El jefe del Grupo PSA, Carlos Tavares, ha estado leyendo el guión de Sergio Marchionne. Su aparente deseo de lograr una fusión de 45.000 millones de dólares (40.000 millones de euros) con Fiat Chrysler Automobiles (FCA) podría generar grandes ahorros capaces de financiar la carrera armamentistíca en torno a los vehículos eléctricos y autoconducidos.

Marchionne, el difunto jefe de FCA, era un ardiente defensor de estas grandes uniones. Pero la familia Agnelli, que controla la empresa italoamericana de 20.000 millones de euros, podría descubrir que la promiscuidad global ofrece mejores opciones.

La propuesta de Tavares a Fiat Chrysler, contada por el Wall Street Journal la semana pasada, es sintomática de un problema mayor. Los escasos márgenes operativos de los fabricantes de automóviles están aún más amenazados por el coste de desarrollar, durante la próxima década, productos para el mercado de masas que funcionen con baterías y que se conduzcan por sí mismos.

Ganar escala para ahorrar en investigación y desarrollo tiene sentido. Por ejemplo, se espera que el tan alabado trabajo de Tavares en la antigua unidad de General Motors Opel libere 1.700 millones de euros de ahorro anual.

Un fusión también equilibraría la huella geográfica de la empresa francesa, valorada en 20.000 millones de euros. Alrededor del 80% de los 3,1 millones de vehículos que vendió el año pasado los vendió en Europa. Un acuerdo con FCA, propietaria de la popular marca de estadounidense Jeep, reduciría ese porcentaje a cerca de la mitad.

Tavares también podría aprovechar la posición de FCA para acelerar el regreso de Peugeot a América. Pero los Agnelli, que cambiaron su centro de atención de Italia a Estados Unidos con la compra de Chrysler, sería volver atrás.

Además, conseguir un ahorro sustancial de costes supondría la pérdida de puestos de trabajo. La mera mención de esto haría que el Gobierno populista de Italia, que ya está luchando por salvar empleos en la aerolínea Alitalia, se pusiera nervioso.

Igualmente, podrían galvanizar las protestas de los chalecos amarillos en Francia. Dado el clima político, se necesitaría algo como la amenaza de liquidación, como la que puso Chrysler en manos de Fiat hace una década, para justificar los despidos.

Por último, una fusión con Peugeot no ayudaría a ninguna de las dos empresas en Asia. A Jeep le está costando despegar en China, el mayor mercado automovilístico del mundo. Peugeot tampoco ha tenido éxito. Un acuerdo con un fabricante de automóviles chino o coreano con conocimientos de alta tecnología podría sumar más valor. En suma, y a pesar de las limitaciones comunes, es probable que Peugeot necesite más a Fiat Chrysler que al revés.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

Fuente: Cinco Días