El que fuera presidente del Banco Popular entre febrero y junio de 2017, los últimos meses previos a su intervención, Emilio Saracho, ha asegurado que la entidad «engañaba», era «un desastre», «una caca», y «con un valor muy cercano a cero, pero no valía cero sus acciones». Durante más de tres horas y media de intervención, rechazó todas las acusaciones de su antecesor, Ángel Ron, sobre que los problemas del banco se crearon por su brusca gestión o por sus declaraciones explosivas, ya que, dijo, los problemas eran muy profundos y se originaron en los años de la crisis inmobiliaria. 

A diferencia de Ron, admitió los errores, «los que me pueden corresponder en los 108 días de mandato; al anterior presidente se le deben adjudicar los de los 12 últimos años de su responsabilidad. Creo que no se han cometido delitos, pero sí errores de gestión. Desde luego, a diferencia de Ron, no me siento satisfecho por cómo se ha resuelto el Popular. Creo que se ha evitado males mayores, pero no ha sido una historia para sentirse orgulloso. Creo que el Popular estaba condenado por la situación del banco y por la regulación que debía cumplir».

Negó que su interés fuera bajar el precio de las acciones. «Bajo el mandato de Ron la cotización cayó un 98%, yo bajé un 2% adicional, pero creo que su responsabilidad es mayor en este campo». Lo que vino a decir es que durante muchos años no se decía la verdad sobre la situación del banco y por eso perdió la reputación en el mercado.

La necesidad de mentir

El expresidente comentó que en algunos círculos del sector financiero existe el convencimiento de que es mejor mentir para mantener la imagen del banco, pero que el no estaba dispuesto a hacerlo. «¿Es mejor mentir para salvar el banco? Si es necesario, que lo ponga en el test idoneidad para ser banquero, que diga este directivo no miente lo suficiente».

En un alarde de sinceridad, Saracho admitió que «si precipitó la intervención» porque ya sabía lo que iba a ocurrir en las siguientes semanas. «Si me hubiera resistido, la solución hubiera sido a la italiana, con ayuda del Gobierno, que hubiera puesto 20.000 millones de los contribuyentes o se hubiera quitado ese dinero a los depositantes». También afirmó que «el Popular se hubiera salvado si se hubiera quitado a Ron dos años antes, porque no hubiera hecho la ampliación tan dilutiva de 2016 y los compradores hubieran tenido más interés por adquirir el banco»

Con un lenguaje coloquial, habitual en Saracho, explicó que llegó como «bombero, pero a los pocos días me convertí en artificiero porque tenía que desmontar las bombas» que estaban en el balance del banco. La primera de ellas fue, según explicó, al mes de llegar, en abril de 2017, cuando tuvo que hacer la reexpresión de las cuentas de 2016 por la ocultación de datos.

En su opinión, para entonces quedó demostrado que «toda la ampliación de capital de 2016 ya había desaparecido y volvíamos a tener un problema de recursos propios. Ya no había capital suficiente. Pregunté cuál eran nuestras necesidades de provisiones, pero nadie en el banco me lo supo decir. Me pareció que era como si un avión iba volando sin licencia, porque si no sabes cuánto capital tienes de verdad, no puedes operar». La afirmación también deja en un papel delicado a los supervisores.

Saracho se ganó la confianza y el reconocimiento de los portavoces, que agradecieron su relato y dijeron que su relato era más creíble que el de Ron. Afirmó que desde el principio vio que estaba en «la tormenta perfecta» porque además del problema de solvencia, empezó a tener falta de liquidez. Al relatar las últimas horas, cuando explicó que en la madrugada del 7 de junio, se enviaron mensajes de móvil entre los directivos que preguntaban si no era posible seguir adelante con el banco y que su fin era inevitable, Saracho tuvo que interrumpir su discurso por las lágrimas. Espero un rato, y prosiguió, diciendo que fueron momentos muy duros y que siempre ha querido agradecer «el tremendo esfuerzo de tantos empleados que lo dieron todo por el banco».

No tuvo dudas en decir que se debía sacar al Popular del sistema, «era irresponsable que hubiera seguido porque no era seguro y se debe sacar del circuito. Ahora, la resolución no es una solución, si hubiera otra y no está un Santander será un desastre. La liquidez en la resolución es vital, pero no lo tienen». La prueba es que, dijo, cuando lo compró el Santander tampoco se la dieron y se pidió que lo pusieran los accionistas y bonistas del Popular. No creo que sea justo».

En cuanto a los bancos interesados, explicó que el Bankia, Sabadell y BBVA analizaron con detalle las cuentas, pero que el Santander se mantuvo más tiempo. Incluso sugirió que cuando más cerca estaba de cerrar el acuerdo de compra, aparecieron las declaraciones de Elke König, presidenta de la Junta Única de Resolución (JUR), diciendo que estaba siguiendo de cerca al Popular. «¿Por qué iba a seguir con la negociación el Santander si aparecía otra oportunidad en la que se lo podía quedar más barato porque se iba a resolver?», se preguntó Saracho.

Justificó que tanto el ex ministro de Economía, Luis de Guindos, el gobernador, Luis Linde, las autoridades europeas, podían haber hecho más para ayudar al Popular, «pero hicieron lo que les correspondía en su cargo. Si Guindos me hubiera avalado, habría tenido liquidez, pero quizá la hubieran pagado después los contribuyentes. Ese era riesgo, también para el Banco de España».

Fuente: El País