Europa rechazó los presupuestos de Italia, otorgándole una prórroga para corregirlos, plazo que termina mañana y tras el que se iniciará, si no hay rectificación, un proceso sancionador. Es una medida sin precedentes que trata de corregir no solo la desviación del déficit público del 2,4% previsto, sino también su obligación de rebajar los porcentajes de deuda, tal como establece el Pacto de Estabilidad y Crecimiento.

A pesar de estas advertencias, Italia ha continuado insistiendo en sus controvertidos planes de expansión del gasto, asegurando que se convertirán en ejemplo a seguir para el resto de países de la UE. Su política económica para los tres próximos años se fundamenta en la rebaja sistemática de impuestos y el aumento del déficit. Solo así ccreen que podrán reducir su abultada deuda, la segunda mayor de la UE, el 131% de su PIB. Quieren seguir el modelo económico de EE UU con un crecimiento medio del PIB cercano al 4%.

Pero ¿podrá Italia enderezar su economía, abrazando la política económica de Trump? Difícil predecirlo, pero Italia cuenta con algunas particularidades que lastran su credibilidad. En primer lugar, el Gobierno establece en sus planes unos porcentajes altos de crecimiento, pero sin considerar el poco impulso que está teniendo su PIB, principalmente en el tercer trimestre. Si hablamos de productividad, Italia es el segundo país de la OCDE, tras Grecia, con menor valor generado por hora de trabajo y el último país en crecimiento del PIB, por persona empleada.

En segundo, la deuda no deja de ser una amenaza. En el próximo trienio Italia debe hacer frente a la amortización de 668.000 millones, nada menos que el 32% de su PIB. De por sí, no es un factor que influya directamente en su crecimiento, pero las variables determinantes que sí influyen quedarán afectadas al disminuir su falta de financiación, como consecuencia del desvío de fondos al pago de la deuda. Se trata sobre todo de las inversiones, la mejora de la formación de la fuerza de trabajo y el aumento del gasto público en I+D.

En tercer lugar, la incertidumbre ha implicado un aumento significativo de su bono a 10 años, como consecuencia de su prima de riesgo. Además hay que añadir el fin de la compra de bonos por parte del BCE este diciembre y la posible subida de tipos prevista para mediados del 2019.

En último término, hay que recordar que los bancos italianos mantienen en sus activos inversiones relevantes de deuda pública del país, una amenaza para ellos si el Gobierno ejecuta una política fiscal poco sólida y los mercados exigen mayor rentabilidad por el riesgo que asumen.

Sin duda el gasto público, pensando en el corto plazo, te puede hacer popular y ser rentable electoralmente pero en el largo será el ciudadano quien reciba la factura de los excesos.

Rafael Sambola es economista y profesor de finanzas de EADA Business School

Fuente: Cinco Días