Desde la terraza donde Koldo Echebarria (Bilbao, 1961) posa para el fotógrafo el decorado no puede ser más pictórico. Al fondo, las cuatro torres del nuevo distrito financiero de Madrid dibujan un flamante atardecer en la sede capitalina de Esade Business School que tiene los días contados. El nuevo director general de la institución, que fue elegido hace un año, el tiempo que ha dedicado a “tareas internas” como fortalecer un “equipo directivo en el que se habían detectado deficiencias”, diseñar un plan estratégico, “hablar con empresarios y directivos para conocer sus necesidades y entender mejor las disrupciones y oportunidades del sector educativo”; ha trazado una hoja de ruta que pivota sobre Madrid.

Esade quiere crecer a lo grande y para ello busca unas nuevas instalaciones que le permitan duplicar su tamaño. Un colegio en desuso que cuente con las licencias pertienentes para ponerse a funcionar cuanto antes. El encargo, que no es fácil, dice Echebarria, está en manos de consultores inmobiliarios y de fondos de inversión, entre los que ve mucho interés en un proyecto a largo plazo como este. Apostar por Madrid, sostiene, no tiene que ver con las derivadas que ha adquirido el proceso soberanista catalán, donde la escuela de negocios tiene su cuartel general; que no ha impactado en las matriculaciones, más allá de un leve descenso en las admisiones durante las semanas de los disturbios, admite. “La razón es que tenemos poca presencia en educación de ejecutivos en la ciudad, que es el área donde más crecemos y más oportunidades vemos para expandirnos”.

Procedente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Echebarria ha dado un giro radical a su carrera: de conseguir recursos para reducir la pobreza y la desigualdad a estar al frente de un centro de formación para la élite. Afirma que “los sistemas educativos exacerban los patrones de desigualdad”, por eso se ha impuesto que Esade amplíe las oportunidades para estudiantes que no pueden permitirse pagar sus costes (un MBA full time vale 72.000 euros), triplicando el número de alumnos becados y duplicando el importe de las ayudas. Ese es el nexo que une ambos trabajos, aprecia, “la economía de la política de lo posible, que no de lo ideal”, a la que se refiere varias veces este doctor en Derecho pragmático que cree en los acuerdos y se tilda de demasiado de izquierdas para los de derechas y de demasiado de derechas para los de izquierdas.

Y que ve en la corriente global que pretende reformular el capitalismo una reflexión muy oportuna, pues “la empresa tiene que servir a un propósito superior a la maximización de los beneficios”, que tanto han alentado las escuelas de negocios y que fue el detonante de la Gran Crisis. Echebarria se defiende: “Hemos dado las mismas herramientas que otras escuelas y hemos tratado de transmitir conciencia a los directivos. Aunque no lo suficientemente enérgica para que se alejen de lo que les piden los mercados”. Los centros de formatión de directivos tienen sus limitaciones, admite. Pero Esade va a llevar más allá su “discusión sobre los valores”, de manera que se perciba que “un instrumento financiero o de marketing no es neutro”. Tiene consecuencias. “Hemos de interiorizar mucho más esta discusión en términos de gestión, desarrollar el pensamiento crítico y enfatizar en habilidades emocionales que tienen mucho impacto sobre el comportamiento, como la voluntad, la perseverancia o la empatía. Tenemos que desarrollar a directivos que sean capaces de decir ‘no’”.

En los próximos cuatro años el director de Esade planea inversiones de 42 millones de euros para habilitar el futuro edificio de Madrid, remodelar el de Pedralbes (Barcelona) y sobre todo desarrollar tecnología las clases, como los nuevos programas Inon (60% online y 40% presenciales), “que están teniendo gran demanda y una efectividad muy alta por su gestión de la atención. Son instrumentos de innovación educativa”, indica. El plan estratégio 2019-2023 prevé saltar de los 103 millones de euros de ingresos netos de 2019 a los 135 millones y elevar sus márgenes para pasar de un ebitda de 6 a 18,8 millones al final del periodo, un 40% más.

Y para lograrlo se centrará en cuatro pilares: la excelencia educativa en los programas, profesorado, investigación e innovación, que les permitirá ofrecer una formación más interactiva y dar un salto en investigación; el fortalecimiento de la identidad de Esade (que acaba de renovar su marca) con mayores dotaciones para becas y el desarrollo de habilidades socioemocionales entre sus alumnos; la internacionalización, profundizando en alianzas como las que tiene con la Universidad de Georgetown, The Center for Creative Leadership o Singularity University para atraer a más alumnos asiáticos, de Oriente Medio y latinoamericanos [esta misma semana Esade Law School ha sellado un acuerdo con la universidad japonesa de Hitotsubashi para intercambiar alumnos]; y, por último, la sostenibilidad económica, donde planean incrementar las donaciones de exalumnos, de los 3,2 millones de euros actuales hasta 5 millones, así como fijar un tope en los gastos operativos y de personal.

Estos últimos, que son los más caros, pues pueden moverse en el mercado entre los 125.000 euros anuales de un profesor de finanzas a los 300.000 euros de un profesor estrella (sin cotizaciones sociales), explica, y las amortizaciones son los causantes de una reducción de los beneficios de la escuela de negocios este curso. Esade ganará unos 700.000 euros en lugar de los 5,2 millones de 2017-2018.

La educación interactiva es más eficiente que la académica, sostiene Echebarria. Más aún entre las nuevas generaciones de ejecutivos. Aunque no sabe cómo será el directivo del futuro, sí opina que tendrá menos poder y más necesidad de ganarse la autoridad de su equipo, con lo que dependerá más de la persuasión y la negociación. Su capacidad de interacción, de aprendizaje y empatía, así como de transmitir un propósito social con compromiso y ejemplo serán las claves de su éxito.

Fuente: El País