En el verano de 2015, Acerinox volvía al selectivo Ibex 35 después de un año y medio de ausencia con una cotización —entonces— de poco más de 12 euros por título. Algunos analistas creían que iba a ser un valor ganador, y llegaron a cifrar su potencial en hasta 19 euros. Hoy Acerinox no llega a los diez euros y viene de pasar un año complicado. “Nuestro sector no ha estado demasiado de moda”, sonríe Bernardo Velázquez, su consejero delegado.

La industria depende más que ninguna del ciclo económico. O, más bien, lo anticipa. Y las siderúrgicas vienen de un año en el que la demanda de acero inoxidable ha sido débil, los precios bajos por la fuerte presión del producto barato procedente de Asia y que ha estado marcado por la guerra comercial entre EE UU y China. Los últimos datos de producción mundial de acero inoxidable facilitados por la patronal Unesid, correspondientes al tercer trimestre de 2019, no dejan dudas: todos los países productores retroceden excepto India y, en mayor medida, China. En total en ese período se han generado 39 millones de toneladas, un 3,4% más. Europa, con 5,2 millones, ha bajado la producción un 7,2%.

Anticipando la desaceleración, las acerías han reducido sus stocks, incluso por debajo de lo que sería recomendable, para no verse atrapadas con montañas de existencias en sus almacenes. “Después de unos años de mayor optimismo, donde se compraba más de lo que se necesitaba, en 2019 y en este 2020 hay miedo a que la desaceleración sea peor de lo esperado, y por eso toda la cadena ha intentado bajar inventarios”, cifra Velázquez.

En estos últimos meses la empresa ha pactado un ERE y ha asistido a la venta de buena parte de su participación de socios históricos como Alicia Koplowitz, que pasó de ser la tercera mayor propietaria de la compañía a declarar, en diciembre, una posición inferior al 3%. “Los inversores tienen sus ciclos. Haber tenido un accionista tan leal tantos años… no tenemos nada que reprochar, más bien todo lo contrario”, dice Velázquez. Siguen fieles a Acerinox Corporación Financiera Alba (familia March), con casi un 19% del capital y la japonesa Nippon Steel, con un 15,4%. En cuanto a la plantilla, la compañía recortó 215 puestos de sus 6.800 personas en nómina. De ellas, 191 salieron de manera voluntaria y se suscribió un nuevo convenio con subidas salariales de un 2%. Francisco Grimaldi, delegado de CCOO en el comité, critica que finalmente se haya echado mano de despidos forzosos, de lo que califica como “gente que molestaba”, a la dirección, aunque valora que los sueldos sean elevados y que el grupo haya hecho inversiones en las fábricas. Por su parte, Velázquez justifica los despidos para “mantener la competitividad”, y recuerda que tienen “un personal de una formación tremenda, puestos sin temporalidad, siempre tratamos de defender esta situación”.

Pocas alegrías

A falta de que se presenten los datos de cierre del año, los nueve primeros meses de 2019 no han dado ninguna alegría. La empresa ha reducido facturación un 5%, hasta los 3.661 millones, y márgenes (un 30% menos de Ebitda y un 49% menos de resultado neto). Acerinox también ha sufrido y se ha beneficiado de la guerra comercial en un sector donde el acero se produce en 25 países y 24 de ellos tienen medidas proteccionistas —todos excepto Japón—. “En EE UU las importaciones han caído un 10% y la competencia ahora es solo local. Así que hemos podido mantener [con nuestras fábricas en el país] unos niveles adecuados. En Europa las medidas de salvaguarda se han demostrado ineficaces, han aumentado importaciones y se han desplomado los precios”.

Otro hecho ha marcado el ejercicio: la compra de la alemana VDM, especializada en aleaciones y aceros inoxidables especiales, que está pendiente de la autorización de Bruselas. Una empresa que venía de varios cambios de manos y que, para el presidente de Acerinox, es “una joya tecnológica por su liderazgo en i+D y porque tiene un mercado especializado”, con cinco fábricas en Alemania y Estados Unidos. Acerinox pagará 532 millones, lo que supone una valoración de 5,5 veces su Ebitda. Espera así aumentar un 20% las ventas netas. “Éramos el comprador preferido de la dirección y los trabajadores, que después de tantas idas y venidas querían encontrar un grupo industrial de trayectoria sólida. Es una operación bien llevada, tenemos un equipo directivo competente, ha habido sintonía, pensamos que se pueden integrar fácilmente en la estructura de Acerinox”, juzga su directivo.

También es una puerta para vender otro tipo de aceros y para reorientarse al sector de proyectos con plazos definidos, diferentes en el tiempo, con piezas cortadas a medida. Un anuncio que, esta vez sí, podría dar alas a la cotización.

Protestas por los precios eléctricos

El panorama se ensombrece con la permanente queja sobre lo cara que es la electricidad en España para el consumidor industrial. Ahí está el abandono de Alcoa, los ERE de Arcelor y Acerinox y la falta de un estatuto del consumidor electrointensivo que ha provocado protestas esta semana en Madrid. “A Acerinox le cuesta 30 millones más producir en España que en Alemania o Francia”, protesta su primer directivo. También disfruta de costes laborales o de instalación más bajos. Pero la industria centra sus quejas en la energía, su principal gasto. El sector quiere compensaciones que tardan en llegar. ¿Qué pasará si todo sigue igual? “Los sucesos marcan clarísimo el camino. La industria no está preparada para mayores subidas”, advierte Velázquez. Andrés Barceló, director de la patronal Unesid, añade que las plantas españolas ya están entre las más eficientes en consumo. “Tengo que ser optimista, pero me preocupa este año”, dice.

Reducción de emisiones

Otra de las batallas del sector es la contaminación. «Estamos haciendo grandes esfuerzos en sostenibilidad», apunta el consejero delegado de Acerinox. «Emitimos un 30% menos que el promedio del sector. Hemos demostrado que somos sostenibles en el tiempo, en reducción de accidentes, de residuos, estamos a la cabeza del mundo en este tema, y de alguna manera esto hay que ponerlo en valor en Europa». El objetivo firmado por la industria es alcanzar la neutralidad de emisiones en 2050. Pero para ello, dicen, necesitan del apoyo de los poderes públicos. «Si el hecho de que subamos costes para conseguir estos objetivos supone una deslocalización de la industria, conseguiremos que se contamine más en el mundo”.

Fuente: El País