En 1954, Roger Bannister se convirtió en el primer hombre en el mundo en correr una milla en menos de cuatro minutos. Lo hizo, exactamente, en 3.59,4 minutos. Hasta entonces, se había establecido la creencia popular de que ningún ser humano era capaz de hacerlo. Había estudios científicos que afirmaban que nuestro cuerpo no estaba fisiológicamente preparado para conseguirlo. Salieron médicos que aseguraban que quien lo intentara podría colapsar. Sin embargo, aquel 6 de mayo Bannister rompió la barrera física y mental de los cuatro minutos. Lo más interesante es que, tras años de intentos fallidos de atletas de todo el mundo, solo unas semanas después de asentar este récord, otro deportista logró bajar la marca de Bannister. Y así, uno tras otro hasta alcanzar los 3.43,23 minutos actuales.

Esta historia se ha utilizado en multitud de charlas motivacionales para reforzar lugares comunes como la importancia de creer en uno mismo y de no dejar que nadie nos diga que no podemos conseguir nuestros objetivos. Pero, aunque los motivos por los que distintos atletas superaron la marca tras Bannister seguramente tienen más que ver con la mejora en los entrenamientos tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y la evolución en la técnica a partir de entonces, este hito también sirve para explicar la función de la motivación y la indefensión aprendida para conseguir objetivos. 

Bannister fue el primero en demostrar que los cuatro minutos fueron una barrera que se creó de forma arbitraria. La clave de esta historia no está en que fuera una hazaña realmente imposible de conseguir, sino en que todo el mundo decía que era imposible. Esto contribuyó a que los atletas se enfrentaran a este reto con una actitud de indefensión aprendida. Muchos lo intentaron y fallaron, además, tenían a expertos diciendo que no era posible hacerlo y acabaron convenciéndose de que tenían razón, porque no había ningún indicio que apuntase lo contrario.

«A la hora de alcanzar un objetivo los niveles de motivación sirven como motor para llevar a cabo las acciones concretas necesarias», explica Diana Navarro, psicóloga clínica. «Si te dicen que hagas lo que hagas no vas a conseguirlo, se merma la autoconfianza, te crees menos capaz y es probable que no inviertas los recursos suficientes para hacerlo». El hecho de que te digan que algo es posible o imposible de conseguir influye en tu motivación. Ver a Bannister cruzando aquella meta no era la demostración de que cualquiera puede conseguir lo que se proponga, sino de que las barreras mentales autoimpuestas emborronan la visión que tenemos de nuestras capacidades.

Un claro ejemplo de esto es la búsqueda de empleo, especialmente entre aquellas personas que llevan mucho tiempo intentándolo sin resultado. Tras muchas solicitudes sin respuesta y entrevistas fallidas, terminan por creer que no son capaces de conseguir un trabajo. Su autoestima se merma y esto afecta a su motivación para buscar empleo, convirtiéndose en un círculo vicioso. Una de las consecuencias de la indefensión aprendida en este aspecto es que estas personas terminan por creer que existen factores que no son capaces de controlar y pierden la confianza en ellos mismos.

  • No es suficiente con mirar

Otra de las lecciones que se extrae de la hazaña de Bannister está relacionada con la falsa ilusión del aprendizaje por observación. Ver a alguien conseguirlo no es suficiente para que tú puedas hacerlo. A día de hoy, puedes encontrar casi cualquier habilidad que quieras aprender en internet. Los tutoriales de YouTube han servido a toda una generación para adquirir conocimiento de forma autodidacta. Sin embargo, no son tan útiles como parece. Ver a alguien hacer algo puede hacerte sentir que tú puedes realizar actividades similares, pero un nuevo estudio sugiere que el aprendizaje por observación puede ser ilusorio.

En seis experimentos, publicados recientemente en Psychological Science, los investigadores, de la Universidad de Chicago, llegaron a la conclusión de que las personas sobreestiman cuánto mejoran sus habilidades después de observar el desempeño de otros. Después de ver un vídeo de un bailarín explicando cómo se hace el moonwalk, te crees más capaz de hacerlo. Pero a la hora de la verdad, se te da igual de mal que si no lo hubieras visto. Los observadores mejoran su confianza, pero no su capacidad.

¿Qué es lo que hace que las personas estén tan confiadas? «Una cosa es memorizar qué pasos tienes que seguir y otra, experimentar cómo es llevarlos a cabo», explica Michael Kardas, responsable del estudio. Todo el mundo sabe que para aprender hace falta practicar. Lo curioso de este estudio es el aumento de la confianza de los espectadores en sus propias capacidades después de ver un simple vídeo. «A menudo, se pierden las sutilezas mientras observan. Después de ver a los expertos, son propensos a subestimar la complejidad de la habilidad y sobreestimar sus propias habilidades», asegura Kardas.

Fuente: El País