Las cuentas de las empresas dicen mucho sobre el estado de la economía once años después del estallido de la crisis. Según el INE, entre 2008 y 2018 las sociedades no financieras han disparado sus rentas un 62% hasta los 273.771 millones. También han engordaron, aunque menos, los dividendos que reparten. Estos crecen un 28% hasta los 60.175 millones. Y todo ello pese a la Gran Recesión.

Por el contrario, la remuneración de los asalariados se antoja bastante peor parada. Apenas ha repuntado un 0,9% incluyendo cotizaciones. Se trata de un nuevo modelo productivo en el que se ha sustituido el ladrillo, que exigía mucho empleo, por otros sectores que o bien pagan menos como la hostelería, o bien exportan más y necesitan menos trabajadores para la misma producción. La inversión en construcción ha pasado de ser el 20% del PIB al 10%, señala Francisco Vidal, economista jefe de Intermoney.

CUENTAS DE LAS EMPRESAS NO FINANCIERAS

Se excluyen la banca, el sector público y los autónomos. En miles de millones de euros.

Fuente: INE.

¿Y cómo se llega a este nuevo equilibrio más favorable para el capital? Según el relato del Banco de España y tal y como se observa en los datos del INE, en medio del crash financiero, las empresas se vieron obligadas a reaccionar ampliando sus márgenes para poder autofinanciarse y devolver deuda. Y esos márgenes se ganaron rápidamente en 2009 a fuerza de ajustar plantillas. En los tres años siguientes, se mantuvieron estabilizados a pesar del brutal desplome de la demanda. Por dos vías: con nuevos ajustes de costes laborales y vendiendo más fuera. Entre 2008 y 2013, las rentas salariales que abonaban las empresas se hundieron en unos 65.000 millones de euros. Y el personal que empleaban se recortó en unos tres millones de personas. En cambio, los excedentes empresariales se elevaron en unos 30.000 millones de euros.

Los sindicatos consideran que este ajuste se vio reforzado por la reforma laboral. En claro contraste, el Banco de España cree que esa reforma, al combinarla con el acuerdo de contención salarial que firmaron sindicatos y patronal, redujo el número de despidos porque permitió ajustar retribuciones en lugar de despedir.

VARIACIÓN EN LA ÚLTIMA DÉCADA

Millones de euros y porcentaje de variación

Fuente: INE.

En todo caso, gracias a esas mayores rentas, la deuda empresarial se rebajó con gran celeridad. En unos 370.000 millones entre 2009 y 2017. También porque muchas cerraron, dejando esos impagos como un agujero en las cuentas de la banca.

En 2013 y 2014, con los estertores de la crisis y los primeros visos de recuperación, las empresas aprovecharon además la caída de los competidores e inflaron todavía más sus rentas. Sin embargo, en 2015 los excedentes detuvieron sus robustos crecimientos conforme las compañías necesitaban aumentar el empleo para responder a la mejora de la demanda.

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Durante esos años, según el Banco de España, las compañías aprendieron a financiarse con su propia caja. Pasaron de necesitar 44.372 millones solo en 2008 a tener una capacidad de financiación positiva de unos 30.000 millones al año entre 2015 y 2018. Lo cual representa un paradigma distinto, que al menos permite que la economía española no necesite crédito del exterior como ocurrió durante la burbuja. Y a este fenómeno contribuye la caída de los intereses que pagan las empresas. Estas llegaron a soportar una factura de 77.690 millones. Ahora, con menos deuda y una política monetaria ultralaxa, se sitúa en los 21.067 millones.

Hasta ahí parece la tónica normal de una crisis de magnitudes casi desconocidas en la que las sociedades intentaron sobrevivir. Sin embargo, el patrón tomó un giro distinto en 2016 y 2017. A pesar de contratar y aumentar la partida de remuneraciones, los excedentes empresariales crecieron a mayor ritmo. El Banco de España ve un síntoma de falta de competencia: lo lógico sería que al haber más demanda entren nuevos competidores y eso comprima los márgenes. Pero no ha sucedido así. Lo que sí ha ocurrido es que los mayores excedentes han permitido mejorar la inversión. Hasta el punto de que se ha restablecido en euros, si bien no en volúmenes. Aun así, La pregunta que se hacen los expertos es cómo las empresas no invierten aun más con tanta capacidad de financiación. Tras una crisis financiera, probablemente quieran depender menos de la banca, apuntan.

No obstante, en 2018 se dio un hito importante: subió mucho el gasto salarial y se congeló el beneficio. En un contexto de mayores demandas salariales y a la vez intensa competencia global, las compañías contrataron y subieron un poco los sueldos sin repercutirlo en los precios. Es decir, cambió un poco el paradigma.

Fuente: El País