Uno de los más poderosos oligarcas rusos, Mijaíl Fridman, investigado por su supuesta responsabilidad en la caída del grupo español de tecnología Zed para adquirirlo a bajo precio, ha negado su participación en los hechos. Según fuentes jurídicas, la Fiscalía ha asegurado que seguirá adelante con la investigación. El magnate, presentado por Forbes como el hombre más rico de Londres, estaba citado por el juez instructor, Manuel García-Castellón, como investigado por corrupción en los negocios, abuso de mercado, insolvencia punible y administración desleal.

La defensa de Fridman, que ha declarado en ruso con traductor, se ha basado en que el no tuvo capacidad decisoria en Zed por lo que su relación con la quiera era nula. La compañía estaba dirigida por Javier Pérez-Dolset, que es quien acusa a Fridman.

Según un comunicado de la empresa de Mikhail Fridman, que ha adquirido recientemente Dia, el acusado «ha desmentido categóricamente las alegaciones formuladas contra él en relación con Zed o su insolvencia» ante el Juzgado Central de Instrucción núm. 6 de Madrid. Fridman ha asegurado que no «ha conocido, ni liderado ni dado instrucciones ni participado en un plan de asedio ilegal para comprar Zed» y que sus compañías «no hicieron nunca una oferta de compra por Zed».

Ha sostenido que «como demuestran los registros públicos del Tribunal de Apelación de Ámsterdam, los problemas de Zed han surgido de lo que es fundamentalmente (y simplemente) una disputa entre los accionistas españoles y rusos de Zed».

Fridman ha testificado en esta causa en donde «hay al menos otras 19 personas y 16 entidades que también están siendo investigadas». Según sus abogados, el magnate ruso ha lamentado que su declaración se haya adoptado «sin antes citar a otras personas que sí están directamente relacionadas con los hechos y sobre la base de unos indicios inconsistentes y algunos de ellos basados en pruebas falsas y manipuladas aportadas a la UDEF por Pérez-Dolset, responsable de la gestión indebida de Zed+, como así lo determinó la Sala de lo Mercantil del Tribunal de Apelaciones de Ámsterdam, y que está acusado de insolvencia, blanqueo de dinero, administración desleal y falsificación de documentos comerciales en España».

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A través de su fondo LetterOne, con sede en Luxemburgo, Fridman controla compañías de telecomunicaciones, sanidad, distribución, hidrocarburos o finanzas. De hecho, es el fundador del mayor banco privado ruso, Alfa Bank. El empresario, considerado cercano al Kremlin, realizó, según la fiscalía, «una técnica típica de parte de la mafia rusa»: el raid, es decir, un ataque para apropiarse ilegalmente de una empresa, informa AFP.

«Hay una técnica que consiste en llegar con unos kalashnikov al negocio. La cosa luego fue perfeccionándose, de ser una cuestión violenta pasó a ser una cuestión económica o jurídica: asfixiar a la administración de una empresa, terminando en insolvencia», explica a la AFP el fiscal
a cargo del caso, José Grinda.

Fundado en 1998 en Madrid, el grupo tecnológico Zed desarrolló y comercializó servicios de valor añadido para operadores de telefonía móvil. Algunos tuvieron gran fortuna, como los servicios de SMS premium o el vídeojuego Commandos. Fridman se convirtió al mismo tiempo en uno de sus accionistas y uno de sus principales acreedores.

A partir de 2014, el operador de telefonía móvil Vimpelcom, controlado por Fridman y que ya tuvo problemas con la justicia estadounidense, rescindió o modificó sustancialmente varios contratos con una filial rusa de Zed, privando al grupo español de importantes ingresos, según la fiscalía.

La obtención de estos contratos había llevado a Zed a endeudarse en 140 millones de euros, parte de ellos prestados por un banco controlado por el magnate ruso. La difícil situación llevó al grupo español a declararse en concurso de acreedores en 2016.

Pocos meses después, personas cercanas al magnate ruso propusieron su compra por 20 millones de euros, «muy por debajo del que era su valor cuando comenzaron las maniobras de paralización y bloqueo, controladas por Mijaíl Fridman.»

Fuente: El País