La inteligencia artificial o, abreviadamente, IA, está de moda. Todas las grandes empresas hablan de ella, pero ¿qué es en realidad? Una definición sencilla de la IA es que se trata de una ciencia que se ocupa de la simulación del comportamiento inteligente en los ordenadores.
Según otra definición, la IA es una máquina o un ordenador que puede imitar el comportamiento humano. Una prueba aceptada generalizadamente para la inteligencia artificial es el test de Turing, llamado así por el científico inglés Alan Turing. La prueba consiste en que una persona entrevista a una persona y a un ordenador. Si no consigue discernir cuál es la persona y cuál el ordenador, significa que es un ordenador inteligente.
En realidad, el público general entró en contacto por primera vez con la IA en 1997, cuando el ordenador Deep Blue de IBM, para sorpresa de todos, consiguió derrotar al ajedrez al campeón mundial Garry Kasparov. Y en 2016, el programa de IA AlphaGo de la filial de Google DeepMind derrotó al campeón mundial de Go, el coreano Lee Sedol.
El juego Go es mucho más difícil que el ajedrez y mucha gente creía que un ordenador nunca conseguiría descifrarlo. Simplemente, AlphaGo se llenó de millones de movimientos de partidas históricas y así, dependiendo de las posiciones en el tablero, pudo hacer sus propios cálculos de probabilidades y adaptar sus tácticas. Muy hábil, pero, aun así, comprensible.
Desde entonces, DeepMind ha desarrollado la variante AlphaGo Zero, que ha aprendido por sí misma sin ninguna instrucción, excepto, por supuesto, las reglas del juego Go. En tres días, AlphaGo Zero había derrotado a todas las versiones anteriores de AlphaGo y en 40 días, el programa había desarrollado principios de juego que el ser humano había tardado cientos de años en pensar. Según el jefe de DeepMind, AlphaGo Zero tiene tal capacidad porque el programa ya no está limitado por los límites del conocimiento humano.
No obstante, este comportamiento de autoaprendizaje todavía no funciona bien siempre, como demostró Tay, el robot parlante de Microsoft. La idea era que el robot Tay, de Twitter, adquiriese inteligencia a través de conversaciones con otros usuarios de la red social, pero resultó un fracaso. Pronto, el robot empezó a dirigir insultos raciales y contra la orientación sexual a otros usuarios (es algo que en Twitter se aprende demasiado rápido) y, en menos de 24 horas, pero más de 96.000 tuits después, Microsoft se vio obligado a cerrar la cuenta.
Esta automatización creciente sin duda afectará al comportamiento y al patrón de gasto de los consumidores. Un buen ejemplo de esto apareció recientemente en el Wall Street Journal. Cada vez con más frecuencia, los usuarios de la aplicación Uber suelen olvidarse de pagar cuando suben a un taxi normal. Con Uber, es posible salir del vehículo sin pagar, ya que la tarifa se deduce automáticamente de la cuenta. Nos acostumbramos rápido a lo cómodo, aunque a veces ocasiona problemas.
Cuanta más automatización permitamos en nuestras vidas, menos cambiaremos a alternativas. Por eso, las principales compañías de tecnología parecen estar muy interesadas en los llamados asistentes digitales: por ejemplo, el Asistente de Google, Siri, de Apple, y Alexa, de Amazon. En el salón de casa probablemente se utilizarán sobre todo altavoces inteligentes como el Echo o el Homepod, pero también para el teléfono móvil surgirá el debate sobre cuál será nuestro asistente digital preferido. Esta elección se vuelve sumamente importante porque muchos usuarios rara vez, o puede que nunca, cambian las primeras elecciones que hicieron para sus teléfonos móviles.
Estos asistentes de voz aún se usan poco, pero esto, indudablemente, va a cambiar. En Estados Unidos, aproximadamente el 3% de los consumidores ya los utilizan para comprar en internet. Pero las aplicaciones aumentan sin cesar. Google Duplex puede hacer reservas en restaurantes, Siri hace recomendaciones basadas en la agenda del usuario y los usuarios pueden hacer preguntas de lo más extrañas a Alexa. Alexa ya tiene más de 30.000 aplicaciones dentro de aplicaciones, desde banca en línea hasta coches y cámaras de seguridad.
El Asistente de Google llegó a ser tan convincente que la gente empezó a sentirse un poco incómoda. Por eso, Google ha ajustado su asistente para que primero se presente como IA y solo entonces comience con la conversación real.
Por supuesto, la tecnología aún no es perfecta, pero en mi opinión, este tipo de asistentes de voz tendrán mucho poder en el futuro. ¡Es importante que los inversores no subestimen la capacidad de esta tecnología para influir en el patrón de gasto de los consumidores!
Jack Neele es miembro del equipo de activos de tendencias de Robeco y gestor del fondo Robeco Global Consumer Trends Equities
Fuente: Cinco Días