Un estudiante de ingeniería me dice que disfruta mucho de las asignaturas, pero que se siente un ignorante. Echa de menos la filosofía y la literatura, le gustaban tanto como las matemáticas. Una licenciada en Sociología tuvo problemas para que la admitieran en un máster en big data, cuenta Miguel Ángel García Vega en el reportaje de portada de la Revista que podéis encontrar este sábado 23 de noviembre en los quisocos, conjuntamente con el diario EL PAÍS.

El filósofo y pedagogo José Antonio Marina nos propone un cambio en la concepción de la educación: recuperar la formación renacentista e incorporar en todas las carreras una nueva asignatura: Ciencia de la Evolución de las Culturas. No nacemos ni de ciencias ni de letras, pero el sistema educativo nos obliga a elegir bando. Ya reclamamos gestores que añadan la psicología a sus habilidades de leer cuadros de Excel en diagonal, políticos que sepan más de gestión y, últimamente, ingenieros con nociones de ética.

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El mercado laboral busca profesionales de ciencias de todas la vertientes. Se intuye un futuro en el que saber matemáticas será básico en la mayoría de los empleos. La universidad intenta atender en una carrera contrarreloj la demanda de nuevas profesiones, en particular, de expertos en big data, IA y ciberseguridad.

Jeremy Rifkin explica además que estamos ante un cambio radical de paradigma: cuando cambian las formas de comunicación, la movilidad que las hace posible y las fuentes de energía que alimentan lo anterior, cambia todo. Es una oportunidad para replantearse también la formación. ¿Expertos en IA que sepan ética o expertos en ética que sepan matemáticas? Y por qué no los dos.

Fuente: El País