La vieja fábrica de tabaco de Mullingar dio de fumar a Irlanda y a parte de Europa durante medio siglo. Propiedad del Imperial Tobacco Group, antiguo monopolio británico con aires victorianos, aquellas naves eran un hervidero de máquinas que hacían los cigarrillos y los empaquetaban. Hoy las instalaciones son la sede de un centro tecnológico de desarrollo.

El IMR (Irish Manufacturing Research) de Mullingar, al oeste de Dublín, abrió en 2017. Donde antes había prensas y embutidoras ahora están las impresoras 3D más avanzadas del mercado, que trabajan con polímeros y metal. Las máquinas de empaquetar se han sustituido por brazos robóticos y dispositivos de realidad virtual. El centro trabaja directamente con la industria –más estrechamente con el sector médico y el aeroespacial– y se orienta a problemas reales de las empresas.

Es una muestra de los esfuerzos que Irlanda ha hecho en los últimos años para crear un ecosistema tecnológico dinámico. Una misión que se ha acelerado después de que se aprobara en referéndum la salida de Reino Unido de la Unión Europea, en junio de 2016. El país del trébol es probablemente el más expuesto al Brexit (pospuesto por enésima vez). El comercio entre las dos naciones es de 1.000 millones de euros semanales. Irlanda, que es un mercado pequeño de 4,7 millones de habitantes, ve en Reino Unido una extensión de su mercado doméstico. Alrededor del 15% de sus exportaciones van a parar a su vecino británico.

Para paliar las consecuencias de un incierto Brexit, uno de los antídotos que prepara Irlanda está en su sector tecnológico y en sus startups. Su ecosistema emprendedor es uno de los más vitalistas de Europa. Un análisis de la compañía financiera Funderbeam apunta que hay 34 compañías emergentes por cada 100.000 habitantes en el país, la segunda mayor proporción tras la de Islandia. En 2018 se invirtieron 930 millones de euros en 223 startups irlandesas, según la asociación TechIreland. En un informe específico, autoridades de exportación del Ministerio de Economía de Países Bajos hablaban de 2.500 firmas solo en Dublín, 165 centros de desarrollo y aceleradoras y más de 1.200 proyectos empresariales creados en 2017.

“Tradicionalmente, las startups, independientemente del sector, venden en el mercado doméstico. Y el mercado doméstico irlandés es muy pequeño”, indica el John FitzGerald, profesor de Economía en el Trinity College de Dublín. “Después empiezan a vender en el mercado británico, porque tenemos el mismo idioma y hay muy buena comunicación. Pero esto va a ser más difícil con el Brexit. Así que necesitarán saltar al mercado europeo como primer destino para sus exportaciones”.

Una muestra representativa de estas empresas locales está bajo el paraguas de Enterprise Ireland, la agencia de exportación del país. Su objetivo es crear riqueza y empleo a nivel nacional mediante la expansión de las compañías patrias. Y también se ha preparado para el Brexit. A las 33 oficinas que tiene en todo el mundo se añadirán 14 nuevas en los próximos 18 meses. Servirán para completar su presencia en Francia, Alemania o Dinamarca, pero también en mercados fuera de la UE, como Estados Unidos o Vietnam.

En 2018 Enterprise Ireland aprobó un presupuesto de 74 millones como contingencia ante el Brexit, que está destinado a 535 empresas consideradas expuestas. El objetivo de este plan es “mejorar la competitividad, la innovación y la diversificación”. Este tipo de movimientos ponen de relieve la planificación del país ante la situación. «Evidentemente el gobierno no sabe cuál será el resultado final. Pero empezó a prepararse para esto hace tiempo”, apunta FitzGerald. “El Economic and Social Research Institute (entidad analista con sede en Dublín) publicó en noviembre de 2015 un informe, encargado por el Ministerio de Finanzas, sobre las consecuencias para Irlanda de un Brexit. Esto fue seis meses antes del referéndum. Así que los preparativos se han empezado a hacer desde muy pronto”.

Ejemplos

La Comisión Europea citó a los gobiernos de Irlanda, Países Bajos y Austria como ejemplos de Estados miembros que habían establecido planes de contingencia avanzados frente al Brexit. Alberto Cisterna, responsable de la agencia de exportación irlandesa en España, es tajante a la hora de afirmar que «no hay nada positivo en la salida del Reino Unido». Pero confía en que esto sea un empujón para que las empresas irlandesas salten más allá del mercado británico. “Una de las respuestas que se ha dado al Brexit es la diversificación a la Eurozona, que puede mitigar muchos de los riesgos”. Cisterna recuerda las ventajas del mercado europeo. “Es una población de 340 millones de habitantes, con estabilidad, con moneda única y libre de aranceles”.

El profesor FitzGerald confía en que con el tiempo el mercado europeo compense las dificultades del Brexit: “Al principio será un gran golpe a Irlanda. Y veremos una cierta recuperación cuando las compañías extranjeras inviertan en Irlanda en lugar de en Reino Unido”.

España como mercado para las empresas irlandesas

Cisterna comenta que los destinos más deseados por las empresas irlandesas a partir de ahora son Norteamérica y la Eurozona. Su agencia se marcó un objetivo para Europa: quieren que entre 2016 y 2020 el total de las compañías a las que apoyan, entre ellas las startups, hayan aumentado en un 50% sus exportaciones a la UE.

Dentro de esta promoción de la Eurozona, España resulta atractiva para el ecosistema emprendedor irlandés por la afinidad en sectores económicos. “España tiene un papel fundamental, como un mercado de 47 millones de personas”, señala Cisterna. “Vemos oportunidades dentro de tecnologías digitales, dentro de fintech, porque hay grandes bancos en España y además son de los que adoptan la tecnología de forma temprana. Y vemos también oportunidades importantes dentro del sector de la agricultura y la ganadería, donde Irlanda se ha orientado a la eficiencia, uno de los desafíos del sector”.

Muchas startups irlandesas que ya operan en España están relacionadas con estos sectores. MooCall fabrica un sensor de partos para las vacas, que avisa por email o sms al ganadero cuando estas entran en parto, para así reducir la mortalidad de los animales. La especialista en ciberseguridad Fijowave entró en contacto con Telefónica en 2017 y tiene un acuerdo con ElevenPaths, la división de seguridad de la operadora. En el sector bancario destaca la proveedora de tarjetas de prepago virtuales, PFS, que se pueden usar sin cuenta bancaria. Otras compañías se enmarcan en los sectores de medtech (medicina) y traveltech (turismo), como el buscador de coches de alquiler CarTrawler, que presta servicios a empresas turísticas, como hoteles o aerolíneas.

Varios de los casos comentados han entrado en España o han incrementado su presencia en los últimos tres años, desde el referéndum. Aunque Alberto afirma que son circunstancias casuales porque el trabajo viene desde antes. Asegura que el gobierno irlandés lleva tiempo comprometido con “programas para crear startups y ayudarlas a que tengan una ambición exportadora, para que después diversifiquen en múltiples mercados”.

La fiscalidad de las grandes tecnológicas

Irlanda es el tercer mejor país de Europa para el desarrollo de startups, según el ranking de la firma analista NimbleFins. Y uno de los factores que influye en este clima benigno con los nuevos negocios es su bajo impuesto de sociedades, del 12,5%. Esta tasa impositiva no solo facilita los comienzos a las nuevas empresas, también es un factor de atracción para las grandes tecnológicas y ha sido una sustancial fuente de polémica en Bruselas. La ciudad de Dublín está sahumada con las sedes de Facebook, Google, Microsoft, Paypal, eBay o Intel. Este régimen fiscal, que también practican otros miembros de la UE como Luxemburgo o Países Bajos, se orienta a atraer capital y estimular la economía local.

“Siempre ha habido una competencia fiscal encubierta entre los distintos estados miembros de la Unión Europea», explica José Manuel Almudí Cid, profesor de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad Complutense de Madrid, y añade que los Estados miembro son soberanos para configurar sus propios impuestos sobre sociedades. “Lo que no pueden hacer es establecer medidas selectivas encaminadas a atraer determinadas empresas, porque constituiría una ayuda de Estado y perjudicaría el mercado interior”.

Con este tipo de medidas se relaciona la multa de 14.300 millones de euros que Bruselas obligó a Apple a pagar a Irlanda. “Era una tributación a medida acordada por las autoridades fiscales”, destaca Almudí. “Sobre el papel los Estados cumplen con el derecho de la UE, pero luego se apartan para atraer empresas y traer capitales a través de estas decisiones, que han sido opacas”.

El debate de la fiscalidad de las tecnológicas, sin embargo, es más complejo. “Las reglas que han regido la fiscalidad internacional en los últimos años se han demostrado ineficaces para grabar los beneficios de estas multinacionales tecnológicas, que tienen una gran capacidad de deslocalización y que pueden prestar sus servicios con unos medios muy reducidos”, reseña Almudí.

La problemática ha provocado la reacción de instituciones como la OCDE o el G20, con el fin de modificar las reglas de tributación internacional. Por ahora no hay solución eficaz. La cuestión seguirá debatiéndose dentro de la Unión Europea, el mercado al que Irlanda vuelve los ojos para paliar los efectos del Brexit.

Fuente: El País