La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) parece confiar en la economía española. En todo caso, le da más credibilidad que el FMI y Bruselas a sus metas de reducción de déficit público al señalar, en su último informe semestral, que este será de 2% este año pero bajará a 1,3% en 2020. Aun así le recomienda, al igual que los europeos y el organismo global con sede en Washington, que emprenda reformas para garantizar esta senda en un contexto internacional sometido aún a demasiadas turbulencias como para bajar la guardia.

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«El Gobierno debería mantener sus objetivos fiscales de medio plazo para garantizar una reducción duradera de la deuda pública, que sigue siendo alta», recalca la OCDE. Y «todo ingreso extraordinario debería usarse para reducir más rápidamente la tasa de deuda», agrega en sus perspectivas económicas de primavera, en las que mantiene sus previsiones de crecimiento de la economía española en un «robusto aunque moderado» 2,2%, tal como vaticinaba ya en noviembre pasado, aunque ahora dice que bajará a 1,9% en 2020.

La ministra en funciones de Economía, Nadia Calviño, que participó en la presentación de las perspectivas económicas semestrales de la OCDE, subrayó el “claro compromiso” de España con la disciplina fiscal. Al mismo tiempo, defendió que ello es “perfectamente compatible” con las políticas orientadas a aumentar “la equidad, la justicia, la igualdad, proteger nuestro estado del bienestar” que defiende el Gobierno de Pedro Sánchez, sobre el que no quiso revelar si espera formar parte del mismo en su nueva composición.

Según la OCDE, España se sitúa cómodamente por encima de la media de crecimiento de la eurozona, que el organismo fija en 1,2% para este año —una leve mejoría respecto a su dura estimación en marzo, cuando la bajó de 1,8 a 1%— y de un todavía modesto 1,4% para 2020. Está incluso por encima de la media de la OCDE, que se establece en 1,8% este y el año que viene. En términos globales, el organismo estima el crecimiento mundial en 3,2% este año, por debajo del logrado en 2018, y que solo subirá a 3,4% en 2020.

En cualquier caso, España está todavía lejos, muy lejos, de poder dormirse en los laureles. No hay tanto que celebrar, con un paro aún rondando el 14% —13,8% este año, 12,7 el que viene— que casi triplica la media mundial de 5,3% para este 2019. Y España aún debe hacer frente a numerosos problemas estructurales, empezando por reformas en el sistema educativo y el laboral y una mayor inversión en formación de profesionales que también puedan actualizar sus conocimientos a lo largo de su carrera.

«Mejorar las políticas de enseñanza a lo largo de la vida y una mejora de la participación de los adultos con bajas cualificaciones aumentaría la adaptabilidad de los trabajadores a las capacidades necesarias en el futuro», señala el capítulo dedicado al desempeño español. Este también propone un «apoyo individualizado temprano» a estudiantes que corren peligro de desvincularse pronto del sistema educativo para mejorar las altas tasas de abandono escolar, especialmente entre los jóvenes de zonas más desfavorecidas, insiste tras haber advertido ya de los riesgos de la brecha educativa española en un informe específico el año pasado.

Más reformas y «reforma de reformas»

“No es que haya nada nuevo bajo el sol, el problema es perseverar”, explicó el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, a periodistas tras presentar el informe en París. La receta, subrayó, es clara: “Reformas, reformas y reformas. ¿Por qué? Porque hoy estamos teniendo en España, el beneficio de unas reformas que se tomaron hace seis años, y que se tomaron quizá algunos años tarde, pero estamos viendo ahora el resultado. Es muy claro que hay que seguir con el tema de las reformas, incluyendo la reforma de las reformas anteriores, porque las circunstancias cambian y hay que ajustar también la legislación y el propio mercado”.

Lo que sí es nuevo en esta ocasión es la advertencia velada que hace a España por la exposición de sus bancos a China. Aunque está lejos de la altísima exposición que tienen países como Reino Unido o Australia, una de esas tablas semiescondidas del informe de la OCDE incluye al país ibérico dentro de los diez evaluados, solo cuatro de ellos europeos: Alemania, Francia y Suecia, además de España. «Aunque la exposición nacional sea pequeña, instituciones financieras individuales pueden ser vulnerables a los acontecimientos en China. Y si dichas instituciones están fuertemente interconectadas con otras instituciones domésticas y globales, choques negativos relacionados con China podrían extenderse de forma amplia», señala la OCDE.

La «mayor amenza» a la economía global

Pero lo que más preocupa al organismo asentado en París con respecto a China es el pulso comercial que mantiene con Estados Unidos, de cuyas consecuencias negativas lleva ya advirtiendo largo tiempo. Entre los riesgos clave que la OCDE señala para la economía mundial están un «periodo prolongado de aranceles comerciales más altos entre EE UU y China», así como «más pasos para establecer nuevas barreras comerciales, en especial aranceles adicionales al comercio entre EE UU y la Unión Europea».

La OCDE lleva tiempo diciéndolo alto y claro, ahora casi lo está gritando: “La mayor amenaza para el crecimiento es la escalada de medidas comerciales restrictivas y eso es algo que está pasando mientras hablamos”, dijo Gurría. Y fue además muy claro: no se trata solo de un problema entre dos países o bloques. El gran peligro es que estas tensiones pueden tener, y ya lo están teniendo, “efectos colaterales” en “decenas” de otras economías, subrayó. “Las tensiones comerciales han hecho descarrilar el crecimiento” que, con un “moderado repunte” de solo 3,4% global en 2020, “sigue siendo débil según estándares históricos”, acotó la economista jefe de la OCDE, Laurence Boone.

De hecho, señala Boone en el informe, «el comercio y las inversiones se han ralentizado de manera aguda, especialmente en Europa y Asia». La economista jefe instó una vez más a una «acción cooperadora urgente» como único remedio a la fragilidad de la economía global.

Otro aspecto inquietante, en opinión de la OCDE: la confirmación de que la recuperación tras la gran recesión mundial «no ha sido lo suficientemente vigorosa y duradera como para que se traduzca en salarios más altos y mejores niveles de vida» para todos. «Diez años después de la crisis, los niveles de vida han mejorado de forma demasiado lenta para reducir significativamente las desigualdades que ya se habían ampliado durante las dos décadas previas a la crisis», señala Boone.

Fuente: El País