamiento suceden en una misma zona aislada, como una base del Ejército en una misión internacional o un pueblo remoto. “En vez de usar un generador diésel, te ahorras el combustible (sobre todo su transporte) y usas fuentes renovables unidas a un sistema de almacenamiento híbrido como el nuestro”, expone González. En el último año han logrado beneficios que reinvierten y a pesar de su proyección internacional, sus premios y una patente pionera, apenas se les conoce en España. “Uno nunca es profeta en su tierra”, se consuela Domínguez.

Fuente: El País