Nueva York, 18 de septiembre de 2019. “Si un brote de un nuevo y agresivo tipo de gripe estallara mañana, el mundo no tendría herramientas para evitar la devastación. Morirían entre 50 y 80 millones de personas y liquidaría el 5% de la economía global. En caso de una pandemia, muchos sistemas nacionales de salud se derrumbarían. No contamos con las estructuras suficientes para hacer frente a la próxima pandemia letal”. Este es el grito que lanzó el observatorio de expertos The Global Preparedness Monitoring Board (GPMB), promovido por la OMS y el Banco Mundial, al que la ONU encargó un informe después de la epidemia de ébola en África subsahariana con el sano objetivo de aprender de los errores del pasado. Es fácil concluir que no hemos aprendido nada.

La realidad es que mientras se hacía público este informe, en China ya estaba cuajando el nuevo coronavirus, el Covid-19. Pero los mismos que habían encargado el informe, los políticos, no le hacen caso. En julio del año pasado, tan sólo 59 países en el mundo habían elaborado un Plan de Acción Nacional para la Seguridad Sanitaria, pero ninguno de ellos lo había dotado con una financiación suficiente, señala el informe. El GPBM es muy claro y rotundo: “Los gobiernos y las instituciones internacionales deben adoptar medidas audaces para preparar al mundo para las emergencias sanitarias, reconociendo que invertir en la preparación antes de que se produzca una crisis salva vidas y ahorra dinero.”

Son afirmaciones que no parecen encajar con los tiempos de la política, donde los argumentos caducan cada semana. Es difícil que apuesten recursos públicos para cubrir a la ciudadanía de una eventualidad que les parece remota, ergo de rentabilidad electoral dudosa. Pero los expertos señalaban que es inminente.

Como se ve, la ausencia de previsión no es una particularidad de España, que estaba tratando de salir de una crisis económica y de otra política, con cuatro elecciones en otros tantos años. Este informe, que se presentó en Nueva York, metrópoli del país que más dinero ha puesto para pagar financiarlo, interpela a todo el mundo. Sin embargo, Donald Trump, que sí tiene recursos, ni debió enterarse de su existencia y ha sido el penúltimo converso a la lucha contra el virus, aún nos queda Bolsonaro. ¿Para qué se encargan este tipo de informes si luego se ignoran?

La situación en España es desoladora desde cualquier punto de vista. Los datos de contaminados y fallecimientos son durísimos, y la realidad política no ayuda a interiorizarlo. El bochorno del socio de Gobierno buscando hueco en televisión a cuenta de la pandemia y el oportunismo de las oposiciones de derechas y algunas comunidades autónomas es desolador. Pero no todos se merecen lo mismo. Hoy, en dos meses será otra canción, es difícil no empatizar con quienes se están dejando la piel, como el presidente Pedro Sánchez y su cuarteto -Margarita Robles (Defensa), Salvador Illa (Sanidad), José Luis Ábalos (Transportes) y Grande-Marlaska (Interior)-, a los que habría que sumar otros como la vicepresidenta Nadia Calviño. Igualmente, es digno de elogio el leal comportamiento de Ciudadanos y su jefa, Inés Arrimadas, del PNV y su lehendakari, así como de presidentes autonómicos del PP como el de Galicia o Castilla y León. La realidad de la información sobre el coronavirus pone ante nuestros ojos dos mundos que a la izquierda más radical sorprenderá ver juntos. Así lo verbalizó Pablo Iglesias, cuando felicitó a la ministra de Defensa por tener a las residencias de ancianos entre sus preocupaciones. Cuando vemos al personal sanitario (médicos, enfermeros, auxiliares, etc…) y a todas las fuerzas y cuerpos de seguridad, incluidos los militares (la UME), actuando bien y conjuntamente, muchos vemos la fuerza del Estado, de nuestros benditos impuestos. Sin embargo, otros no entienden que un médico pueda ir con un militar. ¿Y un médico militar? Es como un oso hormiguero; algo inexplicable.

Lo cierto es que la imagen de los militares desinfectando residencias de ancianos, aeropuertos y otras instalaciones públicas, además de poner de manifiesto su vocación de servicio y polivalencia, trae a cuento la pregunta de si tenemos los recursos bien distribuidos. A la Unidad Militar de Emergencia hay que darle todos los reconocimientos, puesto que están presentes en todas las catástrofes. Pero, ¿tiene sentido la formación militar si luego la misión es desinfectar instalaciones, quitar nieve, liberar carreteras? ¿No son tareas de Protección Civil?

Planteo esta reflexión a la luz del contenido del informe de este observatorio de la OMS y el Banco Mundial, no del Buenismo sin fronteras. Para estos está claro que para un país como España es más probable una pandemia que una guerra, sobre todo si tenemos en cuenta que somos un país que recibe cada año más de 80 millones de turistas y es puerta de entrada de la inmigración de África.

Si nuestros recursos fueran como los de Alemania, igual nos daba para todo, pero con una tasa de paro de casi el 14% un déficit público cuasi estructural del 2,5% y una deuda pública equivalente al PIB, se impone priorizar. Es evidente que nuestro sistema público de salud necesita recursos y no se trata sólo de Madrid, el mundo rural está literalmente abandonado.

La doctora Gro Harlem Brundtland, copresidenta del GPMB y que ha sido primer ministro de Noruega en tres legislaturas y también directora general de la OMS, señala que “ya es hora de que se tomen medidas urgentes y sostenidas. Esto debe incluir el aumento de la financiación a nivel comunitario, nacional e internacional para prevenir la propagación de los brotes. También requiere que los líderes tomen medidas proactivas para fortalecer los mecanismos de coordinación de la preparación en todos los gobiernos y la sociedad para responder rápidamente a una emergencia”.

Por cierto. ¿Es normal que de China venga el virus y que nos cobre el remedio?

PD. Gracias a Patricia Peiró, la periodista de El País que contó en septiembre pasado el informe de GPMB; a Marta Gallardo por darme ayer la pista, y a Ovidio Cordero por la traducción.

Aurelio Medel es Doctor en Ciencias de la Información y profesor de la Universidad Complutense

Fuente: El País