La cereza en China no es una fruta común: se le concede un valor simbólico, de prosperidad y buenos augurios, por lo que regalarla para el Año Nuevo chino representa un signo de distinción para las clases emergentes que pueden pagar los 20 dólares que, en promedio, cuesta un kilo. Empujado por el aumento de la demanda de un mercado de 1.300 millones de habitantes, Chile se ha convertido en el principal exportador de esa fruta a nivel mundial, gracias a nuevas técnicas de plantación, cosecha, embalaje y traslado desarrolladas estratégicamente en las últimas décadas. De todas las cerezas que consumen los chinos, un 86% proviene de Chile. De toda la cereza que se produce en Chile, un 88% viaja al país asiático en barcos que deben llegar a tiempo para la celebración tradicional de mayor importancia, que se suele conmemorar en familia. En la campaña 2017-2018 se batió un récord histórico: 168.366 toneladas de cerezas exportadas al Lejano Oriente con un crecimiento del 104% respecto al año anterior.

Para Fernando Reyes Matta, director del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre China de la Universidad Andrés Bello, “la cereza en China es un regalo fino, y la chilena, de una calidad superior, llega oportunamente para la festividad”, que este año se ha celebrado el 25 de enero. El también exembajador chileno en China se refiere a que la cereza se cosecha entre noviembre y febrero en el hemisferio sur —cuando el norte se encuentra sin producción—. En sus constantes viajes al país asiático, relata, ha visto que por una pequeña caja con dos hermosas y perfectas cerezas chilenas pueden llegar a cobrar hasta unos 12 dólares. “El ingreso de las cerezas en el mercado chino está ligado a la expansión de la clase media, que en 1990 prácticamente no existía y ahora llega a los 350 millones. Para explicar el fenómeno resulta fundamental el crecimiento de los jóvenes profesionales con más capacidad de consumo, que exigen diversidad y calidad”, explica.

Es un negocio en auge que ha motivado a los productores nacionales: en 2018, 200 empresas chilenas enviaron esta fruta a China. Actualmente, la superficie de cerezos llega a las 30.000 hectáreas en Chile —sobre todo en la región de O’Higgins, al sur de la capital— y las estimaciones indican que en 2021 serán 40.000. De acuerdo con Sebastián Sichel, vicepresidente ejecutivo de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), la agencia del Gobierno chileno que empuja la producción nacional, la instalación de la cereza nacional en el mercado mundial no es producto de la buena suerte. “Es el resultado de un esfuerzo colectivo público-privado que se remonta a los años noventa con miras a diversificar las especies que se cultivan en Chile. Líderes privados han desempeñado un papel fundamental junto con el financiamiento público en investigaciones y en innovación. El éxito de la cereza es fruto de una estrategia de largo plazo del Estado”. En la misma línea, el ministro de Agricultura chileno, Antonio Walker, destaca la importancia de que el país “no dependa solo del cobre, la agricultura es un recurso importante”.

La producción de esta fruta no es sencilla: los árboles son sensibles al clima, se debe cosechar a mano con trabajadores cualificados, enfriarla rápido, procesarla en menos de 24 horas, despacharla en dos días y embarcarla. Aunque Chile no tiene grandes terrenos cultivables en comparación con otros países, como su vecina Argentina, ha desarrollado tecnología que permite rentabilizar cada hectárea y ocupar rápidamente determinados mercados con sus productos. “Chile es el principal exportador de cerezas a nivel mundial, con 186.000 toneladas [en la campaña 2017-2018]. Cada temporada exporta 2,7 millones de toneladas de frutas frescas, lo que lo deja como principal exportador del hemisferio sur. Es el mayor proveedor del mundo en uvas de mesa, arándanos, ciruelas y cerezas”, explica Ignacio Caballero, subgerente de marketing de la Asociación de Exportadores de Frutas de Chile (Asoex).

El país sudamericano ha logrado abaratar el valor de la producción de su cereza: cuando comenzaron las exportaciones en 2008, Chile debía comprarle a la propia China las bolsas de aire para el embalaje. Actualmente, sin embargo, los envoltorios se producen en territorio chileno gracias a emprendimientos locales. Como esperan los potenciales compradores asiáticos, las cerezas viajan envueltas para soportar los 22 días de viaje en barco que, por ejemplo, tarda un traslado marítimo desde Chile a Hong-Kong. El exembajador Reyes Matta recuerda que también se utiliza el avión: “En 2018, entre enero y febrero, hubo 65 vuelos especiales de aviones de carga chinos que llevaban cajas de cerezas”.

Exportaciones crecientes

Si en 2005 las exportaciones eran prácticamente inexistentes, en el primer año de apertura del mercado chino, en 2008, se exportaron cerezas por unos 15,8 millones de dólares, para llegar a los 954 millones de dólares de 2018, según información de Prochile. “Se estima que el retorno promedio al productor, de acuerdo a datos de 2017, fue de 5,2 dólares por kilo, con 35.000 a 40.000 dólares de ingreso por hectárea”, indican en Corfo. Es un alto nivel de rentabilidad, explica Sichel, su vicepresidente ejecutivo, que la compara con otro producto estrella, la uva Maylén —el resultado de 30 años de investigación—, que deja una rentabilidad por kilo de 1,5 dólares. El éxito de la cereza es tal que, motivados por la fiebre china por esta fruta, año a año ingresan en la industria unos 50 nuevos exportadores chilenos.

El momento rojo

En enero de 2019, las exportaciones alcanzaron los 701 millones de dólares, un 15% más que el mismo periodo del año anterior. Los buenos números, sin embargo, no detienen la ambición de Chile. De acuerdo a Prochile, la fruta todavía no llega a grandes ciudades del interior. “Estamos trabajando en aumentar el consumo antes del Año Nuevo chino, es decir, a finales de diciembre”, agrega Ignacio Caballero, subgerente de marketing de la Asociación de Exportadores de Frutas. El comité de cerezas de esa asociación lleva tres años invirtiendo en promoción bajo el eslogan “Disfruta el momento rojo”. Destacan sus beneficios saludables en una campaña que este año llegó a 64 ciudades entre noviembre y febrero. Hubo actividades inéditas, como la formación de una línea de 24.630 cerezas rojas registrada para el libro Guinness.

Fuente: El País