Más de lo mismo. Sí, es cierto. No hubo sorpresa, también es cierto. Pero Apple mantiene su magia, aunque no deja con la boca abierta. La pelea de la mayor empresa de tecnología del mundo es consigo misma, por seguir el camino que ellos mismos han trazado y donde no tiene competidor.
Apple no vende aparatos, sino sensaciones. En sus actos no se habla de megapíxeles, ni de miliamperios, tampoco de megahercios. Apple muestra los resultados de su cámara, estima la mejora en la batería y despliega experiencias vividas a través de sus móviles para invitar a renovar el móvil. No hay cifras, nombres técnicos y mucho menos comparaciones con la competencia. Por eso solo ellos pueden permitirse unas presentaciones con toque teatral. No es casualidad que a nuestro lado estuviese Mat Whitecross, el director de cine que pasó de rodar La doctrina del shock o Camino a Guantánamo a los vídeos de Coldplay. Apple no quería nada de él. Solo le invitó a ir, mirar y disfrutar del espectáculo.

También estaba José María Álvarez-Pallete entre los invitados. El consejo delegado de Telefónica mantiene su acercamiento con los grandes de Silicon Valley, ya es habitual en la conferencia de Facebook. La relación con Netflix ha sido una de las grandes noticias del sector de los contenidos audiovisuales. Esta vez se estrenaba en el Apple Park.
El iPhone más caro propuesto hasta la fecha es todavía más grande que los anteriores. Una pantalla de 6,5 pulgadas, más que el Note de Samsung, y una pulgada más que su modelo más voluminoso hasta la fecha, con un precio similar al de un portátil Mac. Más de 1.100 euros por llevar un aparato multiusos en el bolsillo.

Cuando Steve Jobs volvió a Apple se planteó varios retos. Ya había revolucionado el mundo de los ordenadores con los Macs. Tras su exilio y resurrección creando Pixar, en su vuelta a Apple Jobs se propuso seguir con más sectores. El iPod creó un nuevo género, el podcast. A la vez, generó una nueva forma de distribuir la música. Desde iTunes, de una en una. Adiós al LP. Freno a la piratería. Dieron con la fórmula para satisfacer al usuario final.

El sector de la telefonía era el siguiente a revolucionar. Cambió la forma en que se adquiere el terminal, muchas veces con plazos dentro del contrato. Subió la tarifa de datos y nació una nueva economía, la de las aplicaciones, programas de apenas un euro con funciones centradas y claras. iOS, el sistema operativo que funciona en los iPhones e iPads, ya se ha estrenado en más de 2.000 millones de aparatos. Un hito muy importante, pero que significa algo más. Indica que crear programas para ellos es más rentable que para ningún otro formato. Android tiene más usuarios, sí, pero muy pocos propensos al pago.

Con el iPad quiso disrumpir el mundo editorial. Lo agitó, desde luego, pero el impacto ha sido menor. El Apple Watch es ya, según sus propias cifras, el reloj más vendido del mundo. Más allá de dar la hora, quiere ser el elemento central de la monitorización de la salud. Su nuevo cometido es avisar en caso de caída y reconocer los patrones del corazón del usuarios para reconocer arritmias y posibles accidentes cardiovasculares.

Mientras consigue o no los dos últimos cometidos, se prepara para la guerra de la realidad aumentada, para ello acaban de adquirir una empresa dedicada a ello, la del coche autónomo, fichando en Tesla sin freno, y la de la interfaz de voz, con el HomePod con Siri ya en español. Todas estas batallas pasan por mantener la hegemonía del iPhone como elemento central de todo su catálogo, como nexo.

El iPhone ya no es revolucionario. Eso lo fue hace 11 años. Ahora, simplemente, no deja de mejorar en potencia, resistencia, autonomía y calidad de imagen. Cada año se repite el mismo patrón. Inicialmente surge un momento de fascinación, con un deseo compulsivo de compra. Al ver el precio llega la fase de análisis. Poco después, se procede a la compra. El usuario sabe que es caro, pero también que todo funcionará dentro de ese universo.

Apple ha sabido, mejor que nadie, generar una relación con el usuario muy poderosa. Apple toma las decisiones por él, pensando por él, sin necesidad de que el consumidor entre en detalles. A cambio ofrece una experiencia fluida con una integración fuera de lo normal. Y ahí es donde marca la gran diferencia. Apenas hay que tomar elecciones. Basta con adquirir sus productos para que sin esfuerzo todo funcione.

¿Estaremos dispuestos a pagar más de 1.100 euros por un aparato que no necesitamos? Seguramente sí, porque sirve de puerta de acceso a todo su universo y porque asegura una vida útil de al menos dos años. Mantiene gran solidez en la experiencia de uso. Esta suma de factores explica por qué acaba de ser la primera empresa en superar la barrera del billón, del millón de millones de dólares de capitalización bursátil. Apple ha creado un entorno circular en el que todo está conectado. ¡Y funciona!

Fuente: Cinco Días