En China, a través de las más de 1000 empresas del país que operan en África, se está convirtiendo en integrante fundamental del tejido económico de esta continente. La causa: el desarrollo de la economía china necesita de materias primas, recursos energéticos y mercados para sus productos manufacturados y África precisa de inversiones, de tecnologías (singularmente de telecomunicaciones), de capitales, de infraestructuras (carreteras, vías férreas, puertos, aeropuertos, presas…) y de equipamientos y servicios (hospitales, universidades, estadios deportivos y hasta palacios presidenciales). Estas necesidades están siendo respondidas por empresas chinas (a pesar de sus riesgos políticos y de seguridad africanos) a cambio de ventajosos acuerdos comerciales. Desde hace una década China es el principal socio comercial del continente africano, en este corto periodo ha multiplicado casi por 20 el valor de las relaciones comerciales y ha incrementado más de 100 veces sus inversiones en el continente africano.
La información estadística de la que disponemos muestran un comercio creciente entre China y África, si bien basado en un “intercambio desigual”, según el cual el país asiático exporta productos manufacturado (más de dos tercios de su exportación total es al continente africano), en segundo lugar maquinaria y equipamiento de transporte y productos químicos y textiles e importa, casi exclusivamente combustibles (el petróleo africano cubre el 44 % de las importaciones de crudo chinas) y materias primas (minería) y, asimismo, productos agrícolas, madera y pescado.
En efecto, actualmente África se ha convertido en un socio privilegiado y un proveedor de materias primas de China, país al que provee de algodón desde Benín o Costa de Marfil; aluminio, mineral ferroso y diamantes desde Sudáfrica; carbón desde Etiopía; cobalto y uranio desde la República Democrática del Congo y más recientemente desde Níger; cobre desde Zambia; fosfatos desde Marruecos; madera desde Gabón, Camerún o Liberia; bauxita desde Guinea Conakry; manganeso desde Ghana; oro desde Zimbabwe y petróleo desde Congo-Brazaville, Guinea Conakry, Libia, Nigeria, Sudán y singularmente desde Angola, país del que extrae más de la mitad de su crudo y en el que cuenta con casi un cuarto de millón de trabajadores en la construcción y en la reparación y creación de infraestructura.
En la actalidad África cubre ya más de un tercio de las necesidades de petróleo de china, y el porcentaje podría llegar al 40 % con la adquisición de importantes participaciones en la región del delta de Níger, en Nigeria. Sudáfrica y Angola .
Importantísimo es el apoyo financiero: el gigante asiático ha donado a África 6.000 millones de dólares desde 2000 hasta 2016, en la penúltima cumbre de del FOCAC se anunciaba el mayor paquete de ayuda financiera jamás conocido en el continente africano: 60.000 millones de dolores para proyectos de desarrollo, cancelación de deuda y apoyo agrícola en el marco de un trianual y se ha anunciado por parte del presidente chino Xi Jinping cantidades mayores en la última cumbre de esta foro celebrada en Pekín. Pero ¿cómo entender una relación comercial tan estrecha como, en términos históricos, súbita?
Caben, según Cris Alden tres interpretaciones de la relación de China con África: La primera interpretación es de considerar a “China como socio en el desarrollo africano”. Según esta interpretación “la implicación de China en África forma parte de un compromiso estratégico a largo plazo con el continente motivado por sus propias necesidades económicas, por el compromiso de transmitir su experiencia en el desarrollo y el deseo de establecer relaciones de cooperación efectivas por todos los países del mundo menos favorecidos”. La relación con el continente africano, propugnada desde el Foro de Cooperación China-África (FOCAC, el su acrónimo inglés) interpretada como ejemplo de cooperación sur-sur, superadora del modelo de ayuda económica directa al modelo de beneficio compartido, formaría para de esta interpretación.
La segunda interpretación “China como competidor económico de África” sostiene que el gigante económico asiático, actualmente segunda potencia económica del mundo, “se ha embarcado en un saqueo de recursos a corto plazo que, como tantos homólogos occidentales, no tiene en cuenta las preocupaciones y necesidades locales, ya sea en lo concerniente al desarrollo, el medio ambiente o en cuestiones de derechos humanos”. Considerando además la capacidad industrial y comercial de China este enfoque sugiere que “la competitividad China estás desafiando, sino minando, el progreso de África en materia de desarrollo”.
La tercera interpretación “China como colonizador de África” subraya que el nuevo compromiso del país asiático con el continente africano “forma parte de una estrategia a largo plazo encaminada a desplazar la tradicional orientación occidental del continente mediante la forja de alianzas con las élite africanas bajo la rúbrica de la solidaridad con el sur. Desde esta perspectiva se trata de un proceso que daría finalmente como resultado alguna forma de control político sobre los territorios africanos”.
Reflexione nuestro lector sobre estos datos y opte por la interpretación más ajustada.Sin embargo, ea cual sea la interpretación de la relación económica chino-africana lo que se constata es que el apoyo estatal chino a sus empresas privadas permite aceptar a éstas riesgos mayores y plazos más largos para recuperar las inversiones, mientras que, por el contario, las empresas occidentales, pendientes de sus accionistas y de sus beneficios inmediatos opera en África al corto plazo, están más limitadas tanto en el capítulo de riesgos como en relación a los plazos o tiempo de retoro de beneficios. En suma, lo que Europa percibe como riesgos China lo percibe como oportunidad.
Pedro Reques es Catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Cantabria y autor de ‘África como reto demográfico’
Fuente: Cinco Días