Belén de Sancristóbal, investigadora en el Centro Cerebro y Cognición de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona (UPF), estudia cómo la pérdida del sueño afecta a las emociones, a la salud, a la memoria o a los índices de mortalidad de la población. David Andreu Martínez, también de la UPF, investiga nuevas estrategias para inactivar el virus Zika mediante las barreras placentarias y hematoencefálicas. Rosa Adam, del CSIC de la Universidad Politécnica de Valencia, se ha propuesto utilizar los gases de efecto invernadero para obtener valiosos compuestos. Juan Luis Aragonés, del Instituto de Física de la Materia Condensada de Madrid, trabaja para desarrollar nanotecnología que viaje de forma autónoma por el cuerpo humano para reparar tejidos dañados.

Todos estos proyectos, hasta un total de 75, han sido seleccionados por el programa de entrega de ayudas a la investigación y la innovación de la Fundación Bancaria La Caixa. En conjunto han recibido un total de 26 millones de euros, aunque está previsto que la cifra se triplique por tres en la edición del año que viene, llegando a los 90 millones.

Las iniciativas seleccionadas son variopintas. Algunos de ellos quieren combatir el cáncer induciendo el envejecimiento celular, ayudar al sistema inmunológico a erradicar tumores, conseguir proteger al ser humano del alzhéimer, encontrar un tratamiento efectivo para la ELA o curar un ictus gracias a la realidad virtual… Sin embargo, pese a sus ideas y objetivos, el camino no ha sido fácil. Augusto Escalante, del Instituto de Neurociencias del CSIC, está investigando para dar con la fórmula que permita acabar con el picor crónico, una afección cutánea que sufre el 25% de la población mundial. “La piel es el mayor órgano sensorial que tenemos, y utiliza el picor como mecanismo de defensa cuando algo la perturba”, explica. Pese a esto, en algunos casos, el sistema nervioso no percibe bien las señales, y esto se traduce en un picor injustificado e irritante. “Nuestro objetivo es dar con las zonas cerebrales y las neuronas implicadas en este proceso y así intentar paliar los efectos del picor crónico”, señala.

La falta de ayudas económicas, sin embargo, ha hecho que el camino sea complicado para este investigador. “En España, la cantidad de presupuesto público dedicado a la ciencia es muy bajo. Además, las entidades privadas que colaboran con el sector son muy pocas”, apunta. Escalante, afincado ahora en Alicante, ha trabajado también en Alemania, por lo que conoce bien las diferencias. “Allí, tanto las ayudas públicas como las privadas son mucho mayores. Por eso, fuera del país, los españoles estamos vistos como gente que hace mucho con poco”.

Otro de los lastres que en España convierte la investigación en una odisea son los plazos con los que cuentan los científicos. Belén de Sancristóbal, en sus trabajos en torno al sueño, lo sabe bien. “Generalmente, en España tenemos poca flexibilidad y hay que ir trampeando para poder renovar las becas o las ayudas”, prosigue. El problema es que no se ve la ciencia como algo que da beneficios a largo plazo, y se exigen explicaciones tangibles en muy poco tiempo. “Necesitas resultados casi inmediatos para conseguir financiación. Y eso hace que no puedas profundizar en nada, porque para llegar a la raíz de algo hace falta tiempo. Por eso es necesario cambiar la cultura científica del país e impulsar la idea de construir conocimiento en el tiempo”.

Algo parecido es lo que les ha sucedido a Luis Castellón y a Florencio González, oftalmólogo y médico, respectivamente. “Hemos desarrollado un invento de exploración oftalmológica portátil que permite explorar la retina a un bajo coste”, cuenta Castellón. El funcionamiento es simple: la herramienta, conectada a cualquier teléfono móvil del mercado con cámara fotográfica, consigue hacer un diagnóstico en muy poco tiempo. “Ya tenemos la patente, los prototipos y estamos en vías de conseguir la regulación europea. Solo nos falta algo de presupuesto”. Y es que solo han contado con el apoyo de Fipse, el MIT y ahora la entidad bancaria. “Además de aportar ideas, tecnología y soluciones, llama la atención que el investigador también tenga que poner el dinero. La investigación y la innovación deberían estar mimadas por lo público”, reflexiona González.

Precisamente a esto se refirió en la entrega de las becas Javier Solana, miembro del patronato y del consejo asesor de expertos en investigación de la fundación, además de exministro de Educación y Ciencia. “En las cifras de la investigación España está siempre por debajo de Europa. Un 1,2% del PIB frente al 7% de otros países de la UE. Esa es la lacra de España, que las ayudas a la investigación públicas y privadas son mucho menores que las de los países cercanos”.

Fuente: El País