El servicio de estudios de BBVA ha querido arrojar algo de luz sobre los efectos colaterales de crear un impuesto a la banca, como estudia el Gobierno, poniendo cifras a los riesgos de los que viene advirtiendo el sector financiero.

Basándose en las experiencias de otros países del entorno, BBVA Research ha analizado el impacto que tendrían en España tres posibles tributos: un impuesto sobre el beneficio de la banca (como el que planteó inicialmente el PSOE y ahora Podemos); uno sobre el crédito y otro sobre los depósitos.

Con ligeros matices, la conclusión de los expertos de BBVA Research es que aplicando cualquiera de las tres fórmulas se produciría un efecto adverso sobre el crecimiento económico del país, se provocaría una nueva contracción del crédito y se elevaría el coste de los préstamos.

Tomando como hipótesis que Hacienda busque recaudar con la medida el equivalente a un 0,1% del PIB, unos 1.166 millones de euros, en línea con lo planteado inicialmente por los socialistas, BBVA estima que a largo plazo el tributo rebajaría el PIB un 0,09%, aumentaría en 10 puntos básicos el coste de los préstamos y reduciría su concesión hasta en un 1,2% para los hogares, y un 0,13% para las empresas.

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Más allá, BBVA Research calcula que el efecto negativo del impuesto sobre el tamaño del sector bancario y sus beneficios rebajaría la efectividad real del tributo haciendo que los ingresos públicos previstos solo asciendan al 0,069% del PIB (804,7 millones de euros). Es decir, que de cada 1.000 millones que busque ingresar, tan solo obtendrá 690 millones.

“La evidencia internacional es concluyente, allá donde se han puesto impuestos a la banca se reduce el crédito y aumentan los tipos de interés, su coste. Este resultado es el que cabe esperar de cualquier impuesto. Es como la fiscalidad medioambiental, encarece el producto para reducir su demanda”, razona Rafael Doménech, responsable de Análisis Macroeconómico de BBVA Research y profesor de Economía en la Universidad de Valencia, que ha realizado también un estudio comparado de las distintas experiencias en los países del entorno europeo.

El estudio realizado por la entidad financiera admite que, si la recaudación del impuesto se destina íntegramente a gasto social, como el pago de pensiones, y acaba en el bolsillo de los ciudadanos, se elevará la capacidad de consumo. Sin embargo, la proyección del banco indica que el efecto positivo sobre la demanda agregada y el PIB es de corta duración, se absorbe en un solo trimestre, y da paso a tendencias negativas inmediatas sobre la inversión y el sector financiero.

“Al cabo de un año lo que prevalecen son efectos distorsionadores negativos sobre actividad económica”, asegura Doménech. La clave, explica, es que el sector financiero tratará de preservar la rentabilidad del capital, lo que implicaría trasladar los sobrecostes del impuesto a los clientes de las entidades. Estas, además, equilibrarían el balance reduciendo el crédito y, en paralelo, los depósitos. Una disminución de tamaño que afectaría también a las familias tenedoras de acciones de la banca, en un momento en que los títulos cotizados y los fondos de inversión son un factor de ahorro más importante que los depósitos tradicionales, por ejemplo.

Como resultado, sostienen desde BBVA Research, a largo plazo el impuesto a la banca minaría el PIB (que notaría los efectos en solo dos trimestres), el capital, haría menos productiva la economía y rebajaría los salarios así como el consumo (donde el efecto pleno se haría notar a los cuatro años).

Aunque el servicio de estudios de la entidad financiera no ha analizado en detalle el impacto de una posible tasa a las transacciones financieras, como la que tiene en marcha Francia y que el Gobierno de Pedro Sánchez ha anunciado que adaptará España, aseveran que los análisis de la Comisión Europea revelan efectos negativos semejantes para los parámetros macroeconómicos de los países que la aplican.

Fuente: El País