El comercio mundial da señales de debilidad según los últimos datos disponibles, todos ellos anteriores a que empezasen a adoptarse medidas proteccionistas. El endurecimiento de la política monetaria en Estados Unidos y la consiguiente apreciación del dólar han puesto en serias dificultades a las economías emergentes financiadas en moneda estadounidense. China sigue reajustando su inflado sector financiero y padece la incertidumbre del ruido proteccionista. Y Europa ha sorprendido en lo que va de año con cifras peores de lo previsto. Como consecuencia, el comercio global se está resintiendo desde incluso antes de que comenzase la imposición de aranceles.

En sus previsiones de esta misma semana, la Comisión Europea sostiene que el crecimiento global está siendo menos sincronizado y revisa a la baja la estimación para la UE. “Aunque la expansión europea continúa sólida, lo hace a una marcha más lenta”, dice.

El agotamiento del comercio amenaza el crecimiento mundial

Por un lado, los analistas ven en Europa factores transitorios, como el mal clima de inicios de año. También una apreciación del euro que está remitiendo. Pero estos elementos ya han pasado. Y todavía se aprecian signos de una mayor ralentización.

El BCE detecta un cierto freno en las exportaciones y, en menor medida, en la inversión. Según la Comisión, las exportaciones de bienes y servicios de la zona euro al resto del mundo se contrajeron un 0,4% en el primer trimestre tras cinco años de expansión. Además, el encarecimiento del petróleo pesa. Y una vez refinanciadas las deudas, las relajadas condiciones financieras que brinda el BCE ya no prestan mucho más impulso añadido. En principio, la economía europea debería ir poco a poco creciendo a ritmos más lentos, más próximos a su verdadero crecimiento potencial después de haber evolucionado por encima gracias a la recuperación del empleo, las condiciones financieras y un crudo barato. “En parte, se ha dado una vuelta a la media natural tras un año muy positivo. Además, los datos de comercio intraeuropeo han descrito una V y ya recuperan niveles”, explica Francisco Vidal, de Intermoney.

El agotamiento del comercio amenaza el crecimiento mundial

Pero el temor que se palpa en las autoridades es que la guerra comercial haga daño. Tanto el BCE como el Banco de España han argumentado que no hacen faltan barreras arancelarias generalizadas. Basta con que las empresas perciban que tendrán problemas para que dejen de invertir. “El primer dato a vigilar para saber si el choque comercial afecta será la inversión”, señala Vidal.

En Alemania, la confianza empresarial sufrió un batacazo en junio; los pedidos a las empresas germanas desde China y EE UU disminuyeron, y las exportaciones tudescas fuera de la UE retrocedieron en mayo un 6,4% interanual. Todo ello apunta a un peor clima que incluso podría haber hecho mella desde antes: “No es descartable que parte del declive de las exportaciones se debiese a un deterioro de las expectativas por las discusiones sobre los aranceles”, afirma un informe del BCE. Los títulos bursátiles en países y sectores exportadores ya exhiben cierto pesimismo. Los datos más débiles de producción manufacturera están ligados a un recrudecimiento de la preocupación por el comercio, reconoce el Ejecutivo comunitario en sus previsiones.

Y ahora se ha puesto mal de verdad con el anuncio de Trump de tarifas de un 10% a 200.000 millones de dólares en exportaciones chinas. ¿Se acabó la edad dorada del comercio? En juego hay además factores estructurales que se están agotando y que hacen que el comercio mundial no tenga visos de recobrar el dinamismo de épocas previas.

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Antes de la crisis, el comercio mundial experimentó varias décadas de avances por encima del PIB. La caída de costes de las comunicaciones y la incorporación de China y Europa del Este a los acuerdos de comercio internacional provocaron una rápida expansión. Los aranceles bajaban y se deslocalizaban partes de la producción a enclaves donde se fabricaba más barato. Con el ingreso en 2001 de China en la Organización Mundial de Comercio, un 20% de la población global entraba en el mercado internacional, ejerciendo una fuerte presión a la baja sobre los salarios y los precios de los bienes manufacturados como la electrónica. Si bien también contribuyó a un encarecimiento de las materias primas. De este modo, la teoría decía que los productos salen más baratos y que el empleo que se genera en países avanzados se reubica hacia otros sectores como los servicios. Pero la globalización y la crisis han dejado perdedores: incluso si la pobreza se ha reducido mucho en el mundo como recuerdan todos los organismos internacionales, los menos formados en los países ricos se sienten rezagados. De ahí la retórica proteccionista del Brexit o del presidente Trump.

Menos inversión

Antes de la llegada de Trump ya se observaba un parón en seco del proceso de liberalización del comercio. El número de acuerdos comerciales se ha desplomado durante la última década, advierte el BCE.

Y luego está el problema de la inversión. Un informe del FMI apunta que en los últimos años un cóctel de falta de financiación e inversión ha socavado el comercio. Abunda en esta línea el exsecretario del Tesoro estadounidense Larry Summers con su teoría del estancamiento secular: básicamente no se invierte porque se prefiere ahorrar, ya sea para la jubilación en una sociedad envejecida o para reducir el exceso de deuda. También influye el hecho de que haya unas perspectivas pésimas de incrementos de la productividad, lo que al final se traduce en que compensa menos invertir. Y sin inversión resulta complicado que haya comercio.

Por último, se ha detenido el desarrollo de las grandes cadenas de suministro y ensamblaje global. Diversos informes señalan que el desarrollo de estas cadenas de valor podría haber tocado techo. Íntimamente ligado a este fenómeno, en China se ha dado un alza de los salarios y un giro hacia el consumo interno y los servicios. Y los servicios siempre requieren menos intercambios comerciales.

El riesgo de restricción de la liquidez

La Comisión Europea alerta en sus previsiones económicas de que el conflicto comercial coincide con un contexto en el que la inmensa liquidez proporcionada por los bancos centrales comenzará a descender. De hecho, la Reserva Federal de EE UU ya inició una política más restrictiva a principios del año pasado. Sin embargo, las entidades financieras norteamericanas continuaron durante el conjunto de 2017 prestando dólares al exterior. Hasta que con la normalización monetaria el billete verde empezó a apreciarse y puso en evidencia los problemas de muchos países emergentes para devolver sus deudas en divisa estadounidense.

Como resultado, en 2018 los bancos americanos cortaron su financiación en dólares fuera de Estados Unidos. “Uno de los factores que más perjudica al comercio es la restricción de la liquidez en dólares”, explica Alberto Matellán, economista jefe de inversiones de Mapfre. Esto implica que la inversión, el comercio y, por tanto, la capacidad de crecimiento podrían verse restringidas.

Fuente: El País