La periodista Anjali Nayar estaba cansada de llegar tarde a la noticia. Cuando contaba alguna “desgracia” (bad news is good news) en Liberia, Mozambique o República Democrática del Congo (RDC) a veces le era imposible recabar información. “Cuando llegaba al terreno a profundizar, la gente sabía desde hacía meses, o incluso años, lo que estaba ocurriendo. Sentía que las narrativas locales tenían que estar incluidas en el contexto global porque la idea que tenemos de distintos lugares del mundo se hace desde un encuadre externo. Cuando se obtienen puntos de vista locales, se entiende lo que realmente es importante”, explica Nayar.

El Amazonas es un buen ejemplo. Tras semanas de incendios el mundo se enteró del infortunio. “No debería llegar a que celebridades como Leonardo DiCaprio tuiteen sobre el tema para que llame la atención del público”. Para dar voz a colectivos locales y a grupos indígenas, Nayar creó TIMBY (acrónimo en inglés para “Este es mi patio trasero”), una suite digital que favorece la recogida de información y datos y la comunicación de manera efectiva y segura de temas relacionados con la gobernanza, la sanidad o la gestión medioambiental.

Ante la dejadez de las administraciones, los ciudadanos han encontrado en las nuevas tecnologías un espacio para la defensa de sus derechos. “En la construcción de sistemas con mejor calidad democrática, las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) desbordan barreras por ejemplo geográficas porque la voz de la sociedad civil se escucha más allá de sus fronteras y sus reivindicaciones pueden escapar del control de los gobiernos”, explica el periodista especializado en uso de las TIC y movimientos sociales en África, Carlos Bajo Erro.

TIMBY se puso en marcha en Liberia en 2016 y desenmascaró a la por entonces presidenta Ellen Johnson Sirleaf. La comunidad internacional celebraba la gestión de la primera mujer en liderar un país africano que además fue galardonada con el Nobel de la Paz en 2011. Se la encumbró como la “salvadora de la nación”, dice Nayar. Y prosigue: “Cuando ibas allí, incluso antes de su segundo mandato, había una gran discrepancia sobre su éxito en Liberia. No fue hasta el brote de ébola, que azotó al país, cuando la mirada de Occidente cambió”.

El Instituto de Desarrollo Sostenible (SDI) llevaba años protestando contra la corrupción institucional y empresarial en el país a través de su fundador, el activista Silas Siakor. La colaboración con TIMBY evidenció los tejemanejes de Johnson Sirleaf y, la que en 2005 sentenciase en este periódico que sería la “dama de hierro contra la corrupción», quedó al descubierto.

“Es una herramienta de empoderamiento que reduce el poder y control para informar. En vez de enviar reporteros externos, TIMBY forma parte de la comunidad y son sus miembros los encargados de documentar qué ocurre”, explica Siakor. El trabajo de los propios vecinos incitó una investigación nacional que derivó en la cancelación de hasta 60 concesiones ilegales. “Decenas de millones de dólares estaban siendo usados de forma fraudulenta por Chevron y otras empresas que operaban en el país”, apunta Nayar que filmó el proceso junto a Hawa Essuman en el documental Silas.

TIMBY facilita la denuncia de irregularidades en contextos mediáticos complejos. “El resultado de tener evidencias en vez de testimonios de oídas ha sido excelente”, expone Nayar. La conversación gira del “algo ha ocurrido” al “qué hacemos al respecto”. La recogida de datos colaborativa, crowdsourcing, brinda a la sociedad civil una mejora en el flujo ascendente de información. Irrumpen voces desde fuera del círculo mediático y “se va construyendo una narrativa de la realidad desde múltiples voces y fuentes”, dice Bajo.

Los usuarios suben imágenes, audios y vídeos a la plataforma a través de sus dispositivos móviles y se pueden realizan distintos tipos de informes. Para ello, es muy importante la documentación. “Intentar recolectar información durante un largo periodo de tiempo sobre asuntos de apropiación de tierras, cambio climático o corrupción requiere de un sistema para que no quede olvidada en un estante o sea corrompida”, explica Nayar.

TIMBY trabaja en la alfabetización digital para que la herramienta sea efectiva y segura para sus usuarios. En un contexto donde los datos pueden usarse para intereses comerciales, promover la radicalización, difundir odio o crear noticias falsas, Nayar lo deja claro: “TIMBY no es dueño de los datos. Cada proyecto cuenta con su propio panel de control y los grupos son responsables de la veracidad del contenido. Ejercemos una labor de moderadores”.

Tras la experiencia en Liberia, el proyecto se ha expandido. El boca-oreja entre distintos grupos ha hecho que la plataforma se use en 40 países y esté disponible el 17 idiomas. “TIMBY funciona para aquellos que luchan por una causa común para dar visibilidad o compartir algo que les afecta”, dice Nayar. Y eso toma distintas vertientes: la denuncia de la pesca ilegal en Malasia, la lucha por una sanidad y justicia ambiental en California o la defensa de los derechos indígenas y tenencia de tierras en Kenia. 

La civictech

Bajo traza paralelismos entre TIMBY y Ushahidi, un software creado en Kenia para monitorear informes de violencia en el país después de los altercados postelectorales en 2007. “Es la primera acción importante del ciberactivismo en África y uno de los mayores éxitos hasta ahora de la producción de tecnología africana”, resalta.

La proliferación de nuevos activismos en África va ligada a la puesta de las TIC al servicio del ejercicio de la ciudadanía, civictech. Estas se convierten en un espacio donde compartir y defender unas necesidades comunes además de movilizar a grupos que antes no lo estaban, según Bajo. “Estas plataformas demuestran que a los jóvenes urbanos les importa, y mucho, la política y que quieren tener un espacio de reivindicación social y política, pero no había los canales adecuados”.

En este contexto han surgido diversos colectivos como Yaga en Burundi que, como apunta Bajo, “sin tener voluntad política se convierte en un espacio de información que se libra de los tentáculos del control de las autoridades”. “Yaga se propuso ser una plataforma para que todas las voces discordantes pudieran tener un debate positivo sobre temas sociales, políticos y económicos”, explica el organizador del colectivo burundés, Alain Amrah Horutanga.

Yaga nace en 2015, justo antes de las elecciones presidenciales en Burundi. En ese momento se produce un anuncio de golpe de estado que sirve a Pierre Nkurunziza, actual presidente del país, para hacer una purga contra la oposición política y social. Jóvenes como Amrah Horutanga tiran entonces de templanza para generar “una tercera voz frente la polarización que estaba creciendo”. En el país se mantiene un contexto mediático amordazado donde “los espacios para la libre expresión y la acción ciudadana continúan siendo monitoreados y se ven reducidos en vísperas de 2020, año electoral”, comenta Amrah Horutanga.

Cuando la sociedad civil sacude el status quo mediático gracias a las TIC, las autoridades se incomodan. La historia de TIMBY es la inclusión de las narrativas locales a un tejido global para aportar una visión más contrastada del mundo, como resalta su fundadora. “No es gente que está condicionada por el medio, los grandes grupos o los intereses de un empresario concreto”, explica Bajo por lo que “se convierten en fuentes de los periodistas o acicates de los medios y muchas veces incluso en coartada: una información que ya ha sido movida por las redes pasa a ser una razón para darla”. Iniciativas como TIMBY favorecen la participación de grupos excluidos en la defensa de sus derechos y necesidades. La herramienta de denuncia para promover el cambio social está ahora en el bolsillo.

Fuente: El País