Christine Lagarde comienza hoy un mandato de ocho años al frente del BCE con un reto que ya ha dejado claro incluso antes de ocupar su presidencia, lograr de Alemania y Holanda –los grandes países del euro con mayor superávit– tomen la iniciativa en favor del crecimiento de la zona euro. El impulso de la política fiscal es la tarea que le ha dejado en herencia Mario Draghi, que se despidió con machacona insistencia reclamando más gasto público a los países más desahogados. Pero la misión no va a ser fácil y pese a las dotes de persuasión y experiencia política que se le presuponen a Lagarde, va a encontrarse con una fuerte oposición a gastar más en los países a los que ha apuntado directamente.

“El euro es un proyecto político”, recordó Draghi esta semana en su despedida. Y como tal, será necesaria una voluntad política de expansión fiscal más sobre la que los expertos muestran serias dudas. “Con su experiencia, Lagarde es la adecuada para que la política fiscal tenga un papel más activo pero dudo de su capacidad para mover a Alemania hacia ahí cuando Draghi tampoco lo consiguió. Haría falta un deterioro económico en Alemania mayor, más allá de una recesión técnica puntual. Su economía doméstica sigue aguantando bien”, explica Rubén Segura-Cayuela, economista jefe para Europa de Bank of América.

Roberto Ruiz-Scholtes, director de estrategia de UBS en España, también se muestra escéptico sobre la disposición de Berlín a tirar del carro de la zona euro. “Alemania seguirá haciendo oídos sordos. Solo habrá expansión fiscal si hay una crisis más profunda y por ahora el contagio del declive manufacturero al consumo y el empleo es limitado”, añade.

El reclamo del BCE para que Alemania gaste más choca de hecho con un fuerte y arraigado compromiso político de la actual coalición de gobierno de no elevar el endeudamiento ni caer en el déficit. “Dudamos que Alemania vaya a hacer cambios en su política fiscal. Podría variar si los Verdes se sumaran a la coalición de gobierno, pero eso no parece inminente”, insiste Nicola Mai, analista de Pimco.

Los expertos también dudan del efecto multiplicador sobre el conjunto de la zona euro que podría tener un mayor gasto público alemán. En UBS calculan que una expansión fiscal de Alemania equivalente al 1,5% de su PIB, tendría un efecto positivo sobre el PIB germano de ocho décimas y de apenas dos sobre el PIB de la zona euro. “No se puede pensar que con Alemania basta para impulsar el crecimiento europeo, su efecto multiplicador sobre el conjunto de la región es limitado”, señala Raymond Torres, director de estadística y coyuntura de Funcas. En su opinión, será necesario “un whatever it takes fiscal, una respuesta política que dé un mensaje potente y creíble”.

Draghi será recordado por esas tres palabras, con las que mostró la firme decisión del BCE de proteger la supervivencia del euro con todos sus medios a su alcance. Ahora, y a la vista de la pérdida de efectividad de la política monetaria en un largo período de tipos negativos, la respuesta a la desaceleración económica y al riesgo de recesión, está en la política fiscal.

“El contexto de crecimiento a largo plazo en la zona euro es muy bajo, sí es necesario un programa de inversión aunque las señales no son muy esperanzadoras. La clave es que haya voluntad política”, añade Segura-Cayuela. “Lagarde no va a conseguir más gasto a nivel nacional. Lo que probablemente logre es llevar el debate de la expansión fiscal a nivel europeo”, advierte Torres, que también apunta a que la presidenta del BCE tendrá que reclamar soluciones a los gobiernos ante la oposición de los halcones de la propia institución a ir más allá en los estímulos monetarios.

En su despedida, Draghi también reclamó una suerte de presupuesto común que sirva de colchón anticíclico ante futuras crisis. Por lo pronto, hay acuerdo para reservar un 20% del presupuesto europeo para países en dificultades, lo que sin embargo apenas supone una dotación de 17.000 millones de euros para siete años, entre 2021 y 2027. Lagarde tendrá que buscar también el apoyo de la nueva Comisión Europea, que toma posesión en noviembre y que pondrá de nuevo sobre la mesa la cuestión de las inversiones y la expansión fiscal.

Las expectativas de inflación, el gran reto

El epicentro de las decisiones y del debate interno en el BCE está en cómo responder a las bajas expectativas de inflación, que no terminan de remontar pese a los interminables estímulos monetarios. “El desafío más grande para Lagarde es evitar que las expectativas de inflación se reanclen abajo. La zona euro está poco a poco encaminándose hacia ahí”, afirma Rubén Segura-Cayuela, economista jefe para Europa de Bank of America.

El llamamiento a la expansión fiscal es una de las herramientas para evitarlo, junto con el paquete de medidas aprobado en septiembre y sobre el que Lagarde tendrá que seguir forjando consensos. Los expertos advierten de su fragilidad y de que será sometido previsiblemente a debate al menor repunte de precios en la zona euro, a riesgo de perder la efectividad que pretende.

Fuente: El País