Es demasiado pronto para decir si la industria automovilística británica está en fase terminal. Los cierres de plantas como el de Honda en Swindon tienen que ver más con una estrategia corporativa idiosincrásica que con la competitividad de Reino Unido. Sin embargo, Gran Bretaña sigue necesitando que los fabricantes de automóviles de todo el mundo se comprometan con la fabricación de automóviles eléctricos. El Brexit actuará como un gran elemento disuasorio.

A los británicos puede sorprenderles saber que los 186.000 trabajadores del motor del país son más productivos que sus afamados pares alemanes. El Reino Unido produjo cerca de 1,6 millones de automóviles y camiones el año pasado, o sea, 8,6 por empleado. Se trata de un descenso con respecto a los casi 11 de 2016, pero todavía por encima de la cifra equivalente de Alemania, de unos 7 en los últimos años.

La planta de Swindon de Honda, que emplea a unas 3.500 personas, es poco habitual: las operaciones del grupo japonés están en subescala en el competitivo mercado europeo, y la planta opera a un 64% de su capacidad. La regla general de la industria es que las plantas salen rentables solo con una utilización del 80%. Al igual que su compatriota Nissan, que no cumplió con su compromiso de 2016 de construir un nuevo modelo en su planta de Sunderland, la mudanza de Honda fue posible gracias a un reciente acuerdo comercial entre Japón y Europa, que eliminará los aranceles y les permitirá enviar coches desde su país.

Los trabajadores de las otras 33 plantas de automóviles británicas están pendientes de señales de que sus propietarios construyan la próxima generación de vehículos eléctricos en Gran Bretaña. Las señales hasta ahora son desconcertantes.

La inversión interna del motor en áreas como nueva capacidad de producción se redujo a la mitad en 2018, hasta 589 millones de libras (677 millones de euros), utilizando datos de la Society of Motor Manufacturers and Traders, la patronal británica del sector. La incertidumbre sobre la futura relación comercial de Gran Bretaña con Europa fue un factor importante, ya que más de la mitad de los coches ensamblados en Reino Unido se envían al continente.

Y la mano dura con la inmigración posterior al Brexit también dificultará la búsqueda de trabajadores cualificados, algo con lo que la industria automovilística del Reino Unido ya está luchando a juzgar por las 5.000 vacantes no cubiertas que existen en el sector. Mientras, el gasto en investigación y desarrollo de automóviles de Reino Unido, inferior a 4.000 millones de libras (4.600 millones de euros) al año, es mucho menor que los 5.700 millones de euros de Francia y los 22.000 millones de euros de Alemania, lo que significa que Gran Bretaña empezará desde atrás.

El empleo en el sector de la automoción puede disminuir pase lo que pase, ya que una fábrica de baterías eléctricas requiere alrededor de una quinta parte de la mano de obra en comparación con una fábrica de motores, según el jefe del sindicato alemán IG Metall. Pero el Brexit da a la industria automovilística de Reino Unido un tuneado de lentitud que sus trabajadores difícilmente apreciarán.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

Fuente: Cinco Días