El Brexit parece ser el único asunto que preocupa en estos momentos a los políticos británicos, pero no es así. Las autoridades locales londinenses han aprobado la construcción de The Tulip, un rascacielos de vidrio de más de 300 metros con forma de tulipán. El edificio, diseñado por el equipo del arquitecto Norman Foster, sería el segundo más alto de la parte de Europa occidental, superado solo por The Shard, otro rascacielos de la capital británica. 

Tras el referéndum de 2016 en el que los británicos decidieron que abandonarían Europa, el mercado inmobiliario londinense se detuvo. Sin embargo, el apoyo dado por los políticos a la construcción de este edificio ha sido visto como un voto de confianza en la ciudad. 

El visto bueno ha llegado a pesar de las críticas que afirmaban que The Tulip bloquearía las vistas desde la Torre de Londres o las preocupaciones del aeropuerto London City (ubicado en el centro de la capital), que temía que pudiera interferir en la señal de sus radares. 

Financiado por el multimillonario brasileño Jacob Safra, el edificio, cuya construcción empezará en 2020 y finalizará en 2025, cuenta con un mirador de cristal, capsulas exteriores que se desplazarán por el edificio y un aula educativa. 

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Durante siglos, la Catedral de Saint Paul, reconstruida por el arquitecto sir Christopher Wren en el siglo XVII, fue el edificio más alto de Londres, pero el complejo de rascacielos de la ciudad está cambiando con rapidez. La ciudad tiene en proyecto más 541 edificios con más de 20 pisos, según una encuesta publicada a principios de año por la organización New London Architecture.

Los más críticos consideran que la City se está llenando de torres de vidrio y metal con nombres como The walkie-talkie o The cheesegrater (el rallador de queso), cuyo nombre original es el Leadenhall Building, que tienen muy poco interés arquitectónico y quitan importancia a los grandes hitos históricos de la ciudad.

Algunos de estos proyectos se han enfrentado a la fuerte oposición de ciudadanos y grupos de ingenieros. Un ejemplo de ello es la Skyline Campaign, apoyada por arquitectos, historiadores, ingenieros y otras personas que sienten que la identidad de Londres y su patrimonio histórico está amenazado por los rascacielos. 

Fuente: Cinco Días