El grupo indio Oyo pisa el acelerador para crecer en su negocio de casas vacacionales en España. Tras cerrar el pasado ejercicio con 100 hoteles en España y anticipar la incorporación de otros 50 este año, la compañía quiere pisar el acelerador en el segmento de viviendas de alquiler para particulares, donde cuenta con una gran presencia en el centro de Europa, pero no así en España. “Contamos con 130.000 casas, de las que tan solo 6.800 están en España”, recalcó Tobías Wann, consejero delegado de Oyo Vacation Homes, durante la presentación de la estrategia de crecimiento.

De esas 6.800 viviendas, 5.000 pertenecen al segmento denominado self­service (un servicio parecido al que prestan otros operadores como Airbnb y Vrbo) y 1.800 al segmento fullservice, en el que se incluyen servicios como la limpieza o el checkin.

Wann matizó que en el caso del selfservice (cuya principal marca es Traum), Oyo competirá con Airbnb y Vrbo en destinos exclusivamente vacacionales, ya que por ahora no tiene intención de crecer en entornos urbanos. “Las regulaciones locales en España son muy estrictas y difíciles de cumplir en algunas circunstancias”, resaltó.

En el caso del fullservice, Oyo no competirá, sino que será socio de ambas compañías, puesto que sus casas (la marca principal es Belvilla) serán comercializadas a través de Air­bnb, Vrbo o Booking, ya que son productos específicos que no tienen ninguna de ellas y que se dirigen a un cliente de mayor poder adquisitivo.

El consejero delegado de Oyo Vacation Homes matizó que el potencial de crecimiento de la compañía en España y en Europa es muy importante. “En la UE hay 24 millones de casas vacacionales, de las que tan solo 4 millones se alquilan a través de plataformas, lo que representa una cuota de apenas el 13%”, recalcó. Los cálculos de la firma india es que hay 10 millones de segundas residencias en Europa que no se alquilan, otros ocho millones que se alquilan de forma informal a amigos y familia y otros dos millones que lo hacen empresas especializadas en ese sector.

Fuente: Cinco Días