En el año 1983, Theodore Levitt, economista americano y profesor de Harvard Business School, publicó un artículo académico titulado La globalización de los mercados, donde por primera vez se acuñó el término globalización, abarcando bajo este concepto las transformaciones que se estaban produciendo en la economía internacional desde mediados de la década de los sesenta. Según este reputado académico, el término definía el conjunto de factores económicos, tecnológicos y sociales que permitían que las multinacionales pudieran vender sus productos casi sin diferencias en diversos mercados, basando su teoría en la colaboración y coordinación entre las distintas partes involucradas en el proceso productivo, de gestión y comercialización de bienes.

Casi cuatro décadas más tarde, un nuevo término cobra cada vez más protagonismo: la conectividad. Y al igual que la globalización, también hace referencia a la colaboración como motor del cambio industrial, económico y social. La industria, especialmente la del automóvil, no ha sido ajena a este cambio y afronta un proceso disruptivo de transformación, en el que la conectividad es una parte más de la llamada cuarta revolución industrial.

Cada una de las tres revoluciones industriales que ya se han producido ha marcado un punto de inflexión en la historia, transformando la sociedad y modificando e influyendo en todos los aspectos de la vida cotidiana. Pero en este caso es distinto. Ha sido la hiperconectividad marcada por las nuevas tecnologías y su influencia en la sociedad, la que está cambiando la industria a pasos acelerados. Este hecho supone un cambio de paradigma en el que, por primera vez, las empresas se tienen que adaptar a una sociedad que lidera el cambio, a diferencia de lo que ha ocurrido a lo largo de la historia.

La automoción se ha convertido en un sector muy relevante si hablamos de industria 4.0. Los actores industriales que vamos a liderar este proceso tenemos la responsabilidad, y la oportunidad, de ser creativos, estar preparados para lo incierto, anticiparnos a las tendencias del mercado, explorar nuevos modelos de negocio y transformarnos. La industria de la automoción camina hacia el futuro en un entorno de un alto nivel de automatización, de máquinas inteligentes y de dispositivos interconectados.

Las innovaciones tecnológicas que abanderan la cuarta revolución industrial están llamadas a introducir cambios de enormes dimensiones en nuestras sociedades. El big data, el blockchain, el internet de las cosas, la realidad virtual o la inteligencia artificial, forman un nuevo ecosistema que modificará la forma en que la gente trabaja y vive, y por supuesto, también afectará el futuro del sector industrial.

En nuestro caso, en la fábrica de Martorell estamos desarrollando y aplicando herramientas y soluciones digitales destinadas a la producción de automóviles que nos están permitiendo ser más eficientes, más flexibles y más ágiles. Todas ellas adaptadas a las necesidades y a los procesos de producción para gestionar de manera más eficaz los recursos y la comunicación entre áreas. En definitiva, ser una verdadera smart factory.

Estamos introduciendo la robótica colaborativa en nuestros centros de producción, donde los robots ya trabajan codo con codo con los empleados en las líneas de montaje, y cámaras de visión artificial en las instalaciones que nos permiten ser más ágiles para asegurar la calidad de los productos y los procesos.

Contamos con sistemas como la impresión 3D o la realidad aumentada, nuestro Centro de Prototipos de Desarrollo construye coches virtuales para optimizar al máximo su proceso de desarrollo y los smart watches nos ayudan a predecir incidencias en el proceso de mantenimiento y fabricación.

Todo este proceso de adaptación es clave porque el cambio es constante y el producto que está hoy en la línea de producción no tiene por qué ser el que el consumidor nos pida mañana. Por eso, nuestras fábricas deben estar adaptadas a las demandas del mercado y, para ello, debemos animar al recurso más preciado de cualquier empresa, las personas, a pensar, desarrollar y aportar valor y dejar la mayoría de las tareas mecánicas a la tecnología.

Es evidente que el futuro de los trabajadores industriales va a cambiar, ya que no se trata solo de equipar a los operarios con tecnología, sino de conectarlos con su entorno antes y durante el proceso de producción. Tenemos que formar a los empleados en las profesiones del futuro, ayudarles a reinventarse y a aprender nuevas profesiones que a día de hoy ni siquiera existen.

Subirse al tren de la cuarta revolución industrial no es una opción, sino una obligación para todas aquellas compañías que quieran jugar un papel trascendente en el medio y largo plazo. La industria 4.0 representa la mayor revolución que ha existido dentro de la economía y el mundo laboral a todos los niveles, pero, a diferencia de las anteriores, será a una velocidad de vértigo. El éxito solo lo alcanzarán quienes sepan ver las oportunidades y adelantarse a ellas.

Christian Vollmer es vicepresidente de Producción y Logística de SEAT

Fuente: Cinco Días