Medios de pagos

Supermercados en los que solo existe una caja que acepte dinero en efectivo, restaurantes que avisan con carteles de que solo admiten pago con tarjeta, autobuses en los que no se puede pagar con monedas… Este es el paisaje de algunos vecinos europeos como Suecia u Holanda. A los españoles les siguen obligando a pagar con efectivo para pequeñas cantidades en muchos lugares, pero esto amenaza con cambiar dentro de muy poco.

Es cierto que el dinero contante y sonante sigue siendo la elección del 70% de la población española y que continúa en aumento, ya que según el BCE en 2017 se sacó un 3,5% más de dinero de los cajeros que en 2016. Sin embargo, el censo de tarjetas de crédito y débito es de 78,47 millones, lo que supone casi dos tarjetas por ciudadano. Junto a ellas, los nuevos medios de pago no paran de ganar adeptos. De hecho, el estudio anual de Pagos digitales 2017 realizado por VISA revela que el 77% de los españoles encuestados realizaron ese año pagos cotidianos como recibos, aparcamientos o salidas de ocio a través de dispositivos móviles. Mientras que un 42% se aventuraron a enviar digitalmente dinero a sus familiares y amigos.

Todo con el móvil

Para realizar todas estas transacciones, el smartphone es el rey, y sobre todo entre los millennials españoles, ya que el 86% no duda en utilizarlo para realizar sus pagos digitales, tal y como muestra un estudio de UniversalPay. Aunque este reinado, casi en solitario, del que gozan los móviles, amenaza con cambiar a medida que las tecnologías de pagos se integren en más dispositivos y a que la vida se vuelva más conectada, por ejemplo con la implantación de Internet de las cosas (IoT) en aparatos del hogar, según el banco suizo Julius Baer.

Ardua rivalidad

Con tanta diversidad de medios de pago, desarrollados tanto por los bancos como por las tecnológicas, es complicado tener una gran cuota de mercado. Los datos de Apple lo corroboran. A pesar de que tres años después de su lanzamiento en España ya son 17 los bancos que ofrecen sus servicios, solo cuenta con el 10% de la cuota de mercado. Triunfar en este maremágnum es una tarea ardua, pero lo que no pueden faltar son los ingredientes clave. “Los consumidores reclaman cada vez más facilidad y seguridad a la hora de realizar sus pagos, a lo que se unen los comercios”, asegura Javier Bartolomé, responsable de la vertical de ­medios de pago de la Asociación Española de Fintech e Insurtech. “Pero mantener la seguridad se trata de una tarea ardua desde el punto de vista de reducir el número de pasos e información a introducir”, un requisito cada vez más demandando.

Ante estos datos y cifras como las de Goldman Sachs Global Investment Research, que estima que este sector contará con el potencial de generar más de 170.000 millones de euros en tasas para 2026, no es de extrañar que las grandes tecnológicas y los grupos financieros compartan un objetivo común: hacerse con una porción de este mercado que crece sin cesar.

Pero ¿por qué está evolucionando tan rápido? La visión de Julius Baer contempla varios factores. Por un lado, los consumidores exigen cada vez más a los comerciantes una experiencia omnicanal, es decir, poder comenzar una transacción en un canal y finalizarla en otro diferente sin interrupciones. Una segunda variable son los datos que los comerciantes recaban a través de los pagos digitales, permitiéndoles una visión global en tiempo real de las preferencias y hábitos de sus clientes e idear estrategias en consecuencia. Fuera del sector minorista, las empresas también se decantan más por los pagos digitales al permitirles aumentar su eficiencia operativa y automatizar procesos de pago engorrosos que aún dependen principalmente de cheques o efectivo. Además de los motivos del banco suizo, a los Estados y a las entidades también les interesa esta modalidad de pago, con el fin de controlar el dinero, recibir mayores compensaciones económicas de las transacciones y luchar contra el fraude.

Quizás por este motivo los grupos financieros no duden en implantar nuevos modelos. Uno de los ejemplos más destacados es el de Banco Santander. Desde que lanzara su wallet en abril de 2016 y su pulsera prepago en junio de ese mismo año no ha parado de introducir servicios. Ese diciembre fue la primera entidad en ceder a las exigencias de Apple Pay, un medio al que ya hay que sumar Samsung Pay, Fitbit Pay, Garmin Pay o One Pay Fx, un servicio que permite a sus clientes realizar transferencias internacionales en dólares y libras a Estados Unidos y Reino Unido de manera rápida gracias al uso de la tecnología blockchain. Además, este agosto se aventuró a poner en prueba un sistema de pago facial. Un reto al que también se ha apuntado BBVA con su aplicación Selfie and Go. La entidad de Francisco González, aunque fue pionera en lanzar su servicio de wallet en 2013, ha tardado más en adherirse a otros métodos esperando, por ejemplo, hasta este verano para ofrecer Apple Pay.

No hay duda de que los gigantes tecnológicos son una amenaza para el sector. De hecho, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, ha alertado a la banca europea instándola a actuar ya si no quieren ceder este terreno a los operadores internacionales más grandes. Para ello ha pedido que creen alianzas pan­europeas de pagos digitales capaces de competir con Apple Pay, ­Google Pay, Paypal o Amazon.

En Julius Baer creen que existen muchas razones para estar preocupado por Amazon en el negocios de los pagos. Entre estas se incluyen su tamaño, cuyo valor bruto de mercancía se compara con el 2% al 3% de los volúmenes de pagos globales de tarjetas; sus más de dos millones de comerciantes y 300 millones de usuarios activos; la tracción de Amazon Pay; las capacidades tecnológicas de Amazon Web Services (el negocio en la nube del gigante tecnológico); y el precedente de otros gigantes digitales construyendo grandes y exitosos sistemas de pago, como PayPal, Alipay de Alibaba o Pay Weixin de Tencent.

Alineado con la petición de Draghi, en el ámbito español los principales grupos financieros se adhirieron a Bizum en 2016, una plataforma de pagos entre clientes de todas las entidades de España a través del teléfono móvil. Dos años después, Bizum cuenta con 1,5 millones de usuarios y se han realizado más de 6,5 millones de operaciones, con un volumen asociado superior a los 350 millones de euros, lo que supone un importe medio por transacción de 56 euros.

Entre los bancos que no comparten este servicio destaca ING. Sus razones responden a la apuesta que la compañía ha hecho por su propio servicio conocido como Twyp que, además de facilitar el pago a través del móvil y entre personas, es la única aplicación en España que permite realizar cashback o, lo que es lo mismo, retiradas de dinero a la vez que se hacen sus compras en más de 6.000 puntos de venta, como los supermercados Dia o Supercor.

Fuente: Cinco Días